Llegar a los ochenta años de vida con esa pasión por lo mejor de lo humano; con esa energía juvenil sin merma; con esa capacidad para la alegría, la tristeza y la rabia; con esa vocación de lucha por los mejores sueños de este país; con esa lealtad a sus convicciones, siempre comprometedoras; con esa capacidad para el trabajo organizado; con esa ilimitada generosidad para dar afecto a todos los suyos: su hijo Juan, sus tres nietos, sus padres y tios, hace mucho en la infinitud del recuerdo (y agregue más: sus millares de amigos, sus compañeros de causas y su pueblo entero)…Eso  sólo tiene un nombre: Milagros Ortíz Bosch.