1.  En nuestro país existen más movimientos sociales que lo que la gente se imagina. Una gran cantidad de ciudadanos y ciudadanas que sin pertenecer a un determinado partido político tienen una participación política en sus comunidades, centros de trabajo, a través de grupos y organizaciones que se consideran movimientos ambientalistas, de mujeres, laborales; de campesinos sin tierra, sin hogar y sin trabajo; movimientos estudiantiles, de defensa de los derechos humanos o movimientos eclesiales de base. Otros tantos, decepcionados con los partidos políticos y el gobierno, sienten admiración por dichos movimientos y hasta podrán sumarse.

2.  Estos movimientos toman fuerza en momentos en crece la duda generalizada de que nuestra democracia de partidos políticos representa los intereses de los diferentes sectores de la sociedad y cuando la clase política dominicana se preocupa principalmente por el reparto del poder y trata a los ciudadanos como simples votantes. Esta es una de la razones para volver la mirada al “participacionismo”, que trata de liberarnos de las patologías del “representacionismo”, que convierte al ciudadano en votante y al Estado en un Estado electorero.

3. Un movimiento social es la expresión de la voluntad colectiva de cambiar una realidad social que es sentida y vivida como injusta y opresiva. Constituyen una respuesta a la situación de pobreza y opresión que se acrecentó con el modelo neoliberal que ha invadido todos los aspectos de la vida de los dominicanos. Los movimientos sociales hacen públicas sus necesidades y demandas a sabiendas de que la respuesta de un gobierno al sufrimiento de su gente depende en gran medida de la presión que se ejerce sobre él.

4. Los movimientos sociales surgen estrechamente vinculados a la democracia y a la defensa de los derechos humanos. Se enfocan en demandas que no son reconocidas o que son ignoradas por los canales políticos institucionales. Constituyen un contrapoder frente a las fuerzas sociales y políticas establecidas, actúan como fuerzas sociales con una capacidad crítica ausente en los demás actores políticos. Constituyen comunidades reflexivas y deliberativas que ejercen su derecho a participar en las decisiones que afectan los intereses comunitarios, más allá de la represión y el olvido calculado.

5. El concepto de deliberación está también íntimamente unido a los movimientos sociales. La idea de deliberación incluye una opinión pública, reflexiva y puesta a prueba mediante el debate público. La permanente voluntad de debate público de los movimientos sociales es lo que le da un carácter eminentemente democrático, en tanto la democracia debe otorgar un lugar especial a la garantía de la discusión libre, y a la interacción surgida de la deliberación, que se combina con la oportunidad de hablar y escuchar sin miedo a la represión.

6. El modelo de centralismo democrático desarrollado por los partidos políticos, en los cuales la información y las órdenes circulan de arriba hacia abajo, ya no es válido para las nuevas sociedades reflexivas y demandantes.  Una democracia genuina requiere ciudadanos que tengan las virtudes cívicas necesarias para deliberar y decidir sobre los asuntos comunes. Que no permanezcan confusos ni pasivos. Promueve la participación de “ciudadanos alertas” que se sitúan en el corazón de las instituciones cívicas. Los ciudadanos de este tipo se sienten comprometidos con los problemas locales, nacionales o internacionales que guardan alguna vinculación con su visión de la vida, su experiencia personal o sus preocupaciones cotidianas y se encuentran motivados para intervenir en las demandas sociales porque también sienten la necesidad de responder a la llamada a actuar como “buenos ciudadanos”.

7. Los movimientos sociales no se quedan en la simple denuncia. Elaboran demandas basadas en propuestas sometidas al debate de los ciudadanos que conforman el movimiento, actúan desde una plataforma ciudadana, sin reparto secreto de poder y lejos de la apreciación e intereses de uno u otro candidato político. Su lucha emana desde las bases y sus liderazgos naturales. Asumen el compromiso de poner la política en la mirada de las necesidades sociales y desde la posibilidad de impulsar y, si fuera necesario, hasta de presionar, para llevar a cabo un ejercicio político diáfano, transparente y efectivo.  Se mantienen al mismo tiempo cerca y lejos de la utopía.

8.  Ante las componendas y “acuerdos entre cúpulas” que se dan en estos momentos entre partidos políticos del escenario nacional, cuando la mayoría de ellos se encuentran sumidos en una verdadera crisis estructural y de imagen,  (y que pretenden hacer creer a los ciudadanos de que sin ellos el país se hunde), los movimientos sociales representan una auténtica esperanza política,  no porque pretendan competir con los partidos políticos, sino porque su  sinergia cívica y su fortaleza  moral  están   por encima de la  de éstos  y  porque constituyen verdaderos agentes de influencia  y persuasión para marcar pautas políticas y sociales y convertirlas en reivindicaciones  que necesariamente deberán ser escuchadas y acogidas por los partidos políticos y el gobierno, y que de no hacerlo,   correrán  el riesgo de quedarse sin seguidores  o con  cansadas “mayorías”  con sus libertades coartadas, “negociadas”  o manipuladas desde arriba.

9. Los movimientos sociales del país habrán de sintonizar sus agendas y crear canales dinámicos y efectivos para comunicarse y apoyarse en sus luchas, sus demandas y sus reivindicaciones. Es tiempo ya de que los movimientos sociales se agrupen para constituir un fuerte bloque nacional de movimientos sociales que ejerza derecho a denunciar y defender las necesidades auténticas, olvidadas o ignoradas por los políticos y el gobierno, no dejándose encantar por simulacros democráticos o dádivas populistas. En estos momentos constituyen el elemento aséptico de la política dominicana.

10. Más allá del poder mediático pagado del gobierno y los partidos políticos, las nuevas tecnologías de la información hacen posible la expansión y fortalecimiento de los movimientos sociales a nivel local, regional o mundial.  En un país donde los partidos políticos y el gobierno han perdido la moral para trazar pautas sociales y económicas serán los movimientos sociales quienes lo hagan, lo exijan y lo defiendan. Y vale recordar que en las democracias no se reprimen los movimientos sociales. Se les reconoce su poder legítimo, se respetan sus derechos y se escuchan y ejecutan sus demandas. ¡Su clamor es sagrado porque en ellos descansa el poder del pueblo!