Hacer el trabajo de acompañar a las mujeres que viven violencia, muchas veces nos pone en contacto con lo insólito. Y hablo en plural para incluir al equipo técnico  del Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia, cuyas profesionales día a día acompañan a las mujeres sobrevivientes y pudieran hacer cada una su propia lista de insólitos.

Las mujeres víctimas de violencia son muy mal vistas socialmente, generalmente nadie las quiere como amiga, vecina o conocida, no son comprendidas en sus vivencias, son culpabilizadas, rechazadas y juzgadas por lo que sus agresores les hacen vivir. Los empleadores no las quieren y en la mayoría de los casos aprovechan la mínima situación para despedirlas de su trabajo.

Todo esto explica el silencio frente a la propia violencia por la vergüenza de estar viviéndola; quien está en condiciones de vulnerabilidad escoge sobrevivir al desprestigio social que se agrega al dolor que provoca la violencia. 

Para una mujer víctima de violencia, es difícil contar con una persona que le sirva de  garante para conseguir un préstamo o lograr que alguien le dé una carta de recomendación por la duda y suspicacia que genera. Cuando se deciden a denunciar, lo cual les merecería una corona por la valentía, de igual modo siempre hay algo que opinar, juzgar o señalar. 

El más reciente insólito vivido en el Centro, fue el de una mujer asesinada a cuyo expediente tuvimos acceso. Revisándolo nos encontramos con la triste realidad de que la occisa, como se nombra en el aspecto legal, contaba solo con dos testigos, familiares muy cercanos, solo ellos, pues posiblemente el miedo cierra la boca y los ojos de los vecinos a quienes el asesino había vociferado que la había matado, al salir de la casa. 

El hombre, quien guarda prisión preventiva, no solo tiene testigos suficientes, además cuenta con varias cartas de recomendación:

  • La junta de vecinos del lugar donde vive da garantías de su honradez y respeto.
  • La iglesia a la que asiste solicita que sea tratado con "cordura  pues es un hombre de fe cristiana que merece todas las consideraciones de las autoridades”.
  • Por último, una asociación comunitaria reconoce la gran labor que ha hecho y el cumplimiento irrestricto de los reglamentos internos de la misma.

Y yo me pregunto ¿pudiese cualquier mujer dominicana que haya asesinado a su ex pareja contar con tantas recomendaciones como este hombre dominicano? No lo creo, todo lo contrario, lo que hemos visto en el caso de las mujeres, es que la comunidad suele acusarlas, señalarlas, juzgarlas antes de que lo haga la justicia. En el caso de las mujeres, las personas si no atacan, prefieren no involucrarse, como lo han hecho en este caso en el que, posiblemente, las personas conocidas entienden que esta mujer merece ser ayudada, pero no se atreven, se callan, de nuevo el silencio que sostiene la violencia.

Y la verdad es que no se trata de crucificar al hombre que ya con su acción se ha condenado, es solo intentar destacar cómo la cultura machista construye sociedades donde, aún después de la muerte las mujeres siguen estando solas y sin nadie que dé recomendaciones o atestigüe a su favor.

Los hombres en cambio, aún luego de esta, que es la más cruel manifestación de la violencia machista, encuentran una comunidad que saca la cara por ellos y está dispuesta a defenderlos alegando, como en este caso, valores de respeto, honradez, cordura y responsabilidad que él mismo no supo defender con su conducta. ¡Díganme si esto no es un gran insólito!