Si mi pasión fuera la política rogara a Dios que las críticas tuvieran el sello de los ataques que leo en mi contra en las redes o en los comentarios a mis artículos. Para citar solo los más caritativos me bastaría el de un tal “Mono Jojoy”, como el criminal de la FARC muerto en el 2010, quien caritativamente me llamó “lenguetero” y miembro de una “jauría” de periodistas que no le perdonan al ex presidente Leonel Fernández su éxito.
O el de aquél que se identifica como “E.Paulino. Lejos de la selva”, quien me culpa de mi “nariz de frononó”, ¡como si fuera culpa mía!, y se inventa que “mi odio enfermizo a Cuba” se debe a que desde allí, donde nunca he vivido, me echaron “a patadas por calié”. Más interesante todavía cuando un tal “Turpiades” me echa en cara mi “narizón” y me inscribe en el club al que pertenece la “califa más negativa de los mediáticos gavilleros perredeosos”, volviendo a insistir que es gracias a mi “narizón” por lo que sobresalgo, llamándome “camaján”.
Desde Nueva York, un “Lic. Pitipua”, me califica de “frustrado” y “reaccionario”, este no podía faltar, envidioso de que el país con el señor Fernández, ¡dale con el león!, haya sido convertido en una nueva Suiza, sentimientos que albergo en razón de la alta clase social de donde provengo, cuando lo cierto es que mi familia creció entre periodos cíclicos de bonanza y escasez, en las que mi padre llegó hasta vender carbón en su camioneta y laborar como mecánico de ingenio.
Ninguna de estas observaciones entra en el campo de la discusión de las ideas y se centran en mi apariencia física, terreno en el que estoy perdido de antemano, porque aún con recursos y tiempo, si los tuviera, nunca me operaría la nariz, lo cual probablemente no acepte cirujano alguno por temor a los previsibles resultados. De todas maneras no soy ni seré el único con nariz de “frononó” que ejerza el periodismo crítico, mientras abunden los líderes sin cerebros.