Algunos lectores, podrían preguntarse cuál es mi propósito al tratar desde hace algunas semanas de continuo sobre la filosofía de Schopenhauer y hasta dónde pretendo llegar.
Esta es una pregunta que considero oportuna e inteligente, pues cuando un lector promedio, que vive sumergido en un realidad caótica como es la nuestra, se encuentra sometido sin explicación alguna a un tratamiento sobre las obras y milagros de un autor tan aparentemente lejano de nuestra realidad cotidiana como es Schopenhauer, estimo, querría saber hacía adónde se dirige el autor, y seguro –pienso–, también querría saber sobre cuál podría ser el valor actual que el autor atribuye al tema para preocuparse por tratarlo en un cotidiano como es ACENTO, que generalmente trata de los acontecimientos más relevantes de la actualidad.
Para referirme a este asunto seré breve. En primer lugar, quien escribe lo hace desde una perspectiva filosófica; es un estudioso e investigador sobre esa extraña materia que aún existiendo en todas las épocas de nuestra historia, en los últimos siglos nos empecinamos en querer negarle un estatus entre las materias del saber, constituirse desde una forma de conocimiento, que no es ni científico, ni mitológico, ni histórico, religioso, ni técnico. Sino que trata de captar la realidad desde un sentido holístico. Pero esto lo tratare detalladamente en otra ocasión. Puedo ahora dar un cierre provisional a este tema al decir que con la filosofía buscamos orientarnos en nuestro mundo para mejor dirigir nuestras vidas.
En segundo lugar, el pensamiento de Schopenhauer me interesa –y esto es lo que quisiera compartir con mis lectores–, para intentar llegar a determinar juntos, por qué su pensamiento ha sido estudiado y asumido precisamente por los más grandes artistas o creadores de los últimos dos siglos. Entre estos se encuentran: Tolstoi, Wagner, Bakunin el revolucionario anárquico, Nietzsche, Sigmund Freud, Carl Gustav Jung, Einstein, Thomas Mann, Pio Baroja, Miguel Unamuno, Strindberg, Cioran, Beckett, Joyce, Wittgenstein, Max Horkheimer, fundador de la Escuela de Frankfurt, y nuestro cercano maestro, Jorge Luis Borges.
Me pregunto lleno de curiosidad: qué ideas valiosas, intuiciones geniales y métodos novedosos para descubrir las estructuras de la realidad encontraron estos genios creadores en la obra de este filósofo. ¡Creo que intentar encontrar respuestas sobre este asunto podría resultarnos interesante y útil para desarrollar y enriquecer la experiencia de nuestras vidas!
Y agrego, como última acotación de este preámbulo, que este interés por llegar a desentrañar los aportes de Schopenhauer en el campo estético no se origina en un conocimiento previo de su intuición fundamental en esta área, con ello confieso que lo que podamos encontrar en este sentido será realmente frutos de esta investigación que aspiro realizar con los lectores que quieran aventurarse a seguir estos artículos. Además, como maestro que he sido toda mi vida, me comprometo a que en estos escritos tratare de ser y actuar con un estilo didáctico, es decir, tratar los asuntos de manera sencilla y en un lenguaje al alcance de todos.
A continuación trato sobre las ideas relativas a la belleza y su función para la vida cotidiana y también buscaremos desentrañar que piensa Schopenhauer sobre el papel del arte y qué es una obra de arte, es por ello que comenzaré hablando de Estética. Con esto cierro la introducción de la serie que inicio hoy.
Las meditaciones sobre lo bello y el arte son tan antiguas como la filosofía misma. En cambio, la Estética, que intenta sistematizar tales meditaciones y construir un entramado conceptual para explicarlos, constituye una de las disciplinas filosóficas más recientes. En efecto, fue a mediados del siglo XVIII cuando logró su constitución plena y su estatus como disciplina filosófica autónoma.
El término Estética no surgió sino hasta 1750, cuando fue creado por la pluma del filósofo alemán, Alexander Baumgarten (1714-1762); y, aún, en aquel entonces, sólo sirvió para dar sentido a una teoría de la sensibilidad, de acuerdo con la etimología del vocablo griego, aisthesis, que se refiere al dominio de lo sensorial, al campo de lo percibido por los sentidos.
Esta nueva disciplina nace como un fruto de la Ilustración, y alcanzó gran popularidad desde tales inicios, mediante los canales de difusión peculiares de aquella época: las revistas, los salones y la ensayística.
No tardó mucho en ganar adeptos entre los filósofos más eminentes. Así, Immanuel Kant (1724-1804) en su tercera crítica, la Crítica del Juicio, confirmó que ya en su tiempo la nueva disciplina había ganado gran relevancia en lo relativo a las investigaciones sistemáticas concernientes a los problemas de la belleza y del arte
En el siglo XIX, en Alemania, Schiller (1759-1805) se ocupó de cuestiones estéticas y asimismo, Fichte (1762-1814) y Schelling (1775-1854), exponentes del Romanticismo. Empero, fue sobretodo el maestro por excelencia de Alemania, Federico Guillermo Jorge Hegel (1770-1831), quien –a través de sus memorables Lecciones de Estética, dictadas desde el ejercicio de su cátedra magistral en la Universidad de Berlín, las cuales fueron editadas y publicadas póstumamente por fieles discípulos, sobre la base de sus esquemas de clases y de las notas recogidas por sus más fieles discípulos– la consagró definitivamente en el parnaso filosófico. También filosofaron sobre temas estéticos, precisamente, oponiéndose a Hegel, Arthur Schopenhauer (1788-1860), Federico Nietzsche (1844-1900), Carlos Marx (1818-1883) y, aún, Sigmund Freud (1856-1939).
El interés por los problemas estéticos se acrecentó en el decurso del siglo XX. Como ejemplo, de Francia, citaremos los nombres de Henri Focillon (1881-1934), Henri Bergson (1859-1941), Paul Valery (1871-1945), Mikel Dufrenne, y los filósofos existencialistas, tales como: Gabriel Marcel (1889-1973), Jean Paul Sartre (1905- 1980), Albert Camus (1913-1960), Georges Bataille, hasta llegar a los diferentes pensadores posmodernos, fenomenólogos y de otras orientaciones. La nómina de sus cultores sería interminable si detalláramos los demás países. Por ello, por ahora, aquí me detengo.
La Estética se refiere a los saberes difusos sobre la belleza, el arte y sus manifestaciones, los cuales, repito, admiten una historia milenaria diseminada en la reflexión filosófica y teológica que se ha venido tejiendo en Occidente desde la antigüedad griega.
Mas, el Siglo de las luces representa el momento decisivo para su formación, no sólo a causa de que se elaboran categorías nuevas en el juego interpretativo del arte y de las obras, sino, sobre todo, gracias a la manera original de articular las anteriores visiones con las nuevas que se van elaborando hasta conferirles un estatus teórico y disciplinario nunca antes logrado.
La ilustración pretendía, en sentido amplio, promover la educación, la formación y el desarrollo plural de cada persona, y del género humano en su conjunto y, por otro lado, identificarse con el ejercicio de los nuevos poderes reconocidos a la razón humana.
Aspiraba, además, esclarecer e iluminar racionalmente en todas direcciones. Pretendía no solo a este esclarecimiento, sino que promovía, en la práctica, un proceso histórico de emancipación global del hombre, el cual se iba constituyendo paralelamente a la toma de conciencia que se producía en el ser humano , en ese momento, de ser un sujeto autónomo, autosuficiente.
La Estética está comprometida, desde sus inicios con la puesta en marcha de un proceso liberador y no tardará mucho en pretender transformarse en una teoría universal que desde una reinterpretación del ser del arte y la creatividad ambicionaba a asumir la dirección de un proceso revolucionario de liberación humana.