“Crisis de las ideologías y de los partidos; alguien ha dicho que estos últimos son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma viven en un proceso continuo de precarización”. (Umberto Eco: De la estupidez a la locura).
El hombre con más seudónimos del mundo, Vladimir Ulianov, mejor conocido como Lenin, decía “La teoría sin la práctica, es estéril, más la práctica sin teoría, es ciega”. La política es ciencia y es arte. Si solamente es arte trabaja sin visión, es un mero cascarón de la practicidad, se sumerge sin transformar los desafíos, se ancla regodeándose del pasado sin criticidad, aborda el presente sin óptica, sin criterio de misión. No puedes, sencillamente, volar. Le faltan las antenas que logra dibujar el presente en una perspectiva conjugada de futuro.
La ciencia, soporte medular de la política, ella sola en sí misma presagia el futuro, empero, no logra encontrarse con el escenario cierto. Crea la imaginación sin sombras perennes, dado que la praxis no encuentra eco y por lo tanto no se transforma nada. Se dilata el presente sin transformaciones estructurales, sin cadena de valor que haga posible la conexión de los tres tiempos, elemento vital para encontrarnos con LA POLITICA, que constituye el imperativo inexorable de un estadista. No por dirigir el Estado se es estadista. Él es la constelación del arte y de la ciencia. El arte aborda la intuición y cuando no es controlado, cuando el equilibrio queda desbordado, queda solamente la pasión. La pasión es magia necesaria para emprender vuelos con sabiduría, con creatividad e innovación, empero, cuando se desliza sin cauce lo desestructura todo y nos enferma.
El dinero y el poder en la política dominicana han sido una realidad permanente. Poder y dinero se conjugan como hermanos siameses. El uno no puede comprenderse al margen del otro; sin embargo, lo que lo hace atroz es que en pleno Siglo XXI, en su segunda década, acuse una dimensión tan estelar. El dinero es una realidad que fortalece el poder sin visión, el poder con el sentido del presente. El poder que da el Estado viene a ser la brújula que hace potenciar los negocios y recrudece el ego que expande la alienación del ser. El acicate del Síndrome de Hybris se agiganta y perdemos como sociedad porque los actores políticos se sumergen en sus sueños, en sus resentimientos y en todo grado de vileza.
El dinero y el poder son realidades, no son mitos, fábula ni leyenda. Están ahí omnipresente, omnisciente. Es lo que vimos en las primarias recién celebradas cuando Participación Ciudadana arrojó que en “un 42% de los recintos de votación se pudo comprobar campaña política en violación a la norma y en un 30% se pudo observar compra de votos que correspondía en la mayoría de los casos a personas identificadas con precandidaturas del PLD”. Compras de cédulas a borbotones y toda manifestación de clientelismo en los alrededores de los recintos y mesas electorales. Sencillamente una orgía en medio de un mercado de miseria.
El dinero y el poder lejos de coadyuvar a que los ciudadanos sean libres, puedan operar con entera libertad, los humilla, degrada, en su condición de derecho y de seres humanos. Uno de los pocos momentos que pudiesen tener para igualarse de manera horizontal y plural al concierto de los 7,422,416 ciudadanos con poder de elegir. Una parte significativa no pueden seleccionar, preferir. Su miseria material se perdió allí donde su exigüidad espiritual, encarnada en la dignidad, se atropelló en la medianía de una clase política que nos ha destrozado moralmente.
Si un éxito total ha tenido el PLD a lo largo de estos últimos 15 años es haber destruido el corpus ético-moral de la sociedad. Los dilemas éticos del relativismo y de hacer todo lo necesario para ganar se contonean en las expresiones: “Na e na y to e to” “Eso siempre se ha hecho así” “Algo es algo” “Para nada es mejor”. Mitos que están ahí que forman parte de la cultura del dominicano, de sus sistemas de creencias. Tradiciones que no nos permiten encontrarnos con la Sociedad del Conocimiento y de la Información.
Leyendas y fábulas que nos envuelven y envilecen como sociedad, que nos anquilosan como pueblo y no nos dan espacio para rupturar el statu quo. Esa construcción de mitos nos hace ser una sociedad conservadora. Prueba al canto: las primarias fueron una fiesta de la democracia. Nos preguntamos con respecto a qué. Si fue desde la visión de la democracia y su calidad y su costo/beneficio, acusó una verdadera calamidad, ruina. No hubo fortalecimiento del sistema de partidos, sobre todo, en el partido gobernante. Al contrario, la crisis que lo sobrecogía se acrecentó. El clientelismo llegó a unos niveles espantosos, pavorosos, hórridos y desagradables.
Al uso del dinero, del abuso del Estado, de las violaciones normativas, de las leyes, de la Constitución, no hay que ser un experto en tecnología para darnos cuenta que hubo espacio de trapisonda, de engaño, estafa, de falsificación. Todo el que tiene un poco de dominio de estadística sabe que lo que vimos en la pantalla no podía ser normal; como todos sabemos que en una primaria donde votó alrededor de un 30%, no podía haber un 3.3% de NINGUNO. ¡Quien en su sano juicio va a ir a hacer fila para votar por NINGUNO: 62,728!
El dinero y el poder en sí mismo, no pudieron en estas primarias. Pasaron a ser un mito. Necesitaron algo más. Ese algo más constituye el monstruo que quiebra y deteriora nuestra democracia. En el 2007 según Latinobarómetro de agosto del 2018, la percepción valorativa de los ciudadanos hacia la democracia era de 73%. Para el 2018 se encontraba en 44. Con estas vicisitudes del 2019, en materia de calidad democrática, no nos cabe la menor duda que el deslizamiento será altamente estrepitoso.
Los actores políticos, la mayoría de mentalidad análoga, no se han dado cuenta que hace más de 25 años que la tecnología nos transformó de homo sapiens a homo videns. Todo acaba siendo visualizado y en esa visualización de panorámica total, la democracia dominicana sigue por la pendiente donde nos tiramos de 25 pies de altura sin paracaídas. Es la desazón que pude ver todo el domingo, donde pude comprobar más de 50 mesas electorales y 127 colegios que nos daba vergüenza.
No es una actitud apocalíptica pero la democracia nuestra es enteramente de papel. Casi no tiene hombres y mujeres del stablishment y sí millones del statu quo. Gritan en la sombra del gatopardismo con escasa visión de la democracia, como pordioseros de sus propios intereses sin ver los caminos globales de la sociedad. ¡Con mucha razón, en una entrevista practicada al laureado escritor y Premio Nobel Mario Vargas Llosa, poniendo en circulación su última novela “Tiempos recios”, dijo “ Un país salvo casos excepcionales, no se jode en un día”!