Las ciudades son el espejo de los países, de su nivel de institucionalización y reflejos de las ideas de sociedad de quienes las gobiernan. Al anunciarse que al Jardín Botánico de Santo Domino le serían amputados unos 4000 metros de su periferia sembrada de árboles, para ampliar la avenida que lo circunda y entregárselos al automóvil, se alzaron algunas voces reclamando que tal barbaridad no se hiciese. Pero, de nuevo las autoridades recurrieron a su inveterada prepotencia, y sin oír a nadie iniciaron otra amputación a un parque urbano para hacer seguir su desenfrenada política de construcción sin idea de ciudad, pero sí de acumulación de capital.
De nuevo, como es habitual, se hace una intervención en esta ciudad capital para tratar de incidir en el mejoramiento de tránsito y transporte urbanos de cuestionable y limitado impacto. De nuevo se recurre a una terapia de choque puntual, que daña la imagen física de la ciudad y molesta a sus usuarios, pero sin ir al fondo del problema que se quiere solucionar. La generalidad de las intervenciones urbanas para mejorar el transito urbano de Santo Domingo, están centradas en la búsqueda de más carriles, más espacios para la circulación de vehículos. Son obras de ingeniería, no urbanísticas.
De esa manera se obvia la raíz del mal: un sistema de transporte y de transito que prácticamente no penaliza al infractor, que privilegia el transporte privado en detrimento del colectivo, permisos de uso de suelo que aprueban la ubicación inadecuada de oferta de servicios escolares y de salud en edificaciones que concentran grandes cantidades de usuarios provocando el congestionamiento del tránsito, o en barrios de precario sistema vial, como Arroyo Hondo; además de negocios para comprar en vehículos prácticamente debajo de semáforos. Esos, entre otros factores, inciden en un caótico tránsito y en el virtual colapso de Santo Domingo.
A corto plazo, la mutilación del Jardín Botánico para tener otro carril puede hacer más fluido en tránsito, pero al final se estará en la misma si no se va al fondo del problema; con el agravante de que, al mutilarlo se le resta belleza a uno los mejores equipamientos de la ciudad, pensado y proyectado como parte de su trama urbano. El costo beneficio de esa esa intervención, por lo tanto, no es pertinente. Algunas intervenciones de carácter vial, como esas que se están haciendo en algunas avenidas de la ciudad, que orientan y permiten doblar hacia uno u otro sentido, pueden aligerar el tránsito, pero su impacto a largo plazo hace limitado los beneficios de su inversión en términos económicos..
Contrario a toda lógica, a las autoridades municipales dominicanas se les imponen las intervenciones de gran calado en sus ciudades, las cuales se hacen sin planificación alguna, son los casos de los toboganes de la Kennedy y de los elevados que condenan a la arrabalizacion de algunas zonas como son los casos de la Duarte con Paris, la entrada de Santiago y la avenida principal de Villa Mella. Se construyen estructuras viales para el automóvil, en detrimento de la imagen física de la ciudad.
Santo Domingo tiene un alcalde invisible, que sólo hace espectáculos como actuaciones de dudosa factura, e incluso como imposición a los moradores de la zona donde estas se hacen, como la “despampanante y grotesca navidad”; que no prácticamente no despacha en su oficina frecuenta en el su ayuntamiento, ni prácticamente convoca el Concejo de Regidores, no lo involucra en las grandes intervenciones urbanas en la ciudad, sin idea de ciudad y administrándola como esta fuese una empresa privada y no la mayor empresa pública del país, la cara del país . Eso explica que fuera, el ministerio de Obras Públicas, la institución que hizo el anuncio de la amputación del Jardín Botánico sin que ese alcalde dijera nada. Habría que preguntarle que en qué momento esa idea de intervención se presentó y debatió en el Consejo de Regidores, La pregunta vale también para estos funcionarios, como sería de rigor en cualquier ayuntamiento que se respete.
Con ese ayuntamiento, con la generalidad de sus autoridades, a comenzar por su Alcalde, Santo Domingo está en franco camino hacia su colapso, cumpliéndose de ese modo el aforismo de Emilio Demorizi, ‘las ciudades son lo que son sus ayuntamientos”. Agregaríamos que el estado de sus ciudades es el mejor reflejo de un país y de la conciencia e idea de país de su clase y grupos sociales que lo gobiernan.