En un artículo que publicamos aproximadamente hace un año en este diario decíamos que los aquejados de homofobia tremens si eran consecuentes con su militante parafilia jamás deberían usar un perfume de Versace, un traje de Armani, ver una película de Almodóvar, un film protagonizado por Rock Hudson, asistir a un espectáculo de Ricky Martin, a un match del boxeador boricua Orlando Cruz o a un concierto del Director Leonard Bernstein al ser todos ellos del torón ton-ton.

Si a los homófobos les apesta la presencia de los invertidos y les asquea la naturaleza, las características de su natural erotismo, resulta lógico esperar que su rechazo se transfiera a todas las expresiones o manifestaciones de su pecaminosa mentalidad, pues a su juicio las creaciones de un cerebro y personalidad a contracorriente  de la normalidad sólo podían resultar tóxicas para quienes constituyen la gran mayoría en  las colectividades humanas.

Traicionando su intolerante vocación observamos sin embargo que muchos de ellos han pagado entradas carísimas para escuchar un concierto de Chabela Vargas, una película de la oscarizada Jodie Foster, un juego con los basquetbolistas Jason Collins o John Amaechi,  un partido con Michel Sam de la NFL,  un show de Liberace en el Madison o una actuación de Rudolph Nureyev en la Opera de París, al ser celebridades que en algún momento de sus vidas confesaron su coming out = salida del armario.

Por si esto fuera poco presumen además de tener en su ropero trajes de pelo de camello diseñados por Valentino, calzados de Yves Saint Laurent, calcetines de John Galliano y colonias de Paco Rabanne, vanagloriándose también de tener en su librero las obras completas de Lorca, Luis Cernuda, Andrés Gide, Reinaldo Arenas, Susan Sontag y Rita Indiana, tapizando las paredes de su estudio o casa con copias de Andy Warhol o Francis Bacon.

Miguel Falomir el responsable de la principal pinacoteca de España que es el museo del Prado y de cuya heterosexualidad nadie duda, ha querido celebrar el denominado Orgullo gay mediante la puesta en marcha de una iniciativa consistente en una invitación a contemplar, admirar, la realidad histórica de las relaciones entre personas del mismo sexo y de las identidades sexuales no normativas. 

Esta exposición o itinerario dentro de las salas del museo se titula “La mirada del otro.  Espacios para la diferencia” cuya organización demandó más de un año de trabajo sumando en su totalidad 30 piezas, estando el recorrido dividido en varias áreas temáticas.   Siendo la homosexualidad femenina menos visible que la masculina los visitantes se comprobarán que el arte no hace más,  que reflejar esta realidad.  El amor lésbico apenas está representado.

En ocasiones es la sodomía del artista el motivo por el cual figura una de sus obras –  caso de B. Cellini o Leonardo -; otras veces es la naturaleza homoerótica de la obra misma la causa de su exhibición aunque su autor no haya tenido esta vocación – como es “Orestes y Pílades” -, pero en todos los casos el visitante notará que el espíritu dominante en el recorrido a realizar es la celebración del amor entre iguales.

Otras obras expuestas son “Hermafrodito” de M.Bonuccelli de 1652; “La mujer barbuda” o “magdalena Ventura con su marido “de José de Ribera de 1631; Brígida del Río” de Sánchez Cotán; “El Cid “de la francesa Rosa  Bonheur entre otras, y las historias que han permitido su inclusión pueden ser conocidas a través de una audioguía, visitas guiadas, de un brochure gratuito o de una publicación conteniendo textos de los comisarios y otros expertos.

Ahora bien, El Prado no es la única sala expositiva de arte en Madrid que se solidariza y respalda el llamado en inglés “Gay Pride”, sino que otras se han sumado a esta conmemoración –esta vez con un marcado acento cultural –  como es el caso del vecino museo Thyssen Bornemisza con la muestra titulada “Amor diverso” con igual temática que la del Prado, así como el Museo Nacional de Artes Decorativas – MNAD – con su “Queer Cabinet” , un diálogo entre obras del artista contemporáneo David Trullo.

Por otra parte el museo de Artes Decorativas de América ha organizado cuatro muestras concernientes a la Transexualidad considerada ésta como una constante de todos los grupos humanos en cualquier época de su historia, poniendo énfasis en cómo cada colectividad ha manifestado una actitud distinta sea para reconocerlos, integrarlos o rechazarlos.  Los transexuales tienen un gran atractivo fisiológico por revelarse en ellos un total desacuerdo entre lo genital y  lo cerebral.

Esta tendencia tendría especial interés pues siendo el sexo una clasificación basada en características corporales biológicas como la dotación cromosómica, las hormonas, los órganos reproductores internos y la genitalidad, el género se identifica por la sensación interna, personal, que tiene cada persona acerca de si es hombre o una mujer.  Los trans son el mejor ejemplo de que el sexo está entre las piernas mientras que el género reside entre las dos orejas.

A pesar de que el autor de este trabajo no le agrada el circo carnavalesco en torno a la urbana celebración del Orgullo Gay al estimar que desde la toma de conciencia de su diferencia los homosexuales con pocas excepciones y en todo el mundo la experimentan  con la sensación de ser repudiados y criminalizados por el entorno – religión, familia, sociedad -, sí apoya las conquistas hasta ahora alcanzadas por la LGBT tales como la unión civil o el matrimonio – gaymonio mas bien- posibilidad de heredar de su pareja y otros derechos cívicos en determinados países.

Los machistas moderados al considerar que en definitiva los artistas, la gente de la farándula y los aficionados al arte tienen por lo general una sensibilidad anfibia y en ocasiones fronteriza, esperan casi siempre que sus producciones sean un reflejo de su sentir no sublevándose por la organización de exposiciones de ésta índole, en cambio los recalcitrantes y radicales las denunciarán como un indicativo cabal de que vivimos en un mundo en plena decadencia.

El comisario responsable de este singular itinerario sostiene que el mismo no constituye un relato homoerótico de la colección, que  está basado en datos históricos indiscutibles, no importándole que la prensa sensacionalista afirme que el museo del Prado se haya vuelto gay pues nadie indicaría que se convierte al catolicismo si se exponen santos, a machistas si exhiben mujeres desnudas y monárquicos si ordenan retratos de pasados monarcas.

La puesta en ejecución de una iniciativa de este tipo sería inconcebible en este país y el repudio y condenación que suscitaría estaría encabezada por el Episcopado dominicano que saldría “en defensa” de la niñez y juventud dominicanas, aunque varios de sus miembros han tenido en el pasado cuentas pendientes con la justicia acusados precisamente de pedofilia, de abuso de menores, habiendo la Iglesia desembolsado fuera del país centenares de millones de dólares para su ocultamiento.

Esperamos que así como el racismo hacia los afrodescendientes ha sido excluido en el sur de los Estados Unidos; el voto o sufragio femenino impuesto en casi todo el mundo;  el consumo de marihuana  legalizado en no pocos países y el uso de los automóviles en todas partes del planeta en que vivimos, exposiciones artísticas como esta del museo del Prado de Madrid puedan mostrarse algún día en países como el nuestro aunque sea a finales de la centuria en la cual estamos.