Llegó la noche y comenzó a llover.  Me distrae el sonido de  la lluvia al caer sobre el techo de zinc de la terraza de mi casita en la montaña.

La soledad no  es buena esta noche porque con este tiempo nuboso y oscuro,  la nostalgia me gana la batalla  y mis  compañeras, la luna y la  lucecita blanca enclavada en la montaña, desaparecen.

Ellas simbolizan mis imposibles porque   las puedo ver pero no las puedo tocar,  y,   ¿para qué hablarles si no pueden dar respuestas a mis preguntas?  Pero están ahí y esta noche las añoro como nunca.

En ocasiones, las  humanizo dándoles forma, color y vida,  pero estos no son más que  intentos ilusos  para acercarlas a mí,  decirles lo que siento, lo que quiero  y lo que duele. Con ellas no puedo compartir y para  mí, compartir es la vida.

Por eso, esta noche especial, lo hago con ustedes,  con  este estremecedor y hermoso poema  de la autoría de Koldo, mi amigo y padre de mi nieta Irene, que le escribe a Rafael.

 El tiempo y su palabra

(Al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez)

Por Koldo Campos Sagaseta

Todo se interrumpió cuando el disparo,

todo menos el tiempo y su palabra

porque el tiempo no sabe de emboscadas,

de prórrogas, de atajos,

de páginas en blanco,

y a cada biografía le reserva su gracia.

Y el tiempo y su palabra,

indesmayables,

convocaron principios,

aunaron voluntades

y urdieron el camino.

 

No fue un marine americano, fueron todos,

como infame caterva de cipayos,

charanga de pendones y birretes,

comparsa de ciempiés y mojigatos;

fueron sus intereses,

sus cargas y sus cargos,

la iniquidad del golpe,

fue la coronación del triunvirato.

Todo se interrumpió cuando el disparo,

todo menos el tiempo y su palabra

porque su voz no es voz que ya no sea,

ni expediente archivado,

ni razón envainada,

y a cada nueva cita le guarda su semblanza.

Y el tiempo y su palabra,

inapelables,

enfrentaron demonios,

alentaron conciencias

y dieron testimonio.

No fue un marine americano, fueron todos,

como asociada turba de sicarios,

cofradía de pollos y gallinas,

consorcio de uniformes y sotanas;

fueron sus dividendos,

sus cuentas y sus cuentos,

la impunidad del lucro,

fue la consagración del atropello,

Todo se interrumpió…

todo menos el tiempo y su palabra,

porque por los caminos de su patria

anda naciendo un sueño

que ha de encontrar redaños

hasta batir al viento las flores de sus alas

Y el tiempo y su palabra,

inseparables,

desmentirán olvidos,

desarmarán espantos

y emplazarán al alba.