Hace mucho escribí, y hoy lo reitero, que éste es un Estado con clases sociales sin conciencia de clase. Con gobiernos sin políticas, sino con ocurrencias de sus gobernantes. Con una burocracia hipertrofiada e inepta. Con partidos y líderes políticos que no tienen ni idea de las nuevas ideas. Con un pueblo sin una clara conciencia de sus derechos y deberes y un deterioro galopante de la calidad de vida. Y entonces, ¿por qué insistimos tanto en amar y vivir aquí?… (Bueno, yo no sé usted, pero si insisto en quedarme aquí es porque soy un masoquista empedernido, un soñador incurable o un tipo demasiado sinvergüenza).