Ayer, en los arrecifes de San Gerónimo, saludé a un amigo brasileño recién conocido, Leopoldo Bandeiras, el único sireno en el mundo, dotado de voz por Chiqui Vicioso en su última novela (que celebro mucho), quien, arrellanado sobre un peñasco que emergía con el reflujo de las olas, me confesó, con su acento que es canto y caricia a la vez, lo que yo presentía: “Vine como soldado invasor en abril del 65, pero deserté hacia el universo de amor que es tu país, con todos sus sueños, su pasiones y sus bellas mujeres”…(Una de las cuales, según Chiqui, lo atrapó enamorada y lo transmutó en Sireno del Caribe, para que jamás emigre hacia otros mares).