La situación de la mujer en el mundo se torna cada vez más difícil y compleja. Esta realidad se evidencia en la vida cotidiana de las mujeres y en estudios de la ONU, de la CEPAL, de la Organización Mundial de la Salud-OMS.De igual manera, se percibe en análisis locales, como en los realizados por el Ministerio de Economía y Desarrollo de la República Dominicana, en la Encuesta Demográfica y de Salud República Dominicana de CESDEM, en la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples-ENHOGAR y en otros más. Los distintos estudios y análisis testifican que, a pesar de los avances experimentados, todavía persisten condiciones de educación, de salud y del ejercicio de los derechos políticos, económicos y reproductivos en las que se mantienen situaciones que hacen a la mujer más vulnerable que al hombre. Este artículo podría titularse Ser mujer en el mundo: lucha y desafío, pues la precariedad de vida de la mujer tiene un alcance global, no es un problema peculiar de la República Dominicana. Al ser un problema de alcance universal e histórico, su complejidad se acentúa; y se vuelve más peliaguda la búsqueda de solución a la marginación institucionalizada de la mujer en el mundo que habitamos y en la media isla en la que vivimos.

En este contexto, se nota que la situación de la mujer dominicana recibe el impacto de los factores que globalmente procuran el estancamiento de este ser humano para que el hombre continúe dominando y siendo el prototipo de todo lo que esté vinculado a fuerza, excelencia, poder y saberes. La cuestión no es competir con los hombres ni disminuir o negar su dignidad, su valía y sus capacidades; lo importante es avanzar hacia el reconocimiento y hacia la acogida en reciprocidad desde igual dignidad, derechos y responsabilidades. Pero un avance ágil en esta dirección es un sueño, y no cualquier sueño, por la diversidad de factores que restringen el desarrollo de la mujer, como la penalización social y moral; y la reducción de sus derechos políticos y económicos. Por ello consideramos que ser mujer en la República Dominicana es lucha y desafío. Es una lucha continua en la vida conyugal, en la vida familiar, en el entorno social; así como en los ámbitos político, económico y religioso. Cada uno de estos escenarios posee notas de identidad características; todos y cada uno ha desarrollado una cultura en la que la mujer se asume desde como objeto sexual hasta como la persona excepcional para la logística y el servicio de apoyo. El trabajo vinculado a la logística y al apoyo es digno y loable; pero cuando a una persona de un determinado género se le reduce de forma consciente, premeditaday sistemática a ese rol, mientras se hace lo contrario con otro género, entonces todo es diferente. Se están degradando la dignidad y los derechos del género al que se reduce a un tipo de actividad.

Pienso que no todos los factores que minimizan a la mujer son de carácter externo. Creo que la mujer tiene que profundizar más en ella misma para redescubrir sus múltiples posibilidades y gestionar su autonomía personal con mayor inteligencia y con una libertad fundamentada. Las mujeres que han trabajado estas dimensiones tienen capacidad para situarse y situar a los hombres, a los funcionarios y a los líderes nacionales que se consideran héroes del patriarcado. En estos días hemos tenido un ejemplo genuino del ejercicio de la inteligencia en función del bien común y del ejercicio de una libertad direccionada por criterios rectores que articulan libertad-conciencia crítica-ejercicio del derecho como arte y bien común: Miriam Germán. Su vida y su práctica es una interpelación a las mujeres para que no se sientan víctimas y para que transformen su lucha en desafío permanente; desafío para ser, para vivir integralmente y para generar cambios en los espacios, las relaciones y las funciones que les toque desempeñar en la sociedad.

Los desafíos movilizan energías, ideas y voluntades para generar cambios. No hemos de temerle a ningún desafío. Hemos de afrontarlo en cualquier circunstancia, pero no para separar, no para dividir. Hombres y mujeres hemos de pensar y actuar juntos. La relación entre mujeres y hombres, más que simbiótica, ha de ser constructiva y transformante. Hagamos de la lucha y del desafío cotidiano de las mujeres un proceso de resignificación del ser humano y de la sociedad dominicana. Trabajemos a favor de contextos y procesos en los que mujeres y hombres construyen y responden juntos a desafíos humanizantes e inclusivos.