A efectos de la compresión del término en esta publicación, definiremos los  conceptos Norte-Sur y Sur-Sur.

Banco Mundial define ambas regiones atendiendo a factores tales como su PIB per cápita. En este sentido, los llamados “países del Norte”, son aquellos cuyo PIB por habitante es superior a $12.375 USD anuales. Y por ende, son clasificados con un alto nivel de ingresos.

En cambio, se encuentran los países del Sur, cuyo PIB per cápita oscila entre los $1025 a $3.995 USD anuales. Es por tanto que su clasificación va desde países con ingresos bajos a países con ingresos medios altos.

Atendiendo a esta realidad, que expresa la notable desigualdad mundial, es de donde podemos deducir el primer factor causante de las llamadas migraciones forzosas.

Los países tradicionales para emigrar se encuentran en América del Norte, Europa, Oceanía, y parte de la región Asia. En tanto que Canadá y EEUU, tienen un peso del 37% de población Inmigrante, España, Reino Unido, Italia, Alemania, Francia, y Suiza reúnen el 93%, Arabia Saudita 37% y Oceanía 29%.

Muchas personas pueden pensar que estas cifras quedan cortas, ya que nuestra percepción puede verse basada en que son más los que emigran de los que realmente son.

Cuando la realidad puede verse desde un ángulo distinto, dado el fenómeno actual de que los movimientos migratorios ya no se están dando de la manera tradicional, es decir de países del Sur hacia países del Norte,  sino más bien, de países del Sur hacia otros países del Sur, que están teniendo auges de crecimiento económico de importante repercusión. En 2013, por ejemplo, más del 38 % de los migrantes internacionales se trasladó desde países en desarrollo hacia otras economías en desarrollo, en comparación con el 34 % que se desplazó desde naciones en desarrollo hacia países más avanzados, según datos del Banco Mundial al 2015.

Las personas se desplazan por razones de índole política, económica, social, incluso el cambio climático ha supuesto una nueva causa que lleva a que ocurra el fenómeno de la migración. Sin embargo, las razones socioeconómicas siguen siendo la principal causante.

El ir tras la búsqueda de un nivel de vida que suponga calidad para la vida del migrante y sus familias. Ha quedado demostrado el peso tan importante que supone para la economía de los países en vías de desarrollo el envío de remesas por parte de quienes han emigrado hacia países desarrollados o incluso a otros países en desarrollo pero que han alcanzado un crecimiento económico superior.

Solo para poner un dato, en 2015, según el Libro de datos sobre migración y remesas 2016, publicado a instancias de la Asociación Mundial de Conocimientos sobre Migración y Desarrollo (KNOMAD, por sus siglas en inglés) del Grupo Banco Mundial, los migrantes internacionales enviarán USD 601 000 millones a sus familias en los países de origen. De este total, las economías en desarrollo recibirán USD 441 000 millones.

Además de que constituyen un empuje para la Ayuda Oficial al Desarrollo, tal como queda expresado por el economista y Director del Equipo de Migraciones y Finanzas del Banco Mundial, Dilip Ratha “Puesto que más que triplican el valor de la ayuda para el desarrollo, las transferencias de los migrantes internacionales representan un salvavidas para millones de hogares de países en desarrollo. Adicionalmente, los migrantes mantienen más de USD 500 000 millones en ahorros anuales. En conjunto, las remesas y los ahorros son una importante fuente de financiamiento de proyectos de desarrollo que pueden mejorar la vida y los medios de sustento en las economías en desarrollo”.

A pesar de que los inmigrantes para los países desarrollados, suponen una fuente de mano de obra importante para subir sus economías, son vistos por la población originaria de esos países como grupos de personas que vienen a cambiar su realidad. De ahí surge cierto temor y resistencia a su presencia.

En el caso de las migraciones que se producen desde África  del Norte y el Medio Oriente hacia Europa, se ha producido un temor debido a los llamados procesos de Islamización. Y pasando al lado de América, en los Estados Unidos, a pesar de ser un país marcado desde su concepción como un país de inmigrantes, ha habido una fuerte ola de rechazo hacia estas poblaciones debido a factores tales como la discriminación entre razas, y el “enojo por la pérdida de empleos y salarios estancados, así como el temor de perder terreno demográfico” (The New York Times, Migrants Are on the Rise Aroundthe World, and Myths About Them Are Shaping Attitudes, Junio 2015).

Si bien es cierto, que la característica predominante de quien emigra, es su baja educación y su procedencia de los estratos más pobres de su sociedad de origen. No es menos cierto que esta realidad ha estado cambiando, debido a la oleada de “huidas” de personas de aquellos países que están siendo marcados por problemas políticos, que han traído como consecuencia cambios importantes en sus estructuras económicas y se han visto en picada en los últimos años. Quienes están migrando no solo son las poblaciones con menos educación, sino personas con profesiones diversas, que han perdido el estatus que tenían en sus países. Entonces el paradigma ha cambiado drásticamente. Quiere decir que mano de obra calificada está llegando a los países más desarrollados y aquellos en vías de desarrollo con estabilidad económica y política.

El hombre siempre se ha desplazado, y hacerlo no es un delito, el problema está encerrado en varios factores, desprendiéndose de las causales de la migración. Frenar el aumento de las migraciones forzosas depende del país de origen del migrante, y de la voluntad de los países que integran los organismos multilaterales para mejorar la calidad de vida de los países marcados por la pobreza extrema y la falta de oportunidades.