En 1999 el director de la Biblioteca Nacional —organismo que todavía no ostentaba el nombre del insigne humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña— era el historiador Diómedes Núñez Polanco y quien les habla era su asistente. él había aprobado la propuesta nuestra de reanudar el programa de publicaciones desarrollado en los años 80 bajo la dirección del poeta Cándido Gerón, por lo que nos tocó asumir el rol de Coordinador del Programa Editorial.
Es así como en ese año, como si fuera el secreto literario mejor guardado, sin ruido, Enriquillo Sánchez, respondiendo a una petición nuestra, nos confió la tarea, la honrosa tarea, de reunir en un volumen sus textos narrativos dispersos, los premiados y los aun no publicados. De algunos de ellos ya ni memoria tenía él, pero los iba encontrando en escondites personales de su hogar.
El título de ese volumen de cuentos y relatos de Enriquillo sería Los empalagosos negros del paraíso. El singular poeta y bien recordado amigo aprobó de inmediato nuestra propuesta de título para su obra narrativa. Recordamos ahora, con algo de nostalgia, cuando nos dijo: «Solo un hombre como tú, Miguel, es capaz de ponerme a mí en esto». Fue en una de esas ocasiones en las que, sigilosamente, visitaba nuestra oficina en esta Biblioteca Nacional para traernos, emocionado, otro cuento rescatado, escrito, casi siempre, en una máquina de escribir marca Olivetti, de aquellas de cinta con una banda roja y otra negra.
En el mes de julio del año 2000 el proyecto había alcanzado la fase de diseño gráfico o diagramación, labor realizada en los talleres gráficos de Cocolo Editorial, empresa joven del escritor y amigo Avelino Stanley. Pero vino el cambio gubernamental en agosto de ese año y todo cambió: renunciamos a los 10 días del cambio de gobierno del PRD al PLD de la posición que ocupábamos en la principal institución bibliotecaria del país y Los empalogosos negros del paraíso desaparecieron… como si, de repente, pasaran del paraíso al infierno. Es común el extravío de proyectos en los procesos de traspaso de mando a nivel de Estado en esta patria nuestra.
Ocurre que cuatro años después, en agosto del año 2004, a solicitud de nuestro amigo Diómedes Núñez Polanco, quien había sido designado nuevamente director de la Biblioteca Nacional —ahora Pedro Henríquez Ureña—, volvimos a trabajar en esta institución, ocasión en la que, a sugerencia de él, retomamos el proyecto de publicación de los cuentos de Enriquillo Sánchez, quien, lamentablemente, había fallecido el mes anterior, el 13 de julio, tras sufrir un paro cardíaco. Su honorable esposa y amiga, doña Cristina de los Santos de Sánchez, también confió en nosotros y puso en nuestras manos los archivos literarios del ilustre poeta. Eso permitió la obtención de nuevos textos narrativos de Enriquillo, lo que nos hizo pensar en un título quizá más atractivo: Rayada de pez como la noche, que así se titula una de las piezas narrativas contenidas en el libro. Recuerdo que el poeta León Féliz Batista, con la aprobación del poeta Basilio Belliard, nos sugirió que le pusiéramos como subtítulo Cuentos completos. Y eso hicimos.
Curiosamente —¿juego quizá del destino?—, luego de transcurridos 14 años, en septiembre del pasado año, el director de la Biblioteca Nacional, que sigue siendo Núñez Polanco, nos solicitó que retomáramos el proyecto de editar en formato de libro la tesis de grado de Enriquillo Sánchez, titulada La poesía bisoña (poesía dominicana 1960-1975): reseña y antología, para lo cual asumimos, temporalmente, la dirección de la División de Publicaciones del organismo bibliotecario.
Y he aquí el resultado: un volumen de 400 páginas, con fotografías de los antologados en su interior, hermosamente diseñado. Ha sido un proyecto ejecutado por un equipo atravesado del entusiasmo propio de quienes abrasan con pasión una causa: nos referimos al personal de la División de Publicaciones de esta Biblioteca Nacional. Mencionamos sus nombres, porque no los consideramos soldados anónimos: Lorenzo García, Ana María Nivar, Lisandro Martínez, Adrian Peralta y José del Villar García. Agradecemos la gentileza que ha tenido el artista plástico dominicano Van Robert, residente en la ciudad de Miami, al permitirnos ilustrar la portada del libro con su hermosa obra El deseo. Y justo es destacar el empeño puesto por el poeta Ramón Saba, Encargado del Depto. de Gestión Cultural de esta biblioteca, y de su dinámica y eficaz asistente, la señora Anadys Rosado, para que esta noche pudiéramos disfrutar de este acto evocador en homenaje póstumo a uno de los hombres de letras más singulares de la literatura dominicana: Enriquillo Sánchez.
Fue en el mes de octubre de 1975 que Enriquillo Sánchez presentó su tesis de grado en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) para optar por el título de Licenciado en Letras. Su asesor de tesis lo fue el profesor Juan Bosch.
Esa tesis —que ahora ve la luz pública en formato de libro 33 años después— causó gran interés en el ámbito literario dominicano al ser comentada por Alberto Baeza Flores, quien le sugirió a Enriquillo que la publicara en formato de libro. El crítico y poeta Baeza Flores, destacado miembro de La Poesía Sorprendida, en su libro Los poetas dominicanos de 1965. Una generación importante y distinta, publicado en 1985, dice lo siguiente: «Sería deseable que el autor […] se resolviera a darnos su estudio y antología revisados, enriquecidos e impresos». Según él, «redundaría en beneficio de la cultura dominicana».
Recordar a Enriquillo Sánchez con su sonrisa amplia, bonachona, y su energía vital expresada en su mirada inquisidora y vivaz; con su bohémica alegría y su manía de «trabajar mientras dormía», podría ser una forma quizá peculiar –como lo fue él― de ofrendarle un merecido homenaje póstumo. De recordarlo así, de seguro que él nos sonreiría desde el más allá. Así lo recordaremos cada vez que visitemos las páginas de su esperado libro Poesía bisoña. Poesía dominicana, 1960-1975 (Reseña y antología).