Las naciones son organismos vivos, pasibles de períodos de cambios, que van desde los que se consideran epidérmicos, por la superficialidad que los caracteriza, hasta aquellos que tocan los cimientos estructurales y, por ende, afectan profundamente la organización social y los sistemas político-sociales que las rigen. La historia presenta un espectro amplio de la tipología de cambios que señalamos y los resultados de estos en la vida de los ciudadanos. En el momento actual, se observa una reacción persistente contra gobiernos que se han organizado para favorecerse a sí mismos y proteger a grupos selectos, dejando al margen a la mayoría de la población, especialmente a los jóvenes, niños y mujeres. Las protestas se dirigen, también, contra instituciones que se organizan para actuar al margen de la institucionalidad; y son creativas para burlar los principios éticos y los reclamos justos. Además, generan en torno a ellas la cultura de la sospecha y de la crisis de credibilidad, como es el caso de la Junta Central Electoral de la República Dominicana. Se observa que los pueblos, unos más que otros, han decidido aparcar la indiferencia y asumirme como sujetos de derecho para comprometerse con la transformación de un estado de situación que oprime y disminuye la dignidad de las personas. Hay colectividades que han mostrado un arte especial para esconder la desigualdad y el privilegio de grupos reducidos, como el caso de Chile. Otros se han hecho famosos en la región por la excelente publicidad, como es el caso sobre el crecimiento macro de la economía dominicana que proclama el Director del Banco Central, sin reflejar la inequidad y la desigualdad macro, existente en el país.

La decisión valiente de jóvenes estudiantes y personas de la clase media abrió las compuertas para que, como un río, miles de ciudadanos que no se involucraban en nada se adhirieran a la lucha por condiciones de vida mejores para todos. Estamos en una época histórica en la que la conciencia crítica y la constitución de sujetos están repuntando. Los gobernantes están siendo interpelados por el pueblo; no hay vuelta atrás, los bienes y servicios corresponden a todos. Ya no es aceptable contemplar pasivamente el enriquecimiento vergonzante de funcionarios, como ocurre en muchos países de América Latina y de otros continentes. La acción organizada y transformadora no puede paralizarse hasta que no se produzcan cambios significativos que garanticen una vida decente para todos. La movilización en Haití, Hong Kong, Iraq, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Chile y Colombia han de generar frutos buenos. En Europa se observan movimientos de resistencia al avance de las fuerzas conservadoras frente a grupos de la social democracia y de la izquierda cada vez más débiles; tal es el caso de España, Italia, Inglaterra. En Francia, los Chalecos amarillos están enfrentando las políticas gubernamentales que atentan contra los trabajadores.

Esta movilización global aporta aprendizajes relevantes y concretos. Algunos de estos aprendizajes subrayan la necesidad de repensar la democracia que se exhibe en estos contextos. El debate plantea la urgencia de clarificar el tipo de democracia que estamos impulsando y la que realmente necesitamos. La que tenemos requiere revisión y actualización. No es cuestión de reciclarla; urge introducir cambios profundos que transformen la situación de derechos recortados y sistema democrático simulado. De igual manera, se impone el fortalecimiento del trabajo y acción en red. Se percibe una mayor valoración del trabajo articulado con otros. Además, los resultados son más efectivos y duraderos. Se va debilitando la actuación como el Llanero solitario. La movilización global también ha enseñado que es importante identificar lo que nos une para mayor cercanía entre los pueblos. Es preciso potenciar las relaciones teniendo como base un conocimiento amplio de las necesidades, problemas y talentos que tiene cada contexto. Este aprendizaje implica, a su vez, un intercambio más ágil de bienes y servicios. En este marco, uno de los aprendizajes que se ha de promover con fuerza renovada es una formación ciudadana que propugne por una cultura política nueva y un compromiso activo a favor de un proyecto de nación más inclusivo y digno.