Con más de 300 millones de migrantes circulando, legales e ilegales, el mundo de hoy es prisionero de un flujo de personas que van y vienen de un lugar a otro del planeta casi siempre por razones económicas causadas en sus países de origen. Esta migración es reflejo fiel del desequilibrio económico mundial, dado que quienes emigran son pobladores de los países más pobres del mundo hacia los centros de poder económico de Europa y EEUU fundamentalmente.

Otras razones también se presentan en esta dislocada transitoriedad de la gente. Contradictoriamente, los países receptores, no son abiertos a estos visitantes, pero los necesita. Esta necesidad es resultado de una crisis de mano de obra y porque son sociedades vegetativas en cuanto a crecimiento poblacional en muchos casos, con un crecimiento negativo o de baja en su mano de obra económicamente activa, presentando un colapso entre demanda de mano de obra en el mercado laboral y disponibilidad de la población oriunda del lugar, por tanto, para dar respuesta a esto es necesario depender de la mano de obra extranjero, por encima de los resquemores y prejuicios.

Otros factores se conjugan al delicado tema migratorio internacional, como el hecho más que evidente de que los trabajos forzados, menos técnicos y de exigencia en la formación del empleado, son realizados por los extranjeros, lo cual genera una centrifuga relación entre marginalidad laboral, autoexclusión de los obreros y ciudadanos de esos países de destino y la mano de obra local; mientras que, al que llega como refugiado económico, no le queda más que coger lo que el mercado laboral local desestima, presentado como déficits de mano de obra, que por demás, es expresión de un margen laboral de bajos salarios, ventajas y beneficios adicionales débiles y exclusión social  con una marginalidad en la calidad de vida de estos inmigrantes.

Este nacionalismo laboral es propio también de ideas conservadoras y del neo-nacionalismo que, termina culpando al extranjero de los problemas económicos y sociales

Si seguimos peinando la migración internacional, encontramos otras modalidades del desplazamiento hacia los centros de poder mundial, como es la naturaleza profesional y técnica debido a la expulsión de esta mano de obra profesional en sus países de origen, pues la selectividad de ingreso en el mercado laboral de esas sociedades visitadas, está condicionada por privilegios de tipo político, sociales o de otra naturaleza como el nacionalismo laboral que los obliga a salir como inmigrantes forzados de su territorio con la esperanza de que,  su nivel de vida esperado, solo se alcanzaría fuera de sus fronteras; a este tipo de inmigración también se le conoce como fuga de cerebros, aunque esta es más exigente en los niveles de solicitud por parte del capital de estos centros hegemónicos, por eso muchos profesionales de nuestros países terminan detrás de un volante como taxistas, porque no siempre se logra penetrar el difícil mundo laboral de estos destinos.

No obstante, esta inmigración, que no es necesariamente de grupos marginales y pobres, sino de profesionales, se confrontada con políticas proteccionistas estatales o de prejuicios socioculturales que excluye automáticamente al profesional extranjero, ante un demandante del puesto, que sea nacional.

Este nacionalismo laboral es propio también de ideas conservadoras y del neo-nacionalismo que, termina culpando al extranjero de los problemas económicos y sociales de estos países ricos y genera prioridades selectivas, primeramente con los profesionales de su país y luego los demás, que conlleva niveles selectivos prejuiciados por orientaciones sociales, culturales y raciales de los países de origen, por lo que el profesional nuestro pasa trabajo antes de ser reconocidas sus competencias por los otros.

Obviamente que esta inmigración, con un tamiz de esta naturaleza, hace que los inmigrantes se coloquen en las capas más bajas de estas sociedades y la secuela de conflictos sociales que ello conlleva. Residen estos pobladores en los barrios más pobres, con niveles delincuenciales altos, traumas familiares, baja educación, violencia familiar y social producto de las condiciones de vida, los bajos salarios y demás inequidades que acompañan su estilo y condiciones de vida.

Este matrimonio sin divorcio entre inmigrantes y países receptores quiebra los discursos nacionalistas internos por la dependencia para el sostenimiento de sus economías. Esta realidad desigual hace que, por encima del prejuicio y el rechazo hacia el inmigrante, son necesarios para dinamizar sus economías y hacerlas competitivas, pues el capitalismo desde sus orígenes depende del llamado ejército de reserva de la mano de obra libre, para hacerse competitivo, demandante y generador de riqueza de sus representantes o capitalistas.

Detrás de este ejército de inmigrantes se esconde otro elemento complejo que articula las dos economías, la de los países ricos y la de los países pobres a través de las remesas, circulante monetario que se desplaza de un lugar a otro y alivia el malestar de familias enteras y las economías de los países pobres en este esquema mundial desigual, que se produce  en las relaciones entre países ricos y pobres de un modelo que no logra superar sus contradicciones intrínsecas en la distribución del beneficio entre todos y no para unos pocos, lo cual niega la promisoria proclama de la modernidad de siglos anteriores.

Esta remesa también desangra la economía de los países ricos porque no se queda una parte del dinero en el mercado interno, sino que sale hacia otros mercados, si bien no es mucho el monto, es tan grande para los países pobres, pues en muchos casos implica más de un 25 % de su balanza de pago. Todo este entramado nos sugiere un complejo modelo de reproducción del capitalismo mundial en que el que no logra superar crisis estructurales, no logra evitar los escapes y fugas graves de algunos componentes, como el financiero, y la economía mundial se ve hoy envuelta en una lucha por el control del mercado mundial con nuevos competidores como el caso de China.

Recientemente sin embargo, salió un artículo comentando los resultados de las estadísticas poblacionales de china, con más de 1,411 mm de habitantes, pero extrañamente con un tema de agenda relacionado a una tendencia a la baja de su mano de obra laboral, que podría implicar a futuro, un conflicto de competitividad de su gran economía, pues presenta una tendencia dificultosa su reproducción poblacional, además de una creciente y preocupante dominio de su población vieja.

Este reto obliga a los centros de poder económicos del mundo, a redefinir sus estrategias hacia nuevos atractivos que le hagan eficiente y eviten su desplazamiento en la hegemonía mundial, la inequidad de la economía capitalista mundial en su relación con los países pobres inclinaría la balanza hacia nuevos aires promisorios de capitales, intercambios y recomposición del orden económico mundial, que también podría redefinir los destinos migratorios hacia nuevos centros de poder. Esta lucha a penas se inicia. Lo cierto es que, la migración mundial y sus consecuencias, es una agenda obligada de los encuentros internacionales.