Estoy triste, afligido y melancólico, murió de forma inesperada Melquíades Tavárez, el santiaguero humilde, colaborador y virtuoso de la conducta que llegó a trabajar hace años como chófer de la familia. Además de conductor, se convirtió exitosamente en amigo, pintor, electricista, plomero, seguridad personal, asesor financiero y mago de situaciones controversiales. Convenimos contratar un conductor por varias razones, en especial por el activismo de nuestros padres. Juan Isidro, Merceditas, Margot y Rey, entre todos con más de 320 años acumulados en laborioso vivir y un actual activismo juvenil impresionante, todos necesitaban a Melquíades como discípulo militante.
Melquíades se las arreglaba para ayudar al padre de Mariana, Juan Isidro Moreno en sus inspiraciones, poemas y publicaciones; asimismo contribuir con Merceditas la madre como gestora de la familia. Además, auxiliaba en el transporte de mi Mamá, Margot Gómez miembro de grupos religiosos católicos, administradora y decoradora de su residencia como si a diario celebrará tardes inglesas de bridge y té; igualmente aseguraba el traslado a su negocio de mi Papá Rey, que con sus 89 años es el más activo de todos, siendo firme con su Sastrería de “Corte Impecable y Ajuste Perfecto”.
Resulta alucinante que nuestro Melquíades, que todavía hacía y me influía en hacer la “señal de la cruz” cuando conducía por iglesias, capillas y santuarios; era tocayo en nombre y estilo del Melquíades de Gabriel García Márquez en sus Cien Años de Soledad. Alma gemela sin saberlo, de ese gitano de manos de gorrión, que según narró el Gabo hacía en Macondo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia, al arrastrar de casa en casa, dos grandes imanes haciendo que pailas, anafes, tenazas y hasta las maderas crujieran de la desesperación de clavos y tornillos por desenclavarse y haciendo resurgir de la tierra los objetos perdidos, concluyendo su travesía con la frase “las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarle el ánima”.
Melquíades nació en el Rincón, provincia Santiago Rodríguez, y llegó a Santiago muy joven a ordeñar vacas en Licey y cortar la grama del Hotel Matúm con una dedicación, higiene y destreza tal, que atrajo la atención del propietario Ulises Polanco, quien lo nombró mesero, bartender y colaborador de los bares y restaurantes de hotel. Trabajó asimismo en la CDE y ahí conoció al pasado alcalde José Enrique Sued y al doctor Tomás Belliard. También distinguía los Serulle, cuando el licenciado Julián Serulle y su padre Don Ángel, tenían una oficina en el segundo nivel del Restaurant Yaque.
Melquíades tenía habilidades sobrenaturales en un perico ripiao para tocar rítmicamente la tambora, hacer un locrio de tuna con vegetales donde el doctor Sabino Báez, servir un trago de Barceló con jugo de naranjas en el jardín de la casa de mis padres o bailar una bachata en el patio de Tomás, el mensajero del Plan Estratégico de Santiago (PES).
Era diestro en analizar los detalles de la política y la economía nacional; adivinar los números del loto, vaticinar la lotería, presagiar la suerte de los movimientos de la ruleta en un casino, siempre saber quién ganaría las elecciones o asimismo, pretender catar con Henky Kelner un buen cigarro. Melquíades vivirá por siempre, en su estilo de conducta, en el acontecer de cada día, en la magia para inventar todo tipo de cuentos y en los café de las mañanas. Antes de morir repentinamente en su cama, sus anécdotas y cuentos eran ya de antología, ahora pasarán a la mitología santiaguera y las leyendas urbanas.
Era prestante, elegante y de grata presencia, y me sorprendió cuando en mis funciones de secretario general de la Asociación de Egresados de la PUCMM, me acompañó por primera vez a la recepción que organiza el Rector luego de las graduaciones, y al no percatarse que los choferes tienen asignado un lugar para la cena de la noche, se detuvo hablar con profesores y empresarios en el área de invitados especiales, me olvidé de él y quedé sorprendido cuando a media recepción, escuché a alguien afirmar “licenciado Melquíades usted tiene la razón”, él predicaba su evangelio así de impávido entre intelectuales. Melkis descansa en Paz, oraremos para que en el cielo hagas por nosotros, la señal de la cruz. Gracias eternas.