Negar el impacto negativo que en el ánimo público, en los partidos políticos, en la institucionalidad democrática y en el prestigio de la Junta Central Electoral  tuvo la inesperada suspensión de las elecciones municipales sería tan absurdo como, apelando a la expresión clásica, “tratar de tapar el sol con un dedo”.

Ahora bien: hacer juicio precipitados, inculpaciones sin fundamento, buscar culpables acomodaticios sin el menor elemento de prueba, es a su vez una acción a todas luces  negativa.

Y, por otra parte,  carece de todo sentido perder el tiempo en críticas y quejas en vez de abocarse a buscar soluciones,  cuando ya tenemos nueva fecha  para llevar a cabo el interrumpido proceso que la Junta Central Electoral, con muy buen juicio y sentido práctico, no ha perdido tiempo en fijar para el próximo 15 de marzo, evitando así crear un vacío  que pueda derivar en una innecesaria crisis política.

Obviamente al ser una decisión del pleno sin intervención de los partidos será preciso e indispensable que reunidos con la Junta se afinen los detalles y límites del reinicio de la campaña durante la próximas semanas de aquí a la nueva convocatoria, se corrijan fallos y de común acuerdo, se escuchen, evalúen y coordinen sus propuestas para blindar el proceso de las mayores garantías posibles a fin de que sus resultados reflejen con la mayor transparencia la voluntad del electorado.   

Fue esa precisamente la postura sensata y coincidente de la opinión editorial de varios de los principales y mas prestigiosos medios de comunicación así como de Participación Ciudadana, el Alcalde del Distrito Nacional, el Consejo Nacional de Hombres de Empresa y otras instituciones representativas   y respetadas figuras públicas.

Era además la única sensata, posible y práctica en contraste con algunas contadas propuestas que  sin elementos de juicio, con exceso de pasión y falta de razón, se apresuraron en  reclamar la renuncia de los miembros de la Junta, como si esta fuera responsable del colapso sufrido por el sistema automatizado, y no en definitiva, la principal víctima y doliente del mismo en tanto invalidó el esfuerzo desplegado en todo el previo proceso de preparación del proceso más laborioso y complejo que registra la historia política del país y puso en la picota y tela de juicio el prestigio de sus miembros.

Obvio que, en modo alguno significa, echar tierra sobre lo ocurrido.   Lo ocurrido es de  una gravedad extrema, y por tanto no puede quedar sin consecuencias.    Si la Junta Electoral cumplió con los previos requisitos de auditoría del sistema y los equipos de voto automatizado con la empresa contratada Alhambra Eidos,  y a continuación con la muy experimentada IFES aportada a través de la USAID,   es preciso establecer con toda claridad ¿qué ocurrió entonces? ¿Un fallo técnico inesperado y no previsto? ¿Falta de previsión?  ¿Un acto deliberado de sabotaje con participación cómplice de un elemento infiltrado dentro de la propia Junta? ¿La intromisión en el sistema de un hábil hackeador?  Cual sea la razón, es indispensable despejar dudas,  depurar responsabilidades y aplicar las sanciones que procedan.

Lo que no podemos en modo alguno es echar leña al fuego y convertirnos en cómplices de quienes pretenden aprovechar lo ocurrido, para apostar y convocar al caos.  Preciso hacerle el vacío y prestar oídos sordos a las voces agoreras de quienes han asumido esa postura, ya sea por resentimiento, frustración, insensatez, irresponsabilidad y cortedad de miras, como respondiendo al propósito de sacar ventaja de lo ocurrido, sobre todo por aquellos que no tienen oportunidad de lograr sus fines por la vía democrática de las urnas.

Sumamos nuestra voz a las de quienes, por el contrario, apuestan por la paz y la estabilidad democrática, y con clara visión de los mejores intereses del país abogan por anteponer estos a cualquier interés partidario o personal. 

La hora no es de quejas ni de críticas, sino de soluciones.  Y estas ya tienen fecha convocada.   Toca ahora que los partidos políticos y los aspirantes a cargos movilicen sus huestes para volver a las urnas el 15 de marzo, ahora ya con el tradicional sistema del voto manual, de asumir el compromiso de “juego limpio”, y hacerlo  en orden, sin violencia, compra venta de votos ni artimañas para que sus resultados sean reflejo fiel de la voluntad popular, y sirvan para apuntalar nuestra todavía frágil,  imperfecta y vulnerable democracia.