Agradezco a Manuel Salazar la mención que ha hecho de mi libro “Morir en Bruselas” en un artículo publicado en la edición de ACENTO DIGITAL del sábado 5 de junio pasado. En dicho artículo, el señor Salazar hace algunas preguntas sobre mi obra que son absolutamente pertinentes. Escribo este artículo, pues, para responderlas.
- Es cierto que el género de “Morir en Bruselas” es difícil de definir. El historiador Juan Daniel Balcácer la ha definido como una “novela histórica” o una “historia novelada”. El también historiador Roberto Cassá la define como “historia novelada”. Yo la definiría como un “trabajo de investigación disfrazado de novela”. Es decir, muchísimo más cercano a la realidad que a la ficción. En ese sentido, acepto sin ambages la calificación de “honesto” que hace de él el doctor Cassá.
- En mis palabras de presentación de la obra, publicadas en ACENTO DIGITAL, defino, como parte de la metodología usada, los límites y las razones de la ficción que incluyo en ella: “Los extensos interrogatorios que ocupan sus páginas sirven para presentar los hechos históricos que he hallado […]. Las conversaciones entre ambos protagonistas, en cambio, corresponden a ponderaciones y análisis de estos hechos. Debo aclarar[…] que en ningún caso esta ficción afecta la esencia de mi obra. Tampoco se trata de una ficción gratuita. […]. Con ella busco satisfacer tres objetivos: “Primero, conectar mis hallazgos en los ocho países que se citan en la obra. Segundo, expresar las conclusiones de mis investigaciones y […] presentar la realidad en la que tuvieron lugar las muertes de Pinedo y Gómez […]”. Tony Raful califica “Morir en Bruselas” como “el trabajo más serio y detallado sobre las muertes del Moreno y Miriam Pinedo. Aun si corro el riesgo de parecer inmodesto, afirmo que su opinión es absolutamente cierta.
- He dicho en otro lugar que no considero tener el monopolio de la verdad. Me interesa sobremanera saber cuáles son las inexactitudes que podría contener mi texto.
- Con toda honestidad, no he visto ninguna “sarta de críticas contra la izquierda ni contra el MPD”.
- No tengo ninguna militancia. Es completamente irrelevante cuál sea mi posición política (tenerla en cuenta constituiría un argumento ad hominem), habida cuenta de que, como puede deducirse de lo que he dicho más arriba, mi intención es apegarme a la realidad tanto como lo permitan la lejanía temporal y la niebla de misterio que envuelve estos hechos. El mismo señor Salazar constata que hago un inventario de las virtudes de Maximiliano Gómez, lo cual no me impide, por supuesto, enumerar también sus debilidades y errores, las que resaltan sus aciertos y fortalezas. De no hacer este último inventario, incurriría en idealizaciones incompatibles con el aporte histórico que he buscado con este libro.
- La realidad no puede depender de un posicionamiento político. Me niego a que se me instrumentalice para justificar una ideología, sea de izquierdas o de derechas. Sí creo que, a pesar de que muchos fueron lúmpenes (según reconoció el mismo Gómez), muchos de los actores de izquierdas fueron gente de mucha valía moral, como lo son todos los idealistas. En otra parte he argumentado que los idealistas aportan más que los pragmáticos, por lo que, para mí, el idealismo es una virtud, una virtud que, por cierto, lamentablemente, brilla por su ausencia en los tiempos que corren.
- La “autocrítica” es un término muy mencionado por la izquierda revolucionaria, pero muy poco practicado. Tan poco, que muchos dirigentes de la izquierda revolucionaria han tomado el equilibrado análisis que hago del Moreno y sus actuaciones, como un acto destinado a desprestigiarlo. Esto es absurdo y muestra, precisamente, su incapacidad de hacer autocrítica y su afición a las idealizaciones y a las idolatrías.
- “Morir en Bruselas” ha tenido un éxito que no deja de sorprenderme: la primera edición está prácticamente agotada; la crítica ha sido prácticamente unánime: ha sido considerado como un libro bien escrito y bien documentado. Ha sido loado tanto por el publico general como por intelectuales entre los que mencionaré a Carmen Imbert Brugal, Roberto Cassá, Bernardo Vega, José Luis Malkún, Fausto Rosario, José Rafael Sosa, Flavio Darío Espinal, Juan Daniel Balcácer, Ramón Colombo…esto sin mencionar a Guido y Fabricio Gómez Mazara. Este respaldo me satisface y me parece una garantía de la seriedad de mi obra. Esta es la fuente de la primera de mis satisfacciones.
- Una segunda satisfacción es haber encontrado y compartido detalles desconocidos sobre la estadía en Europa de Maximiliano Gómez así como de las circunstancias que rodearon su muerte.
- Una tercera satisfacción: haber logrado que el público en general conociera el infierno al que fue sometida Miriam Pinedo y contradecir contundentemente a aquellos que todavía persisten en la ignominia de atribuirle la muerte de Maximiliano Gómez.
- Como no puede haber felicidad completa, “Morir en Bruselas” no ha cumplido con uno de los objetivos que me había impuesto: el de servir de catalizador de una discusión que redundara en el conocimiento de esta importante etapa histórica. Por suerte, tal fracaso no puede achacárseme, ya que es la exclusiva responsabilidad de algunos dirigentes de aquella izquierda revolucionaria tan reacia a reconocer sus errores. Me explico.
- He dicho que la crítica del libro ha sido unánimemente positiva. Que yo sepa, solo ha desagradado a tres dirigentes de la izquierda revolucionaria. Uno de ellos califica “Morir en Bruselas” como una obra de ficción, dando a entender, como hizo en su momento Balaguer con “La Fiesta del Chivo”, que mi libro no es más que fruto de mi imaginación. Otro dirigente ha expresado el sinsentido de que al defender a Miriam Pinedo, denuesto la memoria de Maximiliano Gómez, de querer pintarla – a ella, que fue apresada, secuestrada, torturada, estrangulada, decapitada, despedazada y calumniada – como a una víctima ¡Si ella no lo fuera, no sé quien podría serlo! Finalmente, un tercer dirigente se indigna diciendo que mi novela es una m*****. No se lo tomo en cuenta: fue uno de los que votó la muerte de Miriam Pinedo; fue uno de los que participó en el simulacro de interrogatorio al que fue sometida. Peor aún, uno de los presos canjeados junto a él por el teniente coronel Crowley me ha hecho saber que sobre este individuo pende la sospecha – ¡Horror de horrores! – de haberla violado sexualmente. Cabría esperar que estas críticas a mi libro se hicieran públicamente. Al no hacerlo, estos dirigentes rehúyen su deber histórico. Pero ese es su problema, no el mío.
- Su silencio es lamentable. Quedan preguntas importantes por responder: ¿Cómo fue posible que, a pesar de su carácter sádico y criminal, Manolo Plata siguiera fungiendo como líder del grupo de exilados del MPD? ¿Cómo es posible que la versión que de estos hechos da Manolo Plata sea compartida por muchos dirigentes del MPD, a pesar de haberse demostrado su falsedad?¿Cómo es posible que a Miriam Pinedo la torturaran, la condenaran y la asesinaran miembros del mismísimo MPD?¿Cuál fue la actitud de la dirigencia del MPD ante estos hechos?¿Por qué esta ha callado, insistentemente, ante las reiteradas acusaciones públicas que sobre estos hechos le hizo la familia Pinedo Mejía en general y Monchín Pinedo en particular? Este silencio le hace un magro servicio a nuestra historia e incluso a ellos mismos: ya se sabe lo que se dice de quienes callan…
- Cuando digo que morir en Bruselas no sirve de nada no digo que militar en la izquierda fuese inútil. Al decirlo, quiero puntualizar el carácter absurdo de las muertes de Pinedo y de Gómez. En cuanto a esta última, debo decir que fue, junto a la de Caamaño, una herida mortal de la que la izquierda no pudo recuperarse. Hugo Hernández Alvarado, el más joven de los presos canjeados comparte la opinión de Tony Raful de que el secuestro de Crowley fue, aunque comprensible, pues se temía por la vida del Moreno, un enorme error, pues, al fin y al cabo, terminó costándole la vida.
Concluyo felicitando al señor Salazar por haber sido el único dirigente que, hasta la fecha, se ha referido a mi obra, la cual, según se ha dicho, posee un innegable valor histórico; afirmando que muchos dirigentes de la izquierda tienen un legítimo derecho de sentirse orgullosos del papel que jugaron; y repitiendo uno de los refranes favoritos de mi madre: “amor no quita conocimiento…”