Existe un consenso general sobre el hecho de que nuestro país está abocado a formar docentes de excelencia. Como bien lo dijo la licenciada Alejandrina Germán el año pasado: “con el apoyo de todo el sector educativo, la República Dominicana podrá en breve tiempo sentirse orgullosa de tener la educación de mejor calidad en el siglo XXI, con maestros incorporados a la tecnología de la información y la comunicación, y que asuma el aprendizaje con criterios científicos para poder conseguir que los egresados dominicanos puedan competir a nivel mundial”.
Vino como anillo al dedo a esos planteamientos, la visita en días pasados de dos científicos franceses del más alto nivel: el doctor Stanislas Dehaene y su esposa la doctora Lambertz. Fueron invitados por la Editorial Duarte para ofrecer conferencias en diversos ámbitos académicos sobre las neurociencias cognitivas del lenguaje, de la lectura y de las matemáticas, lo que conlleva el estudio científico de las bases neuronales que intervienen en las fases de aprendizaje partiendo de evidencias experimentales y de neuro imágenes.
El catedrático constata la necesidad de trabajar a temprana edad las habilidades de conciencia fonológica, a partir de juegos con palabras y con sonidos para preparar a los niños desde el pre primario para el proceso de alfabetización, destacando la capacidad de los niños para aprender idiomas extranjeros a muy temprana edad, capacidad que va disminuyendo en la adolescencia.
Partidario del método Montessori, de la meditación y del aprendizaje de la música para mejorar lo que él llama el control ejecutivo, el doctor Dehaene rechaza sin contemplación los métodos globales de enseñanza de la lectura. Explica que, según evidencias empíricas, el método fónico es más favorable y les brinda a los niños una herramienta de autoaprendizaje que les permite leer todas las palabras que se les presenten. Juegan papeles esenciales en la consolidación de los aprendizajes factores genéricos como la atención, el reforzamiento, la distribución diaria del aprendizaje y el sueño.
Todos estos lineamientos son posibles porque el cerebro es plástico y contiene, desde su nacimiento, un algoritmo de aprendizaje estadístico extremadamente sofisticado con «núcleos de conocimientos» para los números, el espacio, los objetos, las personas, que provienen de nuestra evolución y sobre el cual el maestro debe apoyarse para agilizar y facilitar la enseñanza.
A la hora de repensar la educación dominicana y de reformar los contenidos de los programas escolares y de la formación de maestros, la enseñanza debe ser considerada como una ciencia; un buen docente debe tener un buen modelo mental del cerebro de los niños para poder concebir su programa educativo en un contexto que favorezca las modificaciones mentales, cerebrales, maximizando la velocidad y la cuantidad de aprendizaje de un niño.
Este buen maestro debe ser capaz de enseñar al niño a prestar atención en el sentido requerido y a canalizar y a cautivar esta atención; sin embargo, sin la atención compartida del maestro no habrá un buen aprendizaje lingüístico. La educación debe ser bien estructurada, exigente y a la vez acogedora, privilegiando la motivación positiva y la auto estima del niño, tolerante al error, que es inevitable y no debe ser motivo de castigos que producen miedo y estrés.
Pequeñas lecturas cotidianas, visitas a las bibliotecas, ejercicios orales o escritos, reseñas de lecturas, etc., son recomendables. La creación sistemática de mini bibliotecas en las aulas sería excelente, para que incluso los niños más pequeños adopten el hábito de llevarse a casa y leer al menos un librito por semana. Leerles a los chicos todas las noches crea un clima familiar en que la automatización de la lectura se produce de modo completamente natural.
La puesta en práctica y el entendimiento de estos conocimientos son excelentes oportunidades para que los maestros puedan potencializar los aprendizajes de sus alumnos con enfoques sencillos, algunos fáciles de aplicar. El mensaje del profesor Dehaene es alentador para nuestras escuelas de barrios vulnerables y rurales, donde los hijos de las familias más desfavorecidas y de migrantes no se benefician del apoyo de sus familias ni de la escuela.
Muchos niños reciben poca estimulación, maltratos psicológicos y físicos, pocas horas de sueño, lo que los lleva a un estrés crónico, riesgoso para su desarrollo cerebral. Estos niños, “en toda escuela que se respete”, deben ser mantenidos en las aulas y disponer de maestros formados en las neuro ciencias pero evitar seguir produciendo nuevos futuros desertores.
Obras como El Cerebro Lector, y otras publicadas por el doctor Dr. Dehaene, deberían ser de lectura obligatoria entre directores de centros educativos, docentes de nivel inicial y primario, así como entre profesores y estudiantes de profesorado. Ello permitiría que aquellas personas encargadas de enseñar a leer tengan un conocimiento acerca de cómo opera la lectura en el cerebro de los niños, cómo se reciclan circuitos para dar lugar a este aprendizaje y cuáles son los aspectos centrales en los que debería basarse la enseñanza.