Este es el más reciente descalificativo creado para denominar a muchas mujeres que se comportan como dice la cultura machista que deben comportarse las mujeres. Parte del código de la doble moral de una cultura que estimula esta conducta al tiempo que la juzga.

Es un término despectivo que viene a sustituir a otros y que ha sido objeto de innumerables análisis y debates; ha servido de inspiración para melodías y canciones así como contenido de chistes y burlas en las redes sociales.

Durante años, en la sociedad dominicana se han conocido estos descalificativos dirigidos a las mujeres que intentan clasificar o categorizarlas a todas. Por supuesto que no pasa igual con los hombres ya que es la manera en que esta cultura se renueva en las formas de violencia contra las mujeres.

Recientemente recibí a una mujer que me sorprendió con esta frase: "me tuve que convertir en chapeadora". Es una mujer trabajadora como la mayoría, digna, responsable y respetuosa, como la mayoría. Pero mi sorpresa era mayor pues es una mujer con perspectiva de género y con la conciencia de la trampa que significa para las mujeres de esta cultura, la dependencia emocional y económica de los hombres. Es una profesional, que auto gestiona sus finanzas y como ella misma dice, “no necesita de un hombre que la mantenga”.

Dice querer a un hombre seguro de sí mismo, con el que pueda conversar de temas profundos e importantes, que no se apabulle con el éxito de ella y que no tenga necesidad de controlarla; que se sienta cómodo con la libertad y la fidelidad de ambos y con capacidad de compromiso para una relación madura entre dos adultos.

En su último intento de relación, que no se asemeja a lo que busca, pero es lo posible, bregó para que él le permitiera avisarle cuando necesitara ayuda económica, ya que su deseo era que ella desesperadamente lo llamara a la primera dificultad. Rechazó una tarjeta de crédito que él quería poner a su disposición y pagos de gastos fijos de la casa de ella.

Describe cómo luchó con esto pues tiene claro la alta factura que pagan las mujeres por esta manera de ser amada que no tiene mucho que ver con el amor sino con el control.
Al final, la venció el cansancio pues para el formato de masculinidad de esta cultura este manejo resulta muy complejo e insostenible.

En el último episodio ella se declara “chapeadora”, permite que él haga un pago que además dio al traste con la relación, pues el dinero es poder y el poder es control, lo cual está muy cerquita de la violencia.

Aunque parezca increíble, estas cosas también les pasan a algunas mujeres dominicanas.