“El poder crea significatividad configurando un horizonte de sentido en función del cual se interpretan las cosas. Las cosas se vuelven significativas y obtienen un sentido en atención al poder. La referencia al poder es constitutiva de sentido. No existe, pues, un sentido por sí mismo”.

(Byung-Chul Han: Sobre el poder).

Dedicado a los periodistas Juan Bolívar Díaz y Adalberto Grullón con quienes he colaborado por espacio de 10 años en Uno+Uno

“… Todo sentido es voluntad de poder (Todos los sentidos relativos se disuelven en una voluntad de poder”. Es en sentido relativo y con ello, en su perspectiva que debemos de auscultar, de develar el paroxismo del poder del Necroclientelismo objetivizado en las largas filas en la búsqueda de un pollo vivo, lanzado al aire y de un tanquecito de gas de 5 libras. La Necropolítica y el Necroclientelismo cobran su dimensión en una mezcla de clientelismo: pollo y gas a cambio de tu voto; empero al mismo tiempo: la muerte, cristalizada en la pandemia.

Cientos de personas sin mascarilla ni ninguna protección. El colofón gris y espeluznante: la síntesis de la muerte en la captación del voto. Una relación asimétrica del poder “del favor” y de quien lo recibe: dolor de muerte y humillación postrada en la pobreza y la miseria. El clientelismo, en tanto disfunción residual de la evolución de la democracia, se institucionaliza allí de manera estructural e informal conforme al corpus de mayor carencia de la base formal. Se inserta allí, más allá del fortalecimiento de la democracia, se anida por encima de un Estado fallido. Se da en una relación de patronazgo y de la visión patrimonialista del Estado que tengan los actores políticos.

La vertebración de las relaciones clientelares en estas elecciones corre por el primer lugar a lo largo de los 176 años de nuestra fundación republicana, sin importar el contexto sociopolítico ni el espacio epocal. Sexto grado de primaria; 508,867 estudiantes universitarios; 1,600,000 profesionales con títulos, no bastan para agujerear penetrando en todos los poros de un cuerpo amorfo, difuso, que se erige en cantera de éxito en la Sociedad del Conocimiento y de la Información.

El clientelismo desborda la corrupción y la contiene. El clientelismo no necesariamente es corrupción, no obstante, en sociedades como la nuestra la deriva, pues nos encontramos en una verdadera cleptocracia. El clientelismo, al decir de José Manuel Pantin, es “Una relación social diádica de intercambio instrumental, informal pero bajo un pacto contractual, de dos actores que se necesitan pero que dependen de forma asimétrica, uno muy relacionado (patrón) y otro menos influyente (cliente). El primero distribuye favores directos a múltiples sujetos desde su poder institucional…”.

El clientelismo degenera en una patología y alcanza su clímax de disfunción en el Necroclientelismo. El Necropoder es la esfera de la vida sujeta al poder. Necropoder y Necropolítica coexisten como cuerpo doctrinario para visibilizarnos como en nuestras sociedades, algunos deciden quién puede vivir y como han de vivir, sin importarle la existencia misma de los sujetos. Sus objetos, sus configuraciones y reconfiguraciones del mundo y su hábitat es lo que importa. En el Necropoder la llama del control jerarquizado es la válvula de aliento de los actores políticos, donde la vida de los otros no llama a la reflexión. Su importancia (de aquellos) solo cobra sentido en función del objetivo (de ellos, los del poder).

La pandemia, vista desde la perspectiva del Biopoder y el Necropoder, ha sido la antesala del rubricon para la elite gobernante. Toda la crisis sanitaria queda subordinada, relegada a la agenda electoral del gobernante. ¡La gestión de los muertos, el cambio de metodología, el aumento de los hospitalizados por contagio, el aumento de las pruebas, así como instalar camiones móviles, constituyen la jerarquización y magnificación de la Biopolítica-Necropoder como eje de articulación sin límites en el mantenimiento del poder ahistórico!

Nos encontramos frente a una democracia de papel, totalmente caracterizada por la cleptocracia. La cleptocracia se da allí donde hay un macropoder sistematizado, institucionalizado del robo, de la corrupción. La cleptocracia envuelve y asume por su poder sistémico al clientelismo. El Necroclientelismo lo captura todo, lo dimensiona y reditúa hacia el campo de la máxima degradación humana: la muerte. Allí donde la cuneta de los límites, de los linderos, no tiene retorno. El voluntarismo del Necropoder-la Cleptocracia-el Biopoder llevado a esta frontera puede generar una conflictividad de ondas expansivas sin parangón.

La Cleptocracia se manifiesta en el Estudio donde República Dominicana es el tercer país de América Latina con mayor incapacidad para combatir la corrupción, de 15 países. Solo superamos a Venezuela y Bolivia. Uruguay nos lleva más del 100% positivo en prever, combatir y controlar la corrupción.

Después del 17 de marzo, comienzo “oficial” de la pandemia, la política del poder se solivianta en un estado de excepción bajo la modalidad de emergencia, donde el Ejecutivo, como diría Byung Chul Han “muestra expresamente un orden previo al derecho, un ámbito prejurídico del poder que ordena. De este modo, el Estado se mantiene, mientras que el derecho retrocede”. En ese interregno, más de 10 actos de corrupción se han visibilizado a través de los medios televisivos, digitales e impresos. Extorsiones, licitaciones amañadas en 10 minutos y empresas creadas al vapor; concomitantemente, con un fardo de violaciones a las Leyes de Partidos Políticos y del Régimen Electoral. La Sociología visual de los anuncios nos lleva a decir que los gastos en campaña se desbordan, sobre todo, en el candidato oficialista.

Por eso es que retrocedimos en 13 puntos en el Doing Business 2019 – 2020 del Banco Mundial. ¿Dónde estamos peor y cuál fue el Ranking que obtuvimos de 190 países? Estamos muy mal en pago de Impuestos (150), Protección de Inversionistas (143). Estamos en el 115 de 190 países. En el 2019 nos encontrábamos en la posición 102. Este Estudio mide 10 indicadores que valoran los tiempos, costos, procedimientos y el marco regulatorio asociado al costo de vida de una empresa.

Según el Estudio “Las economías que integran la región de América Latina y el Caribe, la República Dominicana se ubica en el puesto No. 15. En comparación con las economías del Caribe nuestro país ocupa el séptimo lugar”. ¡Sacamos 60/100 en facilidad para hacer negocios!

Todo esto es expresión vívida del retroceso institucional que se coagula y explosiona en el Necroclientelismo, la Cleptocracia y en la perspectiva cierta de una crisis de gobernabilidad, si seguimos aposentándonos en esta pésima modorra de confort.