Cuando ayer temprano me dirigía, todo verde, hacia la 27 con Máximo Gómez, llevaba en mi mente dos imágenes alternadas: la de David Rodríguez, joven contratista que, víctima de la extorsión, se suicidó en un baño de la OISIE, y la sonrisa del presidente Danilo Medina cuando le imponía una condecoración, como ciudadano ejemplar, a Ángel Rondón Rijo. Y sentí tristeza. Pero esa tristeza se trocó en gran alegría a lo largo de esa inmensa marcha contra la corrupción y la impunidad, en la que decenas de miles de ciudadanos elevamos la esperanza de salvar el país; de salvar la democracia. (¡Y así será!).