Aunque estamos en navidad y ya la gente está en fiesta, anuncio de doble sueldo y gastadera, voy a aprovechar los 16 Días de Activismo Contra la Violencia Hacia las Mujeres para plantear como violencia, una de las vivencias más difíciles para muchas mujeres que es la maternidad en solitario, como decidí llamarlo.
Se supone que los hijos e hijas son del padre y la madre, se supone que ambos son responsables y que hay leyes que regulan esta responsabilidad, pero es tan poderoso el aprendizaje cultural de la diferencia entre el significado de hijos e hijas para las mujeres y para los hombres, que con mucha frecuencia estas responsabilidades se diluyen y terminan siendo las mujeres las que en su mayoría asumen a los hijos e hijas con todo lo que implica. Son las mujeres las que siguen librando cada batalla y la sociedad le sigue dando permiso a los hombres para no responder sin el más mínimo asomo de culpa ni responsabilidad.
Escucho tantas veces en la prensa hablar de lo nefasto del divorcio, del trauma de los hijos e hijas, la culpabilidad de La Familia en los problemas sociales, los hogares rotos y todo lo demás. Todavía seguimos viendo a La Familia como la gran culpable de la delincuencia, la corrupción y hasta del desorden en el tránsito. Todavía La Familia le sigue sirviendo a los políticos, el estado y la jerarquía de las iglesias para distribuir culpa sin asumirla en ningún momento.
Si interpreto bien, regularmente La Familia significa Las Mujeres, pues se supone que en esta cultura ellas están a cargo de La Familia. Siguiendo este pensamiento todo lo que pase, incluido el divorcio o la separación, es responsabilidad también de ellas y como debe pagar por “portarse tan mal”, se queda a cargo de todo lo que tiene que ver con los hijos y las hijas.
Creo que el gran trauma del divorcio y la separación es el abandono de los hijos e hijas. El gran trauma es la ausencia, el silencio, la respuesta que no llega, la indiferencia y el desamparo. El gran trauma es que aprendan a no esperar nada de papá, que desistan de pedir, que lo victimicen e integren una imagen frágil e irresponsable de él.
Creo que el gran trauma es el abandono a la mujer dejándola sola con todas las responsabilidades económicas, afectivas, emocionales y espirituales de los hijos e hijas.
El gran trauma es tener que sufrir a una madre agobiada y desgastada sin la posibilidad, pero con la necesidad de dar respuesta a todo.
Creo que el gran trauma es privarlos de la rica experiencia de un trabajo en equipo como padre y madre y poder seguirse vivenciando como familia a pesar de no vivir bajo el mismo techo.