La República Dominicana, según el Informe Desarrollo Humano en República Dominicana. Embarazo Adolescente. Un desafío multidimensional para generar oportunidades en el ciclo de vida, 2017, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano, el 22% de las mujeres entre 12-19 años ha estado embarazada. Esto representa un promedio 34% más alto que el de los países de América Latina y el Caribe, lo cual sitúa a la República Dominicana en uno de los 10 países de América Latina con índices más altos en matrimonios y embarazos en adolescentes. Para completar este panorama, la representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) informa que el 12% de las niñas menores de 15 años de nuestro país ha contraído algún tipo de relación matrimonial.
Hay tres lamentos que escuchamos continuamente en la sociedad dominicana: los jóvenes no tienen trabajo; los jóvenes tienen pocas posibilidades para continuar los estudios al finalizar el bachillerato; y el embarazo de las adolecentes es de alta frecuencia. Esta situación se torna incómoda, pues los lamentos que se producen por diversos medios y desde diversas instancias son inconsistentes. La inconsistencia estriba en que se hace muy poco para erradicar estos males que ya forman parte de una pandemia social y educativa. En reiteradas ocasiones, hemos planteado que urge la puesta en ejecución de políticas sociales que contribuyan a la superación de estos problemas o, al menos, a la toma de conciencia de que hay que disponerse a trabajar en serio.
La labor de prevención que demanda esta problemática es compleja. Involucra diferentes instancias- Ministerio de Educación, Ministerio de Salud Pública, Gestores del Código del menor, las familias, así como a la sociedad en la tarea de cuidado y veeduría. Todas estas instancias han de superar el trabajo individualista y disponerse a un trabajo en red, comprometida con la búsqueda de soluciones eficaces a los problemas que afectan a los adolescentes y a los jóvenes. No es justo culpabilizar a los jóvenes y a los adolescentes. Tampoco a las familias. No son culpables de una organización social estructurada para sostener la inequidad. Forman parte de una estructura social y política en la que de forma velada y sutil se están seleccionando los seres humanos que pueden vivir y los que son descartables.
Los adolescentes y los jóvenes se encuentran en tierra de nadie. Ellos, de algún modo, tienen que buscar mecanismos para sobrevivir en un medio que los trata con hostilidad e indiferencia. Es más fácil lamentarse y publicar titulares en periódicos impresos y digitales, sobre lo que se hará y lo que no se dejará de hacer. Si deseamos dejar el lamento y tener una postura proactiva y eficiente, la sociedad debe asumir como prioridad la inclusión de uno de los factores que podría ayudar a cambiar la situación, la educación de la sexualidad en el desarrollo curricular. Con frecuencia se anuncia que se va a iniciar este tipo de educación. Pero en la práctica no se hace nada. Sin educación de la sexualidad humana, las adolescentes y los jóvenes no pueden orientar, y mucho menos gestionar con equilibrio, la energía que brota de su propio cuerpo. La energía que brota de su sexualidad es un fenómeno normal. Esta energía no se puede demonizar sin hacer trabajo alguno para encauzarla y, especialmente, sin educar integralmente.
Continuamos profundizando los interrogantes que nos inquietan:
- ¿A quién se le teme para poner en acción la educación sexual en el sistema educativo dominicano?
- ¿Cuáles son las razones que fundamentan la negación de una dimensión educativa fundamental en la vida de los seres humanos?
- ¿Hasta cuándo mantener la incoherencia entre el discurso de la educación integral y la oferta de una formación recortada en la práctica?
- ¿Por qué todavía carecemos de políticas sociales que reduzcan o erradiquen totalmente los problemas del matrimonio de menores y el embarazo de adolescentes y jóvenes?
Las medidas de prevención constituyen una urgencia nacional. Si la prevención se toma en cuenta, se puede avanzar en la solución de los problemas que planteamos.