Hoy damos fe pública de que a partir de la última semana del mes de la Patria tenemos un apátrida menos en la República Dominicana. Pues Luis, quien otrora fuera “nuestro apátrida favorito” tras haber visto su cédula suspendida administrativamente por la Junta Central Electoral a principios de 2013, finalmente tiene su cédula de nuevo. Ha sido una epopeya de más de dos años que hoy no vamos a relatar otra vez*, pues no se trata de derramar lágrimas negras por el sufrimiento pasado, sino de celebrar el acontecimiento que tanto tesón y paciencia han requerido de parte de Luis y de todas las personas que apoyaron al persistente ciudadano durante su largo viacrucis. De hecho, al día siguiente de haber obtenido la restitución de su nacionalidad, sin mirar hacia atrás Luis fue a la Dirección General de Pasaportes a solicitar el documento para viajar a Chile a reunirse con su esposa que labora en ese país. Recordamos que fue precisamente cuando solicitó el pasaporte por primera vez  hace casi tres años que se enteró de que su documentación había sido cancelada por decisión administrativa de la JCE, empezando así su prolongada pesadilla, hoy felizmente superada con la restitución de su antigua cédula.

Celebramos con alegría el feliz desenlace del caso de Luis, sin tomar en cuenta que se ha coartado su derecho al voto en las elecciones de mayo 2016 por la tardanza en restituir su documentación. Al menos constatamos que este fenómeno explica en parte el exiguo aumento en el número de votantes empadronados por la JCE. Tampoco en este momento de júbilo vale la pena insistir en el alto costo que ha significado para Luis su lucha por disfrutar del derecho fundamental a la nacionalidad, debiendo endeudarse en el proceso. Él lo ha asumido estoicamente como una prueba más en su vida, martirio que hoy queda en el pasado, sin sentirse traumatizado por la espantosa experiencia.

Sin embargo,  no podemos pasar por alto (con la venia de Luis) hacer hincapié en que no todos los apátridas tienen la suerte de contar con el padrinazgo pesado que ha permitido que los persistentes esfuerzos de Luis María culminen exitosamente con la restitución de su nacionalidad y la expedición de los documentos de identidad que lo acreditan como dominicano. Sin poder cuantificar su número de manera precisa, hay otros dominicanos en situación de apatridia funcional aún más onerosa que la que afectó al que fuera “nuestro apátrida favorito”. Por ejemplo, no sabemos de la suerte de los otros 69 ciudadanos asentados junto a Luis después que el libro de registro civil fuera clausurado. Es probable que ellos también formen parte de los que no tendrán derecho al sufragio en 2016, y ojalá que sea solo porque sus cédulas estén marcadas “NO VOTA”, y no porque aún permanecen apátridas por falta de medios para hacer valer sus derechos.

La celebración de Luis nos debe servir de potente estímulo para intensificar esfuerzos por hacer justicia y eliminar los vestigios de la apatridia en la República Dominicana.

*Un resumen de su odisea por la burocracia y los tribunales dominicanos en procura de la restitución de su nacionalidad dominicana hasta el  27 de junio 2015 puede leerse en el enlace: http://acento.com.do/2015/opinion/editorial/8270052-nuestro-apatrida-favorito/