Las manifestaciones de intolerancia hacia las opiniones ajenas han sido partes de todos los gobiernos del PLD y en el discurrir de la vida interna de este partido. La intolerancia es parte esencial su naturaleza, de su forma de concebir la política e incluso, en sus inicios, la manera de concebir el discurrir de la vida personal de cada individuo. Es en este gobierno donde con mayor sistematicidad y peligrosidad se ha expresado la propensión del PLD hacia la intolerancia, y esto no tiene que ver sólo con la acumulación de poder político/económico de la facción que rodea a Danilo, sino también con la naturaleza de ese partido que en esencia, es la lógica que guía el accionar de la facción del Leonel.

En tal sentido, en la presente coyuntura, más que de Danilo o Leonel, la cuestión es hacer conciencia de que se libra una lucha decisiva contra una colectividad política intrínsecamente intolerante, que además de ser una lucha política, es una batalla de ideas entre ese partido y quienes creemos firmemente en la democracia como vía para hacer política de inclusión social para establecer un régimen fundado en el respeto a reglas indispensables de derechos sociales y políticos. En el fondo, todos los gobiernos del PLD han dado muestra de despreciar las opiniones diferentes a sus decisiones y a sus ejecutorias, a controlar y chantajea los medios de comunicación, y a imponer su mayoría mecánica en el Congreso y los municipios contra la oposición.

Leonel impuso sus grandes obras desoyendo toda sugerencias o crítica a la pertinencia de las mismas, y sin que en la construcción de estas se cometiesen diversos actos de corrupción. Llegó al colmo de comprar el principal partido de la oposición para gobernar sin contrapeso. Danilo, rodeado de grupos empresariales tan voraces como inescrupulosos, ha llevado la corrupción e impunidad hasta el escarnio. Sus funcionarios han llegado a insultar, humillar y chantajear y dictarle sentencias a jueces de las Altas Cortes para que estos asuman las posiciones de su grupo y/o gobierno. Es una idea del poder basada en la intolerancia y en que quien de ellos discrepa no es un adversario, sino un enemigo.

Sí, existen diferencia de estilo y matices entre Leonel y Danilo que hasta podrían ser importantes; ellos no son exactamente iguales, lo que es exactamente igual, política, ideológica y sociológicamente es instrumento con el cual ambos han gobernado y/o gobernarían: el Partido, el cual fue creado pensándolo como algo diferente, exclusivo, excluyente y en contra de cualquier otra colectividad política. Podría decirse que Bosch, su fundador, en lo personal era honrado, pero política, ideológica y temperamentalmente tenía una acusada tendencia hacia la intolerancia. Diversas posiciones y decisiones en grandes momentos de sus luchas al interior del PLD y del entonces PRD avalan este aserto.

La gran diferencia entre Bosch y sus discípulos es la desparpajada  impudicia de estos y la honradez personal de aquel, pero la intolerancia de los discípulos es herencia de su maestro. Tanto el uno como los otros tienen grandes dificultades para discutir en plano horizontal con el contrario: no lo consideran sus pares, por lo tanto no le conceden ninguna capacidad de racionalidad para hacer las cosas correctamente. La idea de racionalidad sólo la tiene el Partido. Nadie más. Eso explica la sordera de los gobiernos del PLD, que un ministro llame a un juez de cualquier tribunal, lo insulte, le diga “te vamos a joder” porque ese juez actuó en base a su conciencia y de acuerdo los intereses del gobierno; que un procurador admita que pincha teléfonos para espiar a quien le dé la ganas y que muchos funcionarios usen el lujo y el derroche del dinero obtenido de las arcas públicas como expresión avasallante del poder.

Un poder que se base en esa premisa debe ser enfrentado en los planos de la política y del combate de las ideas, con acciones concretas y con protestas en las que los llamados a la participación sea a todo el espectro de la oposición, no sólo a la militancia de quien las convoque. Tampoco formando bloquecitos dispersos que fragmentan no sólo el voto, sino mediante una coalición político/social basada en ideas esencialmente democráticas y opuestas al partido de Danilo y Leonel. Sólo así se logra el éxito en la lucha contra una colectividad política que encarna un poder basado en la idea del absoluto o falsa conciencia de que sólo el Partido (el PLD) tiene razón y capacidad para dirigir a un “pueblo ignorante”..

Una idea absurda del PLD con la que “justificó” su fundación y que ha practicado en todos sus gobiernos y más que en ningún otro, en todas las fases del actual. Ahora se siente acorralado, encontrándose en un punto donde nunca había estado: en un ambiente de condena generalizada a su idea absolutista del poder y contra los desmedidos y reiterados actos de intolerancia y abusos de poder. En esa condena confluyen sectores de los poderes fácticos que anteriormente lo apoyaron y, de hecho, tomando distancia sea de Danilo que de Leonel, coincidiendo conscientemente con la oposición.