Hace tiempo que algunos llamamos la atención sobre el hecho de que se necesitan reformas estructurales que cambien los errados modelos que han provocado distorsiones y situaciones indeseadas que ponen en peligro la sostenibilidad de nuestra economía.

Pero como desafortunadamente la mayoría de nuestras autoridades  padece de miopía y solo se ocupa del corto plazo, mientras puedan se las arreglarán para mantener esos anacrónicos modelos a los cuales se aferran, provocando con esa actitud agravar los problemas y hacer más complejas sus soluciones.

Los gobiernos que se han sucedido desde hace más de dos décadas han transformado el aparato estatal creando instituciones y aumentando significativamente la presencia del Estado en cada vez más espacios de la actividad económica y han fortalecido el sistema tributario aumentando la carga impositiva pero generando importantes inequidades.

Es evidente que en toda sociedad habrá dificultades para aplicar el peso de la ley, cuando se vulnera su corolario fundamental de que la misma debe regir igualitariamente para todos.  A partir de ahí tenemos que examinar el historial no solo de nuestro sistema impositivo sino del eléctrico, el de la seguridad social, el cambiario, entre  otros para poder extraer las justas conclusiones.

Ha sido una queja constante, la cual ha sido muy bien articulada recientemente por nuestro talentoso nuevo director de impuestos internos, la alta evasión impositiva en el país, quien la calificó  como “deporte” favorito de muchos dominicanos.

Como el mismo expresó “es una obligación moral y de justicia social hacer de la lucha contra la evasión un reto de todos los dominicanos”, pero no debemos olvidar que por más que un ciudadano rechace o repruebe la evasión, solo la autoridad podrá castigarla y actuar para reducirla.

Sin embargo ninguna acción en este orden será efectiva si la misma no se hace de forma universal, pues uno de los principales estímulos que existen a la evasión o a la elusión, es un sistema plagado de privilegios, incumplimientos de la ley e impunidad como es el nuestro.

Si de verdad se quiere transformar nuestro sistema impositivo lo primero que tienen que hacer nuestras autoridades es un “mea culpa”, porque cada una de las exenciones de impuestos han sido decididas o mantenidas por estas con razón o sin ella, han elegido tolerar la informalidad aunque la misma desangre con esa competencia desleal a los que sí tributan y tienen distintas varas para tratar a los contribuyentes dependiendo de si los mismos pertenecen al sector privado o público, o si se trata de simples ciudadanos o personas con poder o influencia política.

Por eso sorprende que cuando se habla de evasión cometida por contribuyentes, no se incluyan los vergonzosos casos de múltiples funcionarios que han dirigido entidades del Estado y las han dejado con deudas millonarias frente al fisco por retenciones de impuesto sobre la renta efectuadas a empleados no pagadas, lo que en adición a evasión constituye un robo o la total incongruencia entre las declaraciones patrimoniales de funcionarios y sus declaraciones de impuestos, si es que las presentan. O que cuando se habla de exenciones o tratamientos especiales que han erosionado las bases de los impuestos no se mencionen las irracionales exenciones para compra de vehículos otorgadas a congresistas, o las inequidades derivadas de políticos empresarios que actúan bajo un manto de impunidad que los exime hasta del inexorable, para algunos, pago de los impuestos.

Es indiscutible que urge la transformación de nuestro sistema tributario pero al mismo tiempo resulta indispensable que nuestras autoridades comprendan que nunca podremos lograrlo si seguimos enfocados únicamente en una parte del problema y no atacamos el conjunto.