En un artículo reciente criticamos que un banco público se embarcara en cerrar la brecha de remuneración para altos ejecutivos con bancos privados de similar magnitud, en un proceso conducido por la misma administración que fue nombrada por decreto. Tenemos el caso extraño de una alta gerencia que llega, como todas las anteriores, principalmente por sus credenciales dentro del poder político, llevando a cabo una reforma para tener salarios de mercado con la referencia oportunista a los bancos más grandes del sistema. La diferencia entre eso y recibir una obra de grado a grado por un presupuesto con la intención de triplicar en una adenda, está en la retroexcavadora.
La medida parte de un supuesto narcisista. El primer arribo a la entidad estatal de banqueros formados en la escuela de la entidad privada más prestigiosa o rentable del país. El Mesías Financiero que se ve llegar a un banco de la Edad Media para convertirlo en un moderno coloso estatal. Un segundo de nadie en el mercado financiero dominicano, tan pronto le aseguren las compensaciones salariales que disfrutaba en el primer banco del sistema. Es un redentor que viene a entregarse a un servicio público con la condición de ascender al estatus de Pilatos, exoneración de viacrucis y, obviamente, el consentimiento de la máxima autoridad.
Este es un caso tan raro en la historia de los “corsarios corporativos” que creo pasará dentro del legado de aquello “que nunca se ha hecho”. Me explico.
Sustituir al CEO de una compañía privada que cotiza acciones en bolsa de valores es un episodio común y las razones motivan la reacción de los dueños son objetivas y de dominio público. Dividendos en anorexia mórbida, participación mercado en declive, opciones sobre el precio de la acción que predicen lo peor, reportes negativos de auditoría o sanciones de reguladores. La decisión puede ser tomada por accionistas que tienen años con poder mayoritario para inducir ese cambio o por nuevos que en corto plazo adquieren participación relevante.
A estos últimos se les llamaba “corsarios corporativos”, metáfora despectiva e injusta porque su inversión de capital busca liberar la compañía de una gerencia presenta resultados deficientes con respecto a la competencia, con el objetivo de elevar el valor de la empresa, recuperar su inversión y evitar la quiebra de los demás accionistas. Al igual que los que son sustituidos, los nuevos directores van a recibir remuneraciones con poca desviación de las empresas similares porque así es que funcionan los mercados libres y competitivos en la formación de precios.
La diferencia con recrear este proceso en Banreservas es que la entidad es estatal, propiedad del pueblo dominicano, más de diez millones de accionistas que no tienen ni voz ni voto en la decisión de quién va a dirigir el banco. El Mesías o Corsario Financiero llega a reformar sin invertir un peso propio en la empresa patrimonio estatal y nombrado por decreto. Ya instalado trae a sus gerentes y cambia la referencia de numeración salarial, que era de bancos medianos, para imitar la del primer banco privado. También incluye una bonificación extraordinaria para el Administrador General cuando los beneficios superen un tope, basado en una metodología que se acaba de conocer ahora por los reportajes del periódico digital Acento.
Si la intención hubiese sido, en realidad, crear un clon de un banco privado grande, el periplo descrito no hacía falta. Mas sencillo era embarcarse en un proceso de privatización subastando el banco en una licitación internacional que atrajera al mercado bancario un nuevo participante. Con los números que tenía hasta el 2012, el Banco de Reservas emitió bonos subordinados en dólares en el extranjero. Los inversionistas adquirieron este instrumento a pesar de la advertencia clara de que no tenían el respaldo o aval financiero del Gobierno Dominicano.
La aceptación voluntaria de un riesgo privado por inversionistas extranjeros y las evaluaciones de riesgo por las calificadoras que respetan quienes asumen posiciones en títulos de empresas en países emergentes, indican que lo que el Mesías fue a reformar no estaba en la Edad Media, ni era un banco tan arcaico que él jamás hubiese llegado como cliente voluntariamente. Luce que su bautizo fue compulsivo por la vinculación automática a una cuenta de nómina para recibir su salario de servidor público.
En el 2012, en consecuencia, Banreservas podía atraer el interés de varios bancos internacionales para comprar acciones que les permitieran dirigir la entidad, manteniendo el Gobierno una proporción en la propiedad de, por ejemplo, 20%. Hubiese recibido el valor de mercado de la empresa como ingreso extraordinario por privatización, propiedad accionaria para recibir dividendos y recibir un cuarto de las utilidades anuales a perpetuidad en forma de impuesto sobre la renta.
En ese escenario, si la bonificación extra del CEO se considera excesiva o las contrataciones grandes no son competitivas y favorecen allegados por montos exagerados, el gobierno está ahí como accionista para poner reparos, llaman al orden o inducir la atención del regulador. También por su minoritaria participación en el capital, el gobierno no tendrá poder para designar allegados a posiciones ejecutivas o en el consejo de administración.
En esa situación, de la alta gerencia y consejeros sí se puede argumentar que los cargos se ocupan por las competencias requeridas, a diferencia de la duda razonable que siempre existirá para todo el que ahora o antes ha ejercido una función de esa naturaleza. Designaciones políticas a ese nivel siempre serán una combinación de competencias y cercanía al poder, con una ponderación de factores diferentes para cada caso. Mientras así sea, considero que debemos celebrar la incursión de los periodistas de investigación de este medio que son accionistas del Banreservas, en la misma calidad que todos nosotros, a reportar eventos sobre la entidad e indagar aspectos a los que pocos se atreven.