Supongamos que aquí todos los políticos fueran honestos. Y los funcionarios honrados. Y los burócratas eficientes.  Y las leyes perfectas. Y los jueces  justos. Y los legisladores serios. Y  los síndicos trabajadores. Y los policías civilizados. Y las elecciones limpias. Y los ciudadanos felices… Si este país se pusiera más aburrido que Groenlandia, ¿de qué diablos viviríamos los escribidores cuando no se produzca una injusticia, un robo, un desaguisado burocrático, una arbitrariedad policial, un absurdo legislativo, un engaño político, una mentira descarada? ¿Será posible que nos toque morir de hambre en tan insoportable paraíso?