Leonel Fernández entra en una nueva dimensión de su vida política, tan crucial como resuelta. ¿Un golpe estratégico o una decisión de vida? Quizás ambos. No sabemos; el tiempo hablará. Lo cierto es que su historia dentro del PLD terminó con el discurso del pasado domingo. Una crónica escrita con pesadumbre, dolor y rabia. Lo que más me impresionó fue confirmarme en algunas de sus palabras, especialmente las que intentan explicar el ocaso del PLD. Obvio, de ese proceso degenerativo él no puede sustraerse; es corresponsable por comisión y por omisión. Negarlo sería deshonesto. Me alienta, sin embargo, que siendo la figura más cimera en la historia de la organización admita la realidad que otros, como yo, hemos criticado hasta el agobio. Se valida así la sentencia de que “quien ve desde afuera ve el cuadro completo”. A Leonel le ha costado comprender la lectura de la que hoy saca su mejor enseñanza.
Como paradoja de los tiempos, le dejo a Fernández fragmentos de opiniones tan mías como las razones que él invoca para abandonar el partido. Pena que algunos de sus leales en su momento descalificaron mi “temeridad”, quizás la misma que hoy empuñan para clamar, con la fuerza de la rabia, “e pa fuera que van”. Voy a correr paralelamente mis ideas con algunas de las invocadas por Leonel en su memorable discurso. Más que coincidencias forzosas o circunstanciales de opinión, son verdades que merecen ser aceptadas en humildad como consejo inapelable de la vida. Ese es mi regalo a su salida del PLD, la cual, obviamente, saludo sin disimulos.
Leonel dijo:
“En ese contexto, el Gobierno se ha convertido en un ente rencoroso y vengativo. Es un gobierno que acosa, que silencia las voces que se le oponen, que presiona y que no se sonroja para atropellar”.
Yo escribí el 30 de abril de 2019 (Acento, “El miedo al miedo del Gobierno”)
“En sus etapas terminales, ya desgastados, los gobiernos que en sus inicios fueron populares entran en pánico. Asumen posiciones defensivas. Se muestran intolerantes y agresivos. Se aferran a los porcentajes de aprobación perdidos. Se ofuscan con el poder. Sacan las garras para herir y son neuróticamente dañinos. El Gobierno entra en ese trance. La idea de abandonar el poder angustia a sus funcionarios, y más cuando no han armado una ruta de evacuación segura que les garantice la impunidad por sus desafueros. A partir de ahora veremos un final de película. Se legitimarán las formas más sutiles de control y represión: persecución fiscal por motivos políticos, control de medios, censuras de opinión, campañas sucias y otras más. El ojo del huracán se aproxima… apenas se sienten ráfagas de alerta”.
Leonel dijo:
“Ahí se ha creado una oligarquía de hierro, completamente desconectada de las estructuras del partido”.
Yo escribí el 5 de enero de 2016 (Acento, “El tardío lamento de Leonel”)
“… el PLD era un partido de cuadros sujeto a una disciplina centralizada y vertical. (…) Ya al final de su segundo gobierno el PLD era un partido de gente rica. La corrupción burocrática constituyó una casta partidaria dueña de fortunas obscenas. Una nueva plutocracia conformada por contratistas, empresarios del poder y políticos se instalaba así en la República Dominicana con capacidad para desafiar las fortunas generacionales más dilatadas. El partido se convirtió en una franquicia opulenta y sin rival. Hoy, las candidaturas se debaten competitivamente en el terreno financiero; la emergencia del danilismo como fuerza marginal y excluida, se fortaleció con los recursos del gobierno y la deslealtad de viejos cuadros del leonelismo. Dinero y poder son elementos inflamables y cuando se juntan en un escenario de contradicciones la combustión resulta inevitable. Este es el momento que vive y le espera al PLD: un ambiente de hostilidad potencialmente autodestructivo”.
Leonel dijo:
“Esa oligarquía de hierro opera en forma de una casta”.
Yo escribí el 2 de agosto de 2018 (Diario Libre, “¿Envidioso?”)
“Con su consolidación en el poder, el PLD, partido o gobierno (la misma cosa), relajó el control ético de la gestión y, sobre su despojo, instituyó una estructura de dominación basada en los negocios. Las cifras perdieron acato y se encareció la participación política. Hoy, Danilo Medina, hechura de esa generación política, fortalece aún más el modelo del Estado factoría. Los gobiernos del PLD usaron el Estado para crear y fortalecer una clase económica vigorosa. Los puestos de la Administración y otros cargos elegibles alcanzaron cotizaciones prohibitivas, de ahí que ningún otro partido puede costear el precio electoral de una candidatura auspiciosa. El PLD ha encarecido el mercado electoral y ha hecho de ese factor un condicionamiento oneroso para cualquier intención competitiva de los demás partidos”.
Leonel dijo:
“No tiene visión de partido, en el sentido de ser una organización que integra y representa a todos sus miembros. Se comporta en forma autoritaria. Aún en condiciones de absurdo e irracionalidad, actúa solo interesada en la defensa de sus intereses grupales”.
Yo escribí el 18 de agosto de 2015 (Acento, “Esa cosa llamada ‘funcionario’”)
“El Comité Político del PLD encarna y centraliza despóticamente el poder real; los órganos del Estado apenas son recipientes de sus altas directrices políticas. La reciente reforma constitucional (para habilitar a Medina) fue una muestra axiomática de ese absolutismo: su decisión fue más crucial y vinculante que el simple trámite legislativo para aprobarla. Se trata de una concentración monopolista, vertical y autocrática, diseñada según la filosofía leninista del Estado y el delineamiento burocrático del viejo Partido Comunista Soviético, con la gran diferencia de que mientras en el socialismo soviético el partido estatal tenía como misión ser la ‘fuerza dirigente y orientadora de la sociedad soviética y el núcleo de su sistema político…’ (Constitución URSS, 1923) el PLD, vacío de contenido, mística e identidad ideológica, no ‘educa ni orienta’. Su primera y última razón es el poder. La ideología del PLD es “el poder por el poder” como medio y fin. (…) Cuando el poder justifica al poder, se hace quimérica toda institucionalidad y los funcionarios se convierten burócratas cuya ley es el capricho paternalista”.
Leonel dijo:
“Su noción de lealtad es bastante singular: responde al poder de un decreto presidencial”.
Yo escribí el 21 de marzo de 2019 (Diario Libre, “Lucía Medina, la hermanita”)
“Danilo Medina concibe el Estado como una hacienda para muchos y pequeños repartos; como una gran agencia de atención menuda. La lealtad se paga con un carguito. Medina es el padre del populismo burocrático en el que el Estado es proveedor de las más baratas compensaciones al activismo de base. En sus gestiones el Gobierno se ha inflado con una nómina pesada e inepta, mantenida solo por devoción política y no precisamente al partido, sino a su culto. Medina es el político que mejor ha explotado el Estado a su favor. Siempre he dicho que el presidente le da un cargo hasta a quien no se lo pide. Si le caes bien, sales nombrado. Ha enriquecido a la prensa de forma pecaminosa con tal de silenciar sus críticas y comprar sus aplausos; claro, no con su dinero. Su obsesión con la popularidad es viciosa y para mantenerla usa el Estado a su capricho”.
Leonel dijo:
“El predominio de ese estilo de conducta en los más altos niveles de dirección del partido me ha hecho comprender que, sencillamente, el PLD de Juan Bosch ya no existe”.
Yo escribí, el 19 de octubre de 2017 (Diario Libre, “Cuando el tigueraje gobierna”)
“Este es hoy el PLD de ayer: el partido que impuso la cultura plástica del poder con guardaespaldas, yipetas, armas automáticas, adicciones enólogas, estilos lujosos, finas marcas y refinamientos artificiosos de vida. Todo lo que se pueda recordar de su pasado es apenas una mención pálida para acicalar guiones discursivos. Solo el cretinismo político más tribal puede conciliar, sin afrentar a la verdad, el pasado y presente de una organización que no solo perdió la identidad sino el sentido natural de la ética”.
Parece que, según Leonel, los años me dieron esa razón negada…