No hay trayectoria. No hay camino real ni vereda.  No hay línea recta entre dos puntos. No hay coherencia, ni consistencia, ni integridad total en una vida individual.  Toda trayectoria supone una continuidad, un movimiento rectilíneo, libre de tropiezos y caídas.  Sí, pero las contradicciones nos habitan.

Melvin Mañón

No hay trayectoria alguna. Sólo hay travesía. Discontinuidad. Accidentes, avatares, giros, entradas y salidas, idas y venidas, errores y aciertos, equívocos, logros, extravíos, retornos. Si la identidad es un supuesto ilusorio de la filosofía y la literatura modernas, también lo es toda pretensión de compendiar una vida como si fuese una trayectoria lineal, recta y uniforme, fluida, sin pausas, sin suspensiones, sin paréntesis.

La vida intensa, agitada, contradictoria de un hombre llamado Melvin Mañón tiene más de travesía que de trayectoria. Travesía larga, profunda, accidentada, caótica, a veces abismal, plena de sorpresas, desconciertos, perplejidades, revelaciones fulgurantes, momentos lúcidos, omisiones, errores conscientes, búsquedas afanosas.

Travesía es la autobiografía personal y política de Melvin Mañón. Es su confesión, no su mea culpa, ni temprana ni tardía, sino oportuna; el resumen de su vida, la reconstrucción de su historia singular.

Melvin es una especie de rara avis en el panorama político e intelectual dominicano. Tiene tantos rostros como oficios desempeñados, y reúne facetas tan múltiples como disímiles. Es imposible congelarle en una sola imagen. Militante comunista, miembro del grupo guerrillero del coronel Caamaño, estudiante ya en edad adulta, profesor, sociólogo, hombre de negocios, asesor gubernamental, escritor, intelectual de la izquierda y luego de la derecha y luego de nuevo de la izquierda, estudioso del islam, analista político, comentarista de televisión…

Sería mezquino regatearle sus méritos. Melvin es una de las personas más inteligentes y lúcidas que he conocido en toda mi vida. Le he tratado en diversas épocas, desde mediados de los años ochenta del pasado siglo, cuando le conocí y laboré para él en proyectos de investigación a nivel nacional en una firma consultora que entonces dirigía. Juntos recorrimos buena parte del país, y Melvin me enseñó a apreciar la realidad del campo, la ruralidad. Temperamental, rabioso, dotado de una inteligencia natural, de un conocimiento profundo de la realidad social dominicana, de un acucioso espíritu investigador, posee un sentido práctico para la vida y los negocios que sabe combinar con el vuelo de pensamiento y la especulación teórica.  Si hubiese estudiado filosofía, se habría consagrado a ponderar los grandes interrogantes de la condición humana. Pero su formación es más bien sociológica y política.  Su tema es el mundo, la sociedad y la historia. Allí donde no alcanza la erudición, entra en juego su intuición. Es racional, tremendamente racional y analítico, pero también instintivo, intuitivo.

Siempre piensa la realidad, la sociedad, el presente. Siempre especula, dilucida alguna cuestión de interés, infiere, deduce, concluye, pronostica. Siempre parte de los datos concretos y primarios de la realidad, pero es capaz de ir más allá de lo inmediato para emprender una reflexión seria y honda sobre el destino de un pueblo, de una sociedad o de la humanidad entera.

Le persiguen los fantasmas del pasado. Sus enemigos y detractores intentan acosarle, convertirle en estigma infame.  Hay quien habla de él como de un caso “aún por dilucidar”.  Pocas personas en el país han tenido que soportar tantas y tan distintas acusaciones. Reo de culpas ajenas, ha sido calumniado, difamado, acusado, encarcelado. Traidor, desertor, agente imperialista, derechista, comunista, loco.

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Este texto es el prólogo del libro Travesía, de Melvin Mañón, publicado en 2009 por la editora Búho.