En los días festivos de navidad y de fin de año se expresan los más variados deseos de felicidad y paz a las personas que nos son caras, nos están cercanas o que no conocemos, al tiempo que se cometen los más extravagantes excesos de consumo y de dispendio de recursos de todo tipo y en donde se tornan más patéticas las afrentosas insolidaridad, las desigualdades y exclusiones sociales que laceran este mundo. Estas fiestas, mezcla de lo pagano y lo religioso provocan la invocación de una paz y una felicidad que ni los tiempos ni los grandes proyectos de sociedad han logrado hacer realidad.
La afrentosa desigualdad e insolidaridad que existe entre los seres humanos es fundamentalmente fruto de un sistema que ha impuesto su dictadura del consumismo desenfrenado, desigual y excluyente a costa de la destrucción de la naturaleza y de los valores de la fraternidad: el sistema capitalista. En estas festividades es el momento en que los pobres, el servicio doméstico, los guardianes de las mansiones y de los edificios de las clases alta y/o relativamente acomodadas ven con mayor claridad, a veces con rabia contenida, las diferencias y la distancia social que los separa de sus semejantes. Son los días en que se invoca y desea felicidad a todos y en noche buena y noche vieja nos sentamos en la mesa a compartir esa felicidad, no siempre pensando qué significa esta palabra.
¿Puede ser feliz alguien que carece de un desarrollo pleno como persona, que está privado de la libertad pasar los días navideños con los suyos porque debe vender su tiempo para ganarse el pan para él y los suyos, privándose él y los suyos de ese tiempo? Una persona que venda su tiempo para cuidar el hijo o un familiar de otro, a costa de negar ese mismo tiempo a su hijo o a ella misma ¿no es más infeliz haciéndolo en estos días de navidad y fin de año? ¿Si la felicidad es vivir en pleno disfrute de la justicia, la libertad y los derechos inalienables de todo ser humano, privar a una persona en este o cualquier tiempo del disfrute de esos derechos no constituye una herida a ese ideal de justicia y libertad?
Estos tiempos navideños y de fin de año en que se desea una paz y felicidad que no acaban de llegar, en un no creyente como yo provoca la condena a la injusticia e insolidaridad arriba expresadas y que también comparten muchos creyentes. En este año que termina se ha conmemorado la epopeya más impactante del pasado siglo: la Revolución Bolchevique, la cual fracasó en lograr la redención y felicidad del ser humano en esta tierra. Esa circunstancia me recuerda al teólogo italiano Sergio Quinzio que en su obra “La Derrota de Dios”, habla del fracaso del cristianismo, porque “Dios …exige un precio infinito de sangre y de lágrimas para dar una solución que nadie ha visto todavía”.
Habrá fracasado la fe, también la razón, pero, dice Carlo Petrini, no así la posibilidad de encontrar la felicidad en las relaciones con la naturaleza, las cosas y con aquellos que nos rodean. En lo personal la busco en el mantenimiento de la coherencia entre mi discurso y mi práctica, en el compromiso con la ética de dar respuesta concreta a cuestiones concretas en las esferas de mi militancia política (no partidaria…desafortunadamente…) y de mis relaciones interpersonales; en el cuidado de la naturaleza, en el cultivo de plantas, en la reflexión, en la conversación sobre la comida y la cocina sanas (algo que practico con pasión), en el tratamiento de respeto e igualdad a todos, independientemente de sus opciones, creencias y preferencia personales, en el trato paritario a las personas que trabajan en nuestras casas, algo en lo que Ani, mi compañera, es la campeona. Por suerte.
Estos días de navidad y fin de año, que espero su llegada con entusiasmo, en la medida de lo posible trato de compartirlos con una legión de amigos que tengo aquí y en varios países, los cuales me dan la alegría y la felicidad en un mundo que lucho por cambiar de acuerdo a mis convicciones y posibilidades. De acuerdo a los tiempos y en todo tiempo.