“Que los dioses me libren de la cobardía que no se atreve a afrontar nuevas verdades, de la pereza que se contenta con medias verdades, de la arrogancia que cree conocer toda la verdad”. (Oración keniana sobre el espíritu de la verdad).
Los fundamentos de la macroeconomía nos señalan de manera epidémica como andan la tasa de inflación, la tasa de cambio, la tasa de interés y como ha sido el crecimiento del PIB. Todo ello es importante, empero, como nos dicen Amartya Sen, Joseph E. Stiglitz y Jean-Paul Fitoussi, lo trascendental es como medir nuestras vidas y como el PIB conlleva sus limitaciones como indicador de progreso.
Una sociedad puede crecer, su infraestructura verse en un oráculo vertiginoso, no obstante, el ritmo de su progreso y desarrollo del nivel de la calidad de vida y bienestar no ilustrarse en el espejo en todo el cuerpo social de una sociedad determinada. La mirada del presente no puede ser una mera observación del contraste con el pasado. 58 años que salimos de la dictadura más férrea de su tiempo y 54 años de la Guerra de abril nos señalan un periodo de “relativa” paz social, política y económica, sobre todo, al apuntar la democracia desde el 1978 como un eslabón de transición que no termina.
La sociedad dominicana, que no podemos decir que no muestra signos vigorosos de crecimiento a lo largo de los últimos 50 años, empero, no muestra en términos sociales los alcances, sobre todo si nos comparamos con países con menos crecimiento del PIB, sin embargo, con panoramas sociales, indicadores, que no se constituyen en bucle vertebrado de necroeconomía. No pudimos cumplir con los 8 Objetivos del Milenio y como vamos, no podremos lograr los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible: fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, agua limpia y saneamiento, energía asequible y no contaminada, trabajo decente y crecimiento económico, industria, innovación e infraestructura, reducción de las desigualdades, ciudades y comunidades sostenibles, producción y consumo responsables, acción por el clima, vida submarina, vida de ecosistemas terrestre, paz, justicia e instituciones sólidas y alianzas para lograr los objetivos.
Los actores políticos responsables de las políticas públicas todavía están encerrados en el viejo paradigma del crecimiento del PIB y el “derrame” como generación espontánea. Es una visión anquilosada, miope y excluyente porque el objetivo fundamental no es el crecimiento per se, sino el desarrollo de la gente. Somos una sociedad que su PIB crece en promedio de 5.5%, empero, su deuda duplica el mismo: 9 a 12% anual.
En 7 años la deuda aumentó en US$19,000 mil millones de dólares y su composición varía denodadamente. Hoy, los bonos representan el 83% de la deuda. 53% del PIB es el ritmo galopante. La sombra nos oscurece cuando vemos lo que tenemos que pagar de intereses y saldo de la deuda, esto es, intereses y amortización de capital: US$3,000 millones de dólares en amortización que corresponden al 3.6% del PIB y RD$143,000 mil millones de pesos de intereses que representan el 2.8 del PIB. El pago de intereses es más alto que la inversión púbica. Para graficar mejor el marco macroeconómico del presupuesto del 2019, veamos:
Presupuesto del 2019: RD$921,810.5
Ingresos: RD$689,930.5
Gastos: RD$765,455.9
Prestamos: RD$231,880.
Pago Deuda Pública: RD$156,354.7.
Según las autoridades, de cada RD$100 pesos que paga el Gobierno, RD$20 pesos van a Educación; RD$8.2 pesos a Salud; RD$8 pesos a la Administración Pública y solo RD$7 pesos a Protección social. RD$33 pesos se abonarán al pago de la deuda pública. Esto significa que el pago de amortización de capital e intereses es 1.17 veces más que Educación y Salud juntos. RD$23.7 pesos corresponde a Energía, Justicia, Orden público y Seguridad, Protección del medio ambiente.
Estamos, más que en una macroeconomía saludable, en una necroeconomía, definida como “Todo aquello que se rentabiliza a partir del dolor, la muerte, la injusticia, la desgracia o todo a la vez”. “Como una forma de ganar pasta a costa de la vulnerabilidad social de las personas o de los grupos”. En fin, diría Marta Flich “es la economía muerta que da vida al capitalismo más grosero y sanguinario”.
¿Cómo se expresa esa necroeconomía en el drama social y las vidas quebradas? Ahora mismo van más de 40 muertos por dengue y más de 4,000 contagiados por esa epidemia. La Mortalidad materna es de 104/100,000 mujeres y la Mortalidad infantil de 26/1000; ambas de las más altas de la Región. Tenemos 23 niñas y adolescentes embarazadas, lo que hace que la pobreza intergeneracional se reproduzca y se constituya en fuertemente estructural. “De cada 1000 adolescentes, el país cuenta con 90 embarazadas, lo que constituye un promedio súper elevado con respecto a 44 en todo el mundo y 62 en la región”, según el Fondo de Población de Naciones unidas en entrevista con el Grupo Corripio en el Periódico Hoy.
Existe una población del 64% entre 15 y 64 años, esto es, una población bono demográfico, población en etapa productiva, no obstante, con una alta tasa de ella que se encuentra desvinculada del mercado de trabajo. 36%, según la referida entrevista, representa la tasa de menores de edad con pareja. Un elevado porcentaje de niñas con hombres que le llevan más de 10 años.
Tenemos la tasa más alta de jóvenes fuera de las escuelas. Alrededor de 50 de cada 100 no estudia en el bachillerato. En las mujeres la tasa es mejor: 74/100. En promedio solo el 60%. En las universidades hay 540,000 estudiantes, esto representa apenas un 4.9% de la población. La deserción es la constante tanto a nivel de la educación media como en las universidades. Somos el país, de 19 valorados por LATINOBAROMETRO, que más dinero toma prestado para cubrir sus necesidades vitales. Con 23 salarios mínimos, donde más del 57% de los que trabajan están crucificados en esos parámetros. Es por ello que en 50 años la esperanza de vida al nacer solo ha aumentado 16 años. Hoy es de 74 años.
Desde el 2008 hasta hoy, 2019, la macroeconomía ha estado basada en los dos déficits gemelos: fiscal y endeudamiento. Este último dañino para lo que se toma prestado en nuestro país, no obstante, constituye el espejo mimético del crecimiento vía consumo. Exactamente, el Estado con 14% de presión tributaria gasta entre 18 -20%. Esa diferencia es producto del endeudamiento, esto es, el gasto público, se coloca en 29% de lo que representan los ingresos. Vale decir, 29% por encima de la capacidad de sus ingresos.
De nuevo, ¿cómo nos mira entonces la necroeconomía? Después de la Isla de Niue que solo tiene 200,000 habitantes, somos líderes en el mundo en muertes por accidentes de tránsito (3,000) que es el 29%. 3,000/100,000 habitantes. Esto es sin valorar las personas que quedan postrados por heridas, lesiones permanentes, para toda la vida. Estamos entre los líderes en violencia de género, en desigualdad de género y en tasa de feminicidio.
La macroeconomía, en su dermis, nos lleva a la necroeconomía porque la forma del gasto es de mala calidad, la redistribución de los ingresos acusa una alta inequidad y la corrupción alcanza, según el BID, un 3.8% del PIB (Gasto de mala calidad). Esto expresa y dibuja un verdadero drama social que se cristaliza en vidas quebradas. Vidas quebradas en dinámica de exclusión, marginalidad. Seres humanos que viven en el Siglo XXI con las carencias que nos daba el Siglo XIX y comienzos del Siglo XX en la génesis de la modernidad en el mundo. Drama social que no dan vidas que expresen la esperanza halagüeña de vivir. Vidas quebradas estando vivos, pero donde los ojos no miran más que piedras y lodo.