Pilarín es un caso perdido. No hay manera de que recapacite sobre las consecuencias de su terca conducta de soñador empedernido. Pilarín sueña y sueña, sobre todo cuando se acerca un nuevo Presupuesto Nacional. Por ejemplo (sólo por citar algunos de sus mil sueños): Que para todos los ayuntamientos se aparte el 10 por ciento; que a la Justicia se le ponga un dos por ciento y que se cumpla con el 4 por ciento del PIB para la Educación. Y ¿qué decirles?: en 1844 soñó un Estado democrático y de Poderes independientes, y vean al resultado… (Es más, si alguien se encuentra por ahí con Pilarín, ¡mátelo!).