El general mexicano Francisco Serrano fumaba y leía, hundido en un sillón del casino militar de Sonora.

El general leía el diario. El diario estaba cabeza abajo. El presidente, Álvaro Obregón, quiso saber:

–¿Usted siempre lee el diario al revés? El general asintió.

––¿Y se puede saber por qué?

–Por experiencia, presidente, por experiencia.

(Eduardo Galeano, libro “Boca del tiempo”).

Ante la avalancha de informaciones que fluyen por tantas vías, gracias al desarrollo tecnológico, se hace necesario tener un filtro para saber sobre la veracidad de las mismas. El  padre José Núñez, un maestro jesuita del Politécnico Loyola, nos mostró algunas herramientas para aprender a leer un diario, cuando éramos estudiantes de esa noble institución educativa. Desmitificó mi inocencia y la inocencia de cualquier información. Entonces aprendí a ser cirujano de la lectura, a leer aplicando rayos X y bisturí. Aprendí  a no creer que los que escriben son inocentes en sus actos y  sus letras. No existen palabras inocentes en quien escribe. Jamás he usado he usado una palabra inocente en mis escritos. Cada palabra mía es el producto de un concepto de la vida, de los hombres, la sociedad, el mundo. Y cuando las empleo, deben responder a esa visión. Son la opción que asumo. Y lo que asumo en mis letras, lo asumo en mis actos. Lo mismo pasa con los demás que escriben.

Como lo sé, mis lectores deben saber, que un diario o periódico impreso o digital, debe leerse con cautela. Y no dar todo por un hecho o una verdad irrefutable. Lo que está de moda en la actualidad, es que muchos diarios se ocupan de la desinformación de la gente, atendiendo a intereses detrás de…

Para leer una información, lo primero que debemos buscar es ¿quién escribe?, con nombre y apellido. Algunas veces el nombre dice mucho, otras veces el apellido dice más. Detrás de quien escribe hay una historia que contar. En segundo lugar, ver los intereses que defiende el que escribe; ubicarlo, para saber con quién se identifica, en sus planteamientos; cuál es la relación con los grupos de poder. En este caso, el pasado, es buen aliado. Una buena colección de los escritos de este personaje nos ayuda a definirlo con más certeza. Tercero, identificar el ambiente que crea con sus palabras (podría ser adhesión, repulsa, conflicto, tranquilidad, exaltación de figuras o personas, complicidad con la realidad que toca etc.). Cuarto, buscar con una pinza las palabras que están en las entrelíneas. Esas palabras no se ven, debemos perseguirlas con la experiencia, con el gusanillo de la inconformidad, de la duda. La duda es el principio del conocimiento. Siempre hay palabras detrás de las palabras. Palabras, cargadas de cosas dichas, otras calladas que tienen voz.

En los periódicos o revistas que uno lee, hay articulistas o periodistas que, no obstante tener divergencia con sus posturas, atraen por la transparencia que dejan. Pero, otros se obvian, no se leen. Por qué? Ya sabemos los intereses que defienden, y son capaces de torcer la verdad más cierta, para crear una matriz de opinión a favor de los intereses que defienden: “Es que el hombre se parece más a los intereses que defiende, que a su propia familia” y… ”Nadie vuela más allá de su sombra”, pues ella nos acompaña a donde vamos.

Después de tener esto claro, podemos decidir a quién creerle y no creerle, dejar que nos mientan o mentirnos a nosotros mismos. Nadie es inocente cuando escribe. Cada palabra dicha o callada, tiene una carga de compromiso. Nada de lo que se dice en un diario o revista es inocente.