El artículo anterior concluía con una frase que me parece resume plenamente de una manera consistente hacía dónde conduce el descubrimiento del sentido de la pérdida de los valores históricos tradicionales que se produce en la reflexión de nuestro filósofo, quien lúcidamente apresa l´air du temps, el ambiente que marcaba la época, o dicho con una palabra alemana creada posteriormente por el filósofo Wilhelm Dilthey (1833-1911), la Weltanschauung o cosmovisión dominante durante la segunda mitad del siglo XIX.
Este vocablo resulta de la unión de dos palabras: Welt: mundo, y anschauen:observar. El término pretende expresar la idea de que en toda época domina una serie de principios comunes que inspirarían teorías y modelos formales a todos los niveles: es decir, aparece la idea de una estructura básica del mundo, de un marco o paradigma que da forma, sentido y perfila las restantes ideas de su tiempo.
Estimo que la expresión indicada condensa el centro de la reflexión nietzscheana desde su primera obra auténticamente suya, Humano, demasiado humano, Un libro para espíritus libres –escrita en dos tomos entre los años 1878, en que se publica el primero, seguido de otro, compuesto de dos breves trabajos: Opiniones y sentencias varias y El viajero y su sombra. Estos dos opúsculos, posteriormente fueron recogidos en 1886 en un único tomo, conformando el segundo volumen del señalado libro–.
Se podría reformular la expresión a que nos referimos al decir que Nietzsche coloca en el centro de su obra lo que principalmente lo ocupa y preocupa: formular una perspectiva de lo que significa el nihilismo desde la moral cristiana y a la metafísica la interpreta como un producto de la moral.
Esta proposición me parece resume lo que constituirá el sendero del desarrollo de su pensamiento y despliega su toma de consciencia sobre el sentido de negatividad histórica que se gesta desde la instauración del nihilismo. Este es a mi parecer el gran aporte de Nietzsche al pensamiento del siglo XIX.
Previo a esta etapa decisiva de su aporte al pensamiento occidental Nietzsche descubre en el compositor Richard Wagner y las ideas que postula este pensador y excelso músico sobre la necesidad de reformular y producir un renacimiento cultural de la cultura germánica a raíz de la creación del Reich –Imperio–, alemán, creado en 1871 bajo la hegemonía de Prusia.
En la minuciosa obra sobre Nietzsche que escribe el bien documentado estudioso de la cultura alemana, Rüdiger Safranski, bajo el título: Nietzsche, biografía de un pensamiento, este pone de relieve los siguientes puntos: El drama musical de Wagner despertó en el joven Nietzsche la esperanza de una restauración de la vida espiritual de Alemania, que a su juicio estaba gravemente deteriorada por el materialismo, el economicismo, el historicismo y, políticamente, por la fundación del Imperio en 1871. En la primera Consideración intempestiva habla de la derrota, es más, de la extirpación del espíritu alemán a favor del imperio alemán, y se refiere con ello al triunfo del chauvinismo nacional, del pensamiento utilitarista y de la fe en el progreso. (…) Nietzsche no tenía nada que oponer a la victoria del «genio militar» (1, 775). Pero en éste había de estar en juego una vivificación heroica de la cultura. También en la victoria militar el fin supremo tenía que ser el enriquecimiento de la cultura. (…). Pero mientras la victoria militar promueva tan sólo los fines prosaicos de la sociedad burguesa, un Nietzsche desengañado se apartará de esta evolución. El fortalecimiento de la economía, del Estado, o de una religión estatalmente piadosa no era el añorado renacimiento del espíritu alemán. Para Wagner, el renacimiento de la cultura europea, y específicamente alemana, se alcanzaría refundando el espíritu europeo y la cultura alemana desde las raíces del helenismo.
Al inicio de su carrera universitaria, bajo la influencia de Wagner, Nietzsche escribe su famosa obra El nacimiento de la tragedia que esta redactada como un homenaje al compositor, y de una manera sumamente creativa y novedosa interpreta las ideas de Wagner a la luz de su conocimiento de la cultura helénica, que era la base de su formación académica como filólogo clásico.
Esta tarea debía de emprenderse para dar un contenido significativo al recién creado Imperio alemán, fruto de la unificación del heterogéneo mosaico de micro-estados en que se fraccionaba la Germania después de la victoria de la Confederación de estos pequeños dominios alemanes al vencer, con Prusia en la cabeza, al segundo Imperio francés dirigido por Napoleón III, en la guerra Franco-prusiana que se produjo del 19 de julio de 1870 al 10 de mayo de 1871.
Sin embargo, es de la cultura francesa de donde Nietzsche deriva inicialmente estímulos para la reflexión sobre la decadencia y la nihilismo.
Sin embargo, Nietzsche después de su ruptura con Wagner, cae bajo las ataques de los fieles wagnerianos.
Se conserva una carta que una joven wagneriana, Mathilde Maier, dirige al filósofo en fecha 20 de junio de 1878 –La carta no he podido leer al completo, pero me atengo a la cita que de ella hace Giuliano Campioni, Nietzsche y el espíritu latino, p. 21, Cuenco de plata, 2004, Bs. As.–, y por la respuesta que le da el destinatario, donde este indica sus razones para alejarse de Wagner y del mundo wagneriano–. En esa carta la joven acusa al pensador de que asumir: una actitud nihilista que destruye la veneración y la ilusión (Wahn) necesarias para vida.
Y Nietzsche comenta, hemos construido [la época] una religión, con trabajo y esfuerzo, sin Dios, para al menos salvar lo divino, incluso si Dios está perdido, y ahora quitas la base que, por tan aireado y nebuloso, es lo suficientemente fuerte para apoyar al mundo … ahora Ella destruye todo! Todas fluctuantes, ya no imágenes sólidas, solo eternas ¡en movimiento! [Correspondencia, Vol. III, enero 1875–diciembre 1879, Ed. Trotta, Madrid, 2009, Cfr. carta No. 734, 15 de julio de 1878, pp. 293-294].
Lo que no le perdonan a Nietzsche fue el abandono de las posiciones que había expresado durante el período wagneriano: la necesidad de la ilusión metafísica y la referencia a las fuerzas antihistóricas y superhistóricas contra el posición nihilista del discípulo de Heráclito, incapaz de actuar una vez condenado a ver en todas partes un devenir, un flujo de fuerzas [Carta de Mathilde Maier,.
Cuando Nietzsche se da cuenta de la expresión utilizado contra él en el círculo wagneriano permanecerá golpeado dolorosamente: Necesito salud de todo tipo, me ha penetrado algo demasiado profundo en mi corazón, este nihilismo desconcertante y desorientador [Correspondencia, Vol. IV, a Heindrich Köselitz, Carta No. 88 del 13 de marzo 1881, pp.108, Ed. Trotta, Madrid, 2012]. Pero en su respuesta a Maier, solo puede confirmar y reclamar abiertamente la publicación irreversible de ese Wagner (se refiere al primer aforismo del prefacio del tomo I de esa obra): …, que me he engañado a mi mismo, que pretendía elevarlo y que en cambio fue sobre todo enfermedad, también haberme engañado respecto al incurable romanticismo de Richard Wagner, como si fuese un comienzo y no un final; pasándome también con respecto a los griegos, y también en cuanto se refiere a los alemanes y su futuro, y acaso quedara todavía una larga lista de tales «también». Mas, aun cuando todo esto fuese verdad y se me reprochara con fundamento, ¿qué sabéis vosotros, qué podéis saber de cuánta astucia de autoconservación, de cuánta razón y superior precaución contiene tal autoengaño, y cuánta falsía he todavía menester para poder una y otra vez permitirme el lujo de mi veracidad?; … Basta, aún vivo; y la vida no es después de todo una invención de la moral: quiere ilusión, vive de la ilusión…, pero de nuevo vuelvo, ¿no es cierto?, a las andadas, y hago lo que, viejo inmoralista y cazador de pájaros, siempre he hecho, y hablo de modo inmoral, extramoralmente, más allá del bien y del mal [Humano, demasiado humano, Trad. Alfredo Brotons Muñoz, Apartado I, AKAL , Madrid, 2001, pp. 36].
Emancipado de la tiranía sofocante del wagnerismo, Nietzsche se siente ahora orientado hacia horizontes nuevos y abiertos, y por primera vez, en el otoño de 1881, hizo suyo el término fatídico: En qué medida cada horizonte intelectual más límpido aparece como nihilismo. Y lo recibe como una perspectiva de liberación: Que hasta ahora he sido un nihilista radical, me dije hace poco tiempo: energía, la indiferencia con la que de nihilista seguí adelante estaba engañando sobre este hecho fundamental. Cuándo nos vamos a cumplir un propósito parece imposible que la falta de propósito en sí mismo es nuestro principal artículo de fe.
Era como si se cumpliera un destino. Ya en su juventud el filósofo se había relacionado con la nada creándose el pseudónimo de Pacific Nil –con el que pretendía firmar la primera Inactual contra David Strauss–.
En otro momento, rastreará, en su mitología personal antialemana, su ascendencia polaca, crea una etimología simpática, –testimonia la anécdota, Joseph Paneth, fisiólogo amigo de Freud, quien afirma que después de haber conocido a Nietzsche en Niza, en enero de 1884, este le dijo que era polaco; el apellido original es Niecki, el Aniquilador, el Nihilista, el Espíritu que siempre niega.