A todas las mujeres que luchan cada día en silencio en la marginalidad por su supervivencia y la de los suyos. 

El Día de la Mujer pone a la mujer dominicana en el centro de la palestra. Ese día del año los diarios publican reportajes sobre mujeres líderes empresariales y políticas,  mujeres sobresalientes en diversos aspectos del quehacer nacional, mujeres que ejercen con éxito trabajos duros de ingeniería  mecánica, industrial, o automotriz. ¡Qué bueno que estas mujeres hayan logrado romper los estereotipos y sean reconocidas, al destacarse en sus respectivos campos y sentar precedentes!

Son además ellas las que copan los bancos de las universidades y terminan sus carreras en condiciones más difíciles que los hombres demostrando su voluntad de superación. Criadas desde la más tierna niñez con una carga social mas pesada que los varones, enfrentan muchos más escollos que sus compañeros.

En 2016, año electoral de promesas, todos los partidos buscan los votos de nuestros millones de heroínas  anónimas. Muchas de ellas demuestran cada día de manera tenaz su perseverancia y determinación de salir adelante.

Los hogares dominicanos encabezados por mujeres son más de un millón y en más de la mitad de éstos la mujer no cuenta con el apoyo de una pareja. La mayoría de estas madres siguen condenadas a trabajar en la informalidad cuando consiguen trabajos. 250,00 mujeres laboran en el trabajo doméstico asalariado siendo las más desprotegidas, con derechos disminuidos en comparación a los demás trabajadores, sin acceso a la seguridad social por trabas legales injustificadas. Lo mismo sucede con las miles de mujeres que trabajan en los salones de belleza, sin ningún derecho y con jornadas muy largas.

La lista de los abusos a las mujeres que sostienen sus hogares por medio del trabajo informal es muy larga, pero no se puede dejar de mencionar la situación de las miles de mujeres que trabajan enjauladas en las bancas de apuestas que florecen en cada esquina del país. Tampoco se puede obviar el caso de las trabajadores de bares y restaurantes que perciben salarios de los más bajos del país. Todas estas mujeres deben empoderarse, a fin de conocer sus derechos y luchar por ellos.

También tienen derechos las mujeres que mantienen hogares y no consiguen trabajo, que no pueden tener un proyecto de vida personal y que ya en el hueso salen a buscar el pesito en la calle con sus cuerpos para callar los gritos de los muchachos que piden comida.

Todavía es muy duro nacer mujer en un país que mantiene altos niveles de violencia estructural: las mujeres sufren del machismo, de la violencia de las agresiones físicas y verbales, de los feminicidios. Desgraciadamente, por falta de educación y de empoderamiento, en una sociedad dominada por el consumo, el poder económico y un machismo que prevalece en todos los estratos de la sociedad, la cosificación de las niñas es alimentada desde el hogar por las propias mujeres creando un circulo vicioso que debe ser roto educando a hombres y mujeres en una perspectiva de derechos.

Todas las mujeres tienen derecho a la autonomía, al trabajo digno, a planificar su vida, a la contracepción, a la salud sexual y reproductiva, a la salud mental y, más que todo, a ser escuchadas.