Podrás renegar de algo, pero no de todo tu patrimonio: de la generación con la que compartiste sueños comunes; de aquellos viejos amigos, con quienes comulgaste en la alegría y la tristezas; de las ideas con las que imaginaste mundos y utopías; de los paradigmas históricos que te sirvieron de inspiración en la vida pública; de los líderes que impulsaron tus luchas iniciales; de los valores y principios que te formaron para la vida. Si reniegas de todo eso, tienes como condena la soledad, que es morir en vida. (Ni más ni menos eso es lo que ha sucedido con algunos líderes de este país, aquellos que han renegado de todo su pasado).