Es seguro que con los ingresos que recibe el Gobierno podría hacer más que lo que hace, pero no nos hagamos ilusiones de que mucho más. Es innegable que existen ineficiencias e irracionalidades en los gastos que se realizan, y que siempre ha habido corrupción. Y es también cierto que existen instituciones que mucho tiempo atrás perdieron su razón de ser, si es que alguna vez la tuvieron.
Pero creer que con los ingresos que percibe el Gobierno hay suficientes recursos para resolver, aunque sea aquellas cosas fundamentales que todos sabemos que está conminado a enfrentar, es ser ilusos. Claro está, admitiendo que no se pueden descuidar otros compromisos.
Es muy triste para un Gobierno encontrarse cada año, cuando se está formulando el presupuesto, con el hecho real de que tras cubrir el 4% para la educación, el servicio de la deuda, los subsidios y los compromisos operacionales, ahí se fue prácticamente toda la proyección de ingresos, sin todavía haber apartado la porción que presumiblemente estaba comprometida por leyes especiales para múltiples instituciones y funciones. Y más triste todavía es tener que salir a decirle a la gente que no se puede hacer aquello que se sabe que hay que hacer, como aumentar los sueldos y mejorar los servicios de policía, los de salud pública y los de seguridad social. Y la realidad es que al sumar y restar se concluye que no se puede, salvo desvestir otros santos. Encontrarse tan atado es casi como no gobernar.
Hay en el ya famoso libro del economista francés Thomas Piketty, El capital en el Siglo XXI, una expresión que parece, como anillo al dedo, como si hubiera sido escrita pensando en la República Dominicana.
Primero dice que en el mundo desarrollado la construcción de un estado social y fiscal ha sido una parte esencial del proceso de modernización y desarrollo económico, y tras indicar que en dichos países solo el gasto en educación y salud consume entre un 10 y un 15% del producto (cifra que por lógica tendría que ser mayor para un país pobre), termina diciendo, al referirse a nuestros países “La evidencia histórica sugiere que con sólo el 10-15 por ciento del ingreso nacional en recaudaciones fiscales, es imposible que un Estado pueda cumplir mucho más que sus responsabilidades tradicionales de soberanía: después de pagar por una fuerza policial adecuada y el sistema judicial, no queda mucho para financiar la educación y la salud. Otra posible opción es pagar mal a todo el mundo (policías, jueces, maestros y enfermeras), en cuyo caso es poco probable que alguno de estos servicios funcione bien. Esto puede llevar a un círculo vicioso: el mal funcionamiento de los servicios públicos socava la confianza en el Estado, lo que hace más difícil aumentar los impuestos de manera significativa”.
El país tiene una carga tributaria anormalmente baja; ciertamente podríamos buscar al infinito economizar recursos y corregir escapes, para terminar disponiendo de unos millones adicionales, claramente insuficientes para resolver lo que se necesita, si además se pretende suprimir el déficit fiscal y bajar el coeficiente de deuda. También es importante advertir que suprimir la corrupción no es parte del ejercicio de formulación presupuestaria. Porque el que tiene que hacer recortes a una institución o un programa, ¿cómo sabe que está recortando justamente la parte que se iban a robar? ¿Y si te equivocaste y recorta la parte que iba a satisfacer la necesidad más urgente?
Insisto en algo que he escrito mil veces: la lucha contra la corrupción es algo que hay que llevar a cabo en otro ambiente. Es un asunto de valores morales, y eso es independiente de que haya poco o mucho dinero. Yo no me sentiría cómodo viendo que desperdician o se roban una parte, aunque hubiera suficiente dinero para satisfacer todas las necesidades.
Ahora deberíamos plantearnos la pregunta del millón: ¿cómo es posible que una economía que ha crecido tanto (por el propio diseño impositivo, la carga fiscal sube automáticamente con el crecimiento); un país que ha hecho tantas reformas tributarias, ha introducido tantas mejoras tecnológicas y controles administrativos, y la carga tributaria no supere el 10 al 15% de que habla Piketty? La respuesta parece encontrarse (parcialmente) en el círculo vicioso que indica al final de su párrafo citado. Y es que el país no ha podido lograr los consensos básicos para incrementar efectivamente el pago de impuestos porque la ciudadanía está harta de escándalos de corrupción sin que al final pase nada.
Pero sin esos consensos básicos el país no va para ningún lado; por eso insisto en que elevar la contribución a los fines públicos y castigar el mal uso de los recursos son como las dos alas de un mismo pájaro. Pero el pájaro necesita volar, y esto es algo que nos concierne a todos.