La educación vial está de moda y la decisión del gobierno de hacer una campaña masiva al respecto y de enseñar esta materia desde la escuela nunca estarán de más frente a la pérdida de vidas y al caos existentes. De esta manera la educación vial, como el estudio de la Constitución, conforme al decreto emitido recientemente por el presidente Danilo Medina, tendrán cupo en los nuevos programas y se agregan a la educación sexual supuesta a iniciarse en el año escolar 2016/2017.

Sin embargo, como ningún proceso educativo se puede implementar a la carrera, deberíamos primero asegurarnos que la impostergable educación sexual integral y científica figure efectivamente desde ahora en los currículos, tal como lo anuncio el ministro de Educación, y sea impartida sin prejuicios como parte de la estrategia contra la deserción escolar que afecta nuestras estudiantes víctimas de embarazos precoces.

Si bien tenemos la suerte de haber visto florecer escuelas en todo el territorio nacional, como parte de un esfuerzo enorme realizado por el gobierno para extender la cobertura y albergar la tanda extendida, tenemos que revertir la percepción de que hemos empezado la casa por el techo. Ya tenemos las estructuras físicas sin haber creado las condiciones propicias para una verdadera “revolución educativa”. Nos encontramos en un momento de tránsito donde todavía faltan los nuevos contenidos, los equipos docentes y el espíritu realmente revolucionario e innovador que deben darles vida y animar no solamente los nuevos centros sino todas las escuelas públicas del país.

A la vista de los últimos resultados del estudio PISA, que corroboran las vivencias que compartimos a diario con niños, niñas y adolescentes de los sectores vulnerables, está muy claro que no nos podemos desconcentrar de lo fundamental para nuestro país: la lectoescritura, las matemáticas y las ciencias, y que estas materias al igual que las demás deben ser impartidas de manera creativa.

Para ello se necesitan centros escolares inclusivos, laicos, con nuevos currículos y nuevos enfoques, con maestros evaluados, preparados, valorizados y que no respondan a criterios clientelistas. En la marcha hacia una educación de calidad no se deben permitir tropiezos y retrocesos; no se puede pretender alcanzar excelencia en los alumnos sin excelencia en el magisterio y en quienes los guían. Lograrlo tiene un costo económico y político que será ampliamente respaldado por la población.

Llaman la atención las inquietudes de la sociedad civil por el cambio de mando a la cabeza del INAIPI y el temor a un retroceso en esta institución tan importante para el futuro de nuestros niños y niñas que todavía en su gran mayoría no reciben la debida estimulación temprana que les permita prepararse para la educación primaria y una escolaridad con igualdad de oportunidades con niños que pueden acudir a pre primarios.

Otro pilar de la revolución educativa es la lucha contra las desigualdades tan dramáticas en nuestro país para quienes nacen del lado malo de la barrera. Los niños y niñas de los sectores urbanos vulnerables no compiten con igualdad de oportunidades con los niños de sectores más favorecidos que residen a solo 15 minutos de sus casas. Esta población infantil aturdida por sus problemas psicosociales ve tronchadas de antemano sus posibilidades de alcanzar niveles suficientes en lectoescritura y matemáticas, de terminar su escolaridad, de capacitarse o de ir a la universidad, lo que trae como consecuencias menos posibilidades de conseguir trabajos dignos y contribuye a que se reproduzca el ciclo de la pobreza.

Este ciclo es todavía más cruel para las niñas y no habrá revolución educativa sin la incorporación de una educación sexual integral y científica en las escuelas con maestros formados especialmente en estos temas, deseosos y capaces de impartir esta materia sin prejuicios y tabúes de carácter religioso. Mientras nuestras niñas y adolescentes se embaracen y queden atrapadas en el ciclo de la pobreza, sin oportunidades de estudiar, seguiremos retrasados en materia de educación.

La escuela que necesitamos es una escuela donde maestros y maestras, alumnos y alumnas aprenden habilidades para la vida, a comunicar y a resolver problemas para formar personas libres, cultas, creativas, críticas, solidarias, comprometidas con la mejoría de su sociedad.