Nietzsche es un autor muy rico en sugerencias críticas, es, además, complejo, diverso y a veces parece contradictorio y demasiado versátil.

Esta impresión deriva de su modo de escritura, el texto breve y el aforismo. En el uso de esta forma de expresión parece ser un autor contemporáneo.

Esta forma de expresión se presta a una posibilidad de lectura muy laxa y puede llevar a un lector ignaro e ingenuo, sin base ni formación filosófica, a interpretar sus escritos –a intentar comprenderlos– desde múltiples maneras, muy alejadas del hilo conductor que revela el estudio de sus textos enfocados desde un estricto examen histórico basado desde el examen riguroso que nos permite articular tanto la filología como el conocimiento de su método de pensamiento, la genealogía. 

Foto de Richard Wagner y Cosima Liszt, luego Wagner.

Muchos pretenden leerlo como escribe hoy un periodista de opinión, que debe resumir su argumentación y mensaje no ya en un número limitado de palabras, sino que a veces, en caso extremos, contando un escaso número de caracteres sin espacios.

Empero, esta forma de escribir no la eligió el pensador porque sí, sino que corresponde a dos elementos vitales que lo caracterizan: su menguada visión le imponía escribir textos breves que eran los únicos que podía pergeñar con sentido. En efecto su letra parece un garabato sin sentido y solo pocos especialistas muy bien calificados pueden descifrar sus textos con propiedad.

Por otro lado, el segundo elemento que condicionaba su redacción era su estilo de vida peripatético, es decir, su modo de ejercer su oficio de pensador en un continuo transitar.

Su pensamiento nace en un continuado proceso de movimiento corporal, prefería consumar la jornada en perenne andadura por lugares montañosos y por otros cercanos a las aguas, fuesen estas las de la mar, de los ríos, de torrentes o de los lagos de los Alpes –si hubiéramos de compararlo con algún personaje de la historia de la literatura, tendríamos que pensar en el protagonista de Moby Dick, la infinita novela del gran Melville, que tiene aquel famoso incipit: Llamadme Ismael, Call me Ishmael. Y en cuyo primer capítulo, que titula, Espejismos, Loomings, constata el deslumbramiento que produce en las multitudes la contemplación de las aguas: Look at the crowds of water-gazers there–.

El mismo Nietzsche confiesa lo que hemos apenas afirmado: No somos de esos que solo llegan a tener ideas entre libros, por impulso de libros: estamos acostumbrados a pensar al aire libre, andando, saltando, subiendo, bailando, y donde más nos gusta hacerlo es en montañas solitarias o justo al lado del mar, allí donde incluso los caminos se hacen reflexivos. Nuestras primeras preguntas sobre el valor de un libro, una persona o una música rezan así: ¿sabe andar?, o, mejor aún, ¿sabe bailar?... [La Gaya Ciencia, Quinto libro, titulado Nosotros los sin miedo, aforismo 366 denominado: A la vista de un libro erudito].

Esta perspectiva la ratifica repetidas veces en varias obras, –entre ellas, me refiero a una de mis preferidas, conjuntamente con el libro apenas citado–. En el apartado 7 del capítulo: Lo que le falta a los alemanes, en El crepúsculo de los ídolos.

Allí nos llama a la atención: Aprender a pensar […], la lógica comienza a extinguirse como teoría, como práctica, como oficio artesano. […] para pensar se necesita una técnica, un plan docente, una voluntad de maestría, de que para saber pensar hay que aprender a hacerlo, igual que para saber danzar, en calidad de una especie de danza… ¡Quién, entre los alemanes, conoce aún por propia experiencia ese fino estremecimiento que los pies ligeros en lo espiritual rebosan en todos sus músculos! […] Y es que el danzar en todas sus formas no se puede desgajar de la educación noble, saber bailar con los pies, con los conceptos, con las palabras; ¿tendré que decir además que hay que saber hacerlo también con la pluma, que hay que aprender a escribir?

También en Ecce Homo, en el capítulo sobre el Zaratustra, apartado 4, y en el mismo libro de Zaratustra en varios lugares.

Ahora creo conveniente ponderar lo que indica Nietzsche: danzar con el pensamiento es un juego que rechaza toda gravedad y esperanza de seriedad, esto es, actualiza un razonar que rechaza todo sistema o método y una organización estable de los valores. Crea, se moviliza y vibra desde otro modelo dialéctico; formula y se sostiene en otra lógica, en otra cordura y una sensatez diferente, contrapuesta a la que solo reflexiona desde libros y escritos de otros. [Cursivas LOBF]

Pensar desde el aprender a bailar significa establecer otra jerarquía para organizar el caos primordial al prescindir de toda manera rígida, inalterable, estable, atemporal.

Dibujo de la escritora y feminista Malwida von Meysenbug, primera mujer postulada al Premio Nóbel.

Su reflexión es antimetafísica, niega, al danzar, la rugosidad, la rispidez y severidad de la idea platónica, su cavilar se constituye desde la alegría y la ligereza, de suerte que la posibilidad se manifieste en la apertura de las más diversas perspectivas que desbloqueen otras probables dimensiones al pensar. 

No obstante, debo resaltar aquí, que su pensamiento no siempre se constituye desde este descubrimiento. Al inicio de su camino, Nietzsche recurrió a pensar con y desde los libros de aquellos que reconoció como sus maestros, como Schopenhauer, y de quienes rechazó reconocer su influencia aunque si dejaron una huella en él, como por ejemplo Max Stirner, el anarquista extremo, el autor de El único y su propiedad

Para documentar esto recurro a mostrar como Nietzsche se apropia de un texto emblemático de Schopenhauer y muestro también como aparece, en el escrito en el que lo retoma al glosarlo, sin señalar, empero, la marca de su origen.

El escrito de Schopenhauer reza: En el espacio infinito existen innumerables esferas luminosas, en torno a cada una de las cuales gira aproximadamente una docena de otras más pequeñas alumbradas por ellas, y que, calientes en su interior, están cubiertas de una corteza sólida y fría sobre la cual una capa mohosa ha engendrado seres vivientes y cognoscentes: esta es la verdad empírica, la realidad, el mundo. Pero para un ser pensante es una situación penosa el encontrarse en una de aquellas innumerables esferas que flotan libremente en el espacio infinito, sin saber de dónde viene ni adonde va, y ser nada más que uno de los innumerables seres semejantes que se apiñan, se agitan y se atormentan, naciendo y pereciendo rápidamente y sin tregua dentro del tiempo sin comienzo ni fin: nada hay allí permanente más que la materia y la repetición de la misma variedad de formas orgánicas a través de vías y canales inalterables. Todo lo que la ciencia empírica puede enseñar es simplemente la exacta naturaleza y regla de esos procesos. [Schopenhauer: El mundo como voluntad y representación, IISegundo Volumen, que contiene los complementos del primer volumen, Complemento al libro primero, Cap. I, Sobre el punto de vista idealista. Ed. de Pilar López de Santa María, Editorial Trotta, 2003]

La versión de Nietzsche dice: En algún apartado rincón del universo, desperdigado de innumerables y centelleantes sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales astutos inventaron el conocer. Fue el minuto más soberbio y más falaz de la Historia Universal, pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras un par de respiraciones de la naturaleza, el astro se entumeció y los animales
astutos tuvieron que perecer.
[Nietzsche, Friedrich: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral y otros fragmentos de filosofía del conocimiento. Editorial Tecnos. 2012, Madrid, España. Traducción de Luis Manuel Valdés.]

Lo primero que se aprecia es que el texto nietzscheano no es una copia sino una especie de apostilla del original. Fue compuesto en 1873 y permaneció inédito e inconcluso hasta 1903. El texto fue compuesto para leerse en el círculo de amigos de Richard Wagner y lo leyeron además de este, Cosima Liszt, entonces amante del compositor, posteriormente su mujer, y la feminista Malwida von Meysenbug.

En Nietzsche el párrafo inicial tiene un carácter ierático e irónico al esbozar la imagen de la existencia humana. El texto revela, a pesar de su apreciable valor en la genealogía del pensamiento de nuestro pensador, la directa influencia de Schopenhauer y sus conclusiones revelan una profunda influencia romántica que alcanzará su punto álgido en sus escritos siguientes: las cuatro consideraciones intempestivas y El nacimiento de la tragedia del espíritu de la música, que dedica y quiere reflejar las ideas en que coincide con Richard Wagner y con el pesimismo schopenhaueriano, los ideales de restaurar la Paideia (cultura) griega y el culto a los principios románticos de valorar los sentimientos sobre el razonamiento lógico y la intuición sobre el ejercicio del intelecto.

Por razones de oportunidad no abundo en la ponderación de los valores de esta obra luminosa de los comienzos de Nietzsche. Pero si recalco la característica que aquí la reflexión del autor se basa en un conocimiento textual de las obras de sus maestros.

El aprendizaje de la danza como técnica de la reflexión se despliega en nuestro autor después que escribe las dos partes de Humano, demasiado humano y el libro Aurora. Es decir, será aprendiz de pensador auténtico desde 1881, cuando de apertura al siguente período de su producción, cuando escribe las obras desde La gaya ciencia en adelante.

En cuanto a su relación con Stirner, lo dejo para el próximo artículo.

Portada del más reconocido libro de Malwida von Meysenbug: Memorias de una idealista.