Danilo Medina considera – o simula creer- que la crisis política institucional que vive el país es irrelevante, casi una peccata minuta.
Que los ecos de su génesis y evolución, difundidos ampliamente en la gran prensa internacional, no repercutirán negativamente en la dinámica de la inversión extranjera, del turismo y de la estabilidad cambiaria; y, más aun, que tampoco importa en la geopolítica de los poderes mundiales pendientes de la estabilidad de una de las naciones de mayor peso económico y estratégico en el gran Caribe y Centroamérica.
Tampoco han tenido importancia para Danilo y la cúpula del PLD los comunicados y declaraciones de casi todos los sectores sociales y líderes civiles del país. Ha ignorado también la contundente marcha organizada por 13 partidos políticos de la oposición, encabezada por el PRM, el pasado domingo 23 de febrero.
Por ejemplo, en su largo discurso del pasado jueves 27 de febrero Danilo Medina dedicó solamente dos famélicos párrafos a la crisis política electoral y a las concentraciones y marchas protagonizadas por jóvenes en todo el país.
Ahora bien, si revisamos el pasado inmediato caeríamos en la cuenta de que Danilo Medina se ha caracterizado por no atender nada que venga desde fuera de su parcela, máxime si afectan sus planes de control ilimitado del poder político.
Así lo demostró cuando quiso hasta último minuto reformar la Constitución para reelegirse, y luego durante la arremetida contra Leonel Fernández hasta literalmente sacarlo del PLD.
Ahora, pese al escándalo mayúsculo generado por la suspensión de las elecciones el pasado 16 de febrero y las grandes movilizaciones de masas, ni el gobierno ni la JCE han hecho nada concreto para garantizar que el 15 de marzo las elecciones municipales sean pacíficas y correctas.
La actual crisis política electoral y las jornadas de movilizaciones de masas, no es lo mismo que la Marcha Verde, ni tampoco una “poblada” superficial; más bien parece emparentada con los factores políticos y culturales que jalonaron la rebeldía de la juventud chilena, la revuelta en Bolivia contra las triquiñuelas electorales del gobierno en octubre 2019 y las violentas y largas manifestaciones que iniciaron en abril del 2018 en Nicaragua contra Daniel Ortega. En estos eventos hay dos factores flotando, a saber, el desencuentro de las nuevas generaciones con la manera tradicional del ejercicio de la política y el gobierno y, también, el rechazo radical al continuismo ilimitado en el poder de un mismo puñado de líderes burocratizados, manipuladores, corrompidos y clientelistas.
En resumen, la democracia dominicana, en cama de gravedad, pudiera estar agonizando mientras Danilo – ¡impertérrito- rinde tributos y pleitesías a sí mismo. ¡Cosas veredes!