“Alucinados por el progreso, creímos que avanzar era olvidar, dejar atrás las manifestaciones de lo mejor que hemos hecho, la cultura riquísima de un continente indio, europeo, negro y mestizo, cuya creatividad aun no encuentra equivalencia económica, cuya cotidianidad aun no encuentra correspondencia política.”.

(Carlos Fuentes).

Todo el edificio económico-social y hasta político, si bien no acusa una grieta de ruptura, sí de repensar la vida, el mundo, como diría Moisés Naim y la nueva metamorfosis de que nos hablara Ulrich Beck. Así anda la humanidad. En nuestro país, la potencial fisura, hendija de la problemática electoral e institucional, acusa un dramatismo mayor, cuasi iconoclasta.

Más allá de la crisis sanitaria se advierte una mutación negativa en el mercado de trabajo. Si el desempleo ampliado se encontraba en un 11%, se espera que llegue a un rango entre 20 y 23%. Si grave es la composición de la economía informal que se encontraba en un 54.8% según el Banco Central, esta categoría se acrecentará dado que al día de hoy 852,000 empleados han sido suspendidos en el empleo formal y 48,000 empresas se han acogido a la modalidad establecida en el Código Laboral por 3 meses.

Para diciembre de 2019 teníamos 2,299,153 empleos formales. 852,000 suspendidos representan un 36.8%. Supongamos que a esos 852,000 le llegue el Programa FASE que son un máximo de RD$8,500 pesos, habría que preguntarse cuántas empresas compensaría la otra parte del salario y hasta donde su sostenimiento de acuerdo a la escala salarial.

Nos encontramos frente a un panorama social-laboral, un verdadero fenómeno social, que crispa el alma humana. Exaspera los cimientos cuando nos encontramos con el empleo informal que son, de nuevo citamos al Banco Central, 2,156,106. El sector informal abordado, sobre todo, en la micro, pequeña y mediana empresa, no se vislumbra una metodología lo bastante cierta, objetiva, para su inserción de apoyo del Estado en esta etapa tan difícil para la vida. Cientos de miles quedarán excluidos de la sombrilla de la protección social que debería asumir los poderes públicos para hacerles una vida menos incierta, que la que de por sí genera el desagradable virus.

Veamos tanto el sector formal e informal por actividad:

Empleo formal: 2,299,153.

Agricultura y Ganadería: 51,962

Industrias: 349,590

Electricidad y agua: 50,362

Construcción: 43,458

Comercio: 384,041

Hoteles, Bares y Restaurantes: 177,397

Transportes y Comunicaciones: 99,670

Intermediación Financiera y Seguros: 88,797

Administración Pública y Defensa: 257,748

Enseñanza: 268,124

Salud y Asistencia social: 182,812

Otros Servicios: 345,192

Sector Informal: 2,156.106 

Agricultura y Ganadería: 360,862

Industrias: 142,756

Electricidad y Agua: 0

Construcción: 289,050

Comercio: 571,689

Hoteles, Bares y Restaurantes: 186,250

Transportes y Comunicaciones: 238,628

Intermediación Financiera y Seguros: 24,965

Administración Pública y Defensa: 0

Enseñanza: 18,965

Salud y Asistencia Social: 21,868

Otros Servicios: 301,074

¿Cuáles serán los sectores más excluidos, que más afectará el desempleo y por ende la economía dominicana y cómo repercutirán en la dinámica social, en el entramado del tejido productivo? Turismo representa 363,647, esto es 8% de la población ocupada y su efecto de encadenamiento es el más significativo de las distintas áreas de la actividad económica. Tiene 177,397 empleos formales en Hoteles, Bares y Restaurantes y 186,250 informales. El Turismo arrojó unos ingresos para el 2019 de US$7,500 millones de dólares.

Construcción, para diciembre de 2019 tenía 43,458 empleos formales y 289,050 informales, para una totalidad de 332,508. Engloba un peso extraordinario en la dinámica de la producción nacional con 11% y 9 % de las personas ocupadas en nuestra formación social, ocupando un lugar ciñero en la composición del PIB.

Otra dimensión del tejido productivo lo constituyen las Zonas Francas. Condensan alrededor de 170,000 personas ocupadas. Hay que acotar que el 100% de estos empleos son formales. Tenemos igualmente que resaltar y reseñar que la PET, esto es la Población en Edad de Trabajar, era de 7,665,380 y que la PEA, la Población Económicamente Activa, constituía 5,008,937 (Fuerza de trabajo). Ocupados: 4,715,879 (Formal e Informal). Desocupados: 293,458. Fuera de la Fuerza de trabajo: 2, 656,309.

Población Ocupada: 4,715,879.

Formal e Informal:

Agricultura y Ganadería: 412,824

Industrias: 492,364

Electricidad y Agua: 50,362

Construcción: 332,508

Comercio: 955,730

Hoteles, Bares y Restaurantes: 363,647

Transportes y Comunicaciones: 338,298

Intermediación Financiera: 113,762

Administración Pública y Defensa: 257,748

Enseñanza: 287,089

Salud y Asistencia Social: 204,680

Otros Servicios: 906,886

¿Cuántos de los empleados suspendidos serán llamados? No lo sabemos, como tampoco sabremos el tiempo de recuperación de las empresas, no obstante, percibimos que no será igual en cada sector de la actividad económica. Muchas irán a la quiebra. Hemos señalado solo tres sectores del tejido productivo, empero, otros, como: Agricultura, Industrias, Comercio, Transportes y Otros Servicios, serán sumamente ralentizados en la problemática de empleo por un tempo. Todo el género de la producción quedará afectado, unos más, otros menos. Aun cuando algunos no sean lesionados en el desempleo (Intermediación Financiera, Electricidad y Agua), sin embargo, sí en otras dimensiones de la vida social.

Todo esto traerá tensiones y más desigualdades en el cuerpo social dominicano. La estratificación social se ahondará hacia abajo en el esquema de la pirámide social. Las transformaciones en el empleo dificultarán la vida social y económica de una franja significativa de los miembros de la sociedad, acusando una movilidad social descendente. El nivel social y con ello, las oportunidades de vida disminuirán porque como nos diría Thomas Piketty en su libro El Capital en el Siglo XXI (2013) “la mayor desigualdad la provoca el desempleo”. El significado social del trabajo queda eclipsado en medio de esta crisis, por lo que, en gran medida, Piketty se reivindica en su libro Capital e Ideología (2019) cuando nos reseña que “la desigualdad es ideológica y política, no es económica o tecnología.”

La interseccionalidad de las desigualdades se agrupa y amplía en el actual contexto sanitario social y económico. El desempleo, caldo de cultivo de la desigualdad, se correlaciona ahora con las desigualdades de salarios, de ingresos, de la renta nacional. Es que la desigualdad abarca varios aspectos de la vida humana: poder político frente a las leyes, a las oportunidades, a los resultados y la más grave que nos ha tocado hoy: el desempleo que es pobreza, que paga lentamente con la vida y la esperanza al nacer, con su bienestar y calidad.

La desigualdad problematiza la cohesión social en una sociedad, en una comunidad, en un grupo social determinado. Una potencial fractura social porque aquí se anida de manera marcada, distintiva, la desigualdad: Empleo/Desempleo; Distribución/Redistribución; Capital/Trabajo e Ingresos/Trabajo, que constituye la médula de la cuestión social en función del capital humano, del capital intelectual.

Aquí el 40% de los trabajadores formales gana el equivalente al salario mínimo. El salario representa el 60% de los ingresos. De ahí que el desempleo sea una fuente de desigualdad más horrida desde la perspectiva social y, en consecuencia, desde la exclusión en sociedades como la nuestra con tantas falencias sociales del ciclo vital del humano. La estructura social desde el ángulo de la desigualdad se amplía dada la poca diversidad que se expresa en las distintas capas de la sociedad, cada vez más exigua y descendente en su movilidad.

El desempleo es una de las formas más pétreas de la exclusión social. 852,000 suspendidos en el empleo formal y más de un millón entre empleados en la economía informal y trabajadores independientes, constituyendo escenarios grises de un oscuro panorama social. Cómo nos dijera Piketty en su libro de 1,248 páginas, Capitalismo e Ideología “… Nadie tendrá jamás la verdad absoluta sobre cómo se define la riqueza justa, las fronteras justas, la democracia justa, la fiscalidad justa o la educación justa. La historia de las sociedades humanas es también la historia de la búsqueda de la justicia…”.