Me gusta esta frase del escritor francés Antoine de Saint-Exupery, en su obra El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”, pues el verdadero valor de las cosas no siempre es evidente a los ojos físicos. De ahí que solo se ve bien cuando se unen los ojos cuerpo a los ojos del corazón.

En muchos momentos de nuestra vida hemos escuchado de otros o de sí mismo/a, no se puede entregar todo el corazón para que no te lastimen, o también la expresión, ponle cabeza a eso, piensa en frio, no seas flojo,  frágil o sentimental, en fin, la idea es que la dureza se asocia a la cabeza o la razón  y la fragilidad se asocia con el corazón.

Sin embargo, qué  diferente sería nuestro mundo si mirásemos con los ojos del corazón y si transitásemos por donde él nos guíe. De la sabiduría campesina siempre oí hablar de las corazonadas, de la voz de la conciencia y de dejarse llevar por las palpitaciones que te dé   el  corazón. Hoy día, uniendo esa sabiduría popular o empírica a las orientaciones científicas, nos damos cuenta que es una gran verdad. Y es lo que muchos autores llaman intuición.

Si nos llevamos de la intuición,  lejos de la lógica, nos daríamos  cuenta de  las cosas que suceden a nuestro alrededor y normalmente no vemos, quizás pudiéramos ver todo  desde otra perspectiva, con mucho más bondad, incluso para aquellos que creemos no merecedores.

Y es que muchas  veces podemos ir  por la calle creyendo ver, pero en realidad,  no vemos nada, sólo,  lo que está por encima, sin mucha profundidad. Caminamos sin percatarnos de nadie, salvo que nos tropecemos con una persona. Es muy diferente  cuando nos convertimos en observadores, y tenemos cada detalle a la vista, y a la vez, esos detalles nos dicen algo para sí  mismo.

Si nos detuviéramos   unos minutos en el diario trajín de nuestra vida, quizás hasta fuésemos  más felices, los recuerdos no nos dolerían tanto y los rencores se nos reducirían al máximo, porque nuestra luz interior sería mucho más resplandeciente permitiéndonos disfrutar de todos los detalles que la vida nos regala.

Quiero rescatar esta  frase de Carl Jung: “Solo se volverá clara tu visión, cuando puedas mirar en tu propio corazón. Porque quien mira hacia afuera sueña y quien mira hacia adentro despierta”, y es que quien mira hacia adentro encuentra en sí mismo aquello que muchas veces está buscando afuera  y sin éxito alguno.

Adentro están contenidas todas las respuestas, aunque muchas veces busquemos afuera desesperadamente, y hasta nos lanzamos a contactar con otros y otras esa búsqueda, sin embargo, al final nos sorprendemos al saber que  toda la esencia de nuestro ser, aquellos tesoros que fuimos adquiriendo con el tiempo, sabidurías ancestrales que nos conectan con la vida y que nos indican los pasos hacia donde nos lleva el corazón,  están justamente, adentro.

Transita por donde el corazón te indique

La sabiduría como fuente de la esencia de nuestro  ser  y el corazón van de la mano, si podemos cultivar y saber interpretar desde estos dos aliados, nuestras vidas serán más plena y más felices.  Es  precisamente, la sabiduría la que nos permite transitar por donde nos indica el corazón.

La expresión de C. Jung, es muy profunda, y es nueva  para esta época, por tanto, ponerla en práctica, pondrá más elementos de humanidad a nuestro accionar; el filósofo B. Pascal dice: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”. Como si le diera una mayor elevación a las razones del mismo corazón, por encima de la lógica o de la razón. Y cuando vemos a alguien con acciones inhumanas, solemos decir: parece que no tiene corazón. Creo que el corazón es quien le muestra el camino a la razón, cuando es así, somos personas más justas y felices.

Transitar por donde nos indica el corazón nos beneficia en sentido general, pues nos libra de muchas tentaciones y nos conecta siempre con la gratitud, los valores, con la cultura de paz, con el despertar de la conciencia, con la intuición y la sabiduría. Nos hace mejores seres humanos.