Generalmente la proximidad del final del año nos hace reflexionar sobre todo lo acontecido y extraer conclusiones haciendo un balance de lo bueno y lo malo que ha ocurrido internacionalmente, en el país y en nuestras vidas.
Si tuviéramos que dar un calificativo al agonizante 2014 en lo que respecta a nuestro país, podríamos decir que fue un año tranquilo. Discretos avances en algunos aspectos, mantenimiento del status quo en muchos otros y pocos sobresaltos, en gran medida gracias al estilo del Presidente que ha hecho un deliberado esfuerzo de desmarcarse de su antecesor siendo más asequible e intentando escuchar las distintas voces en relación a algunos temas, para sino complacer a todos, lo que es casi imposible, al menos irse por donde su intuición le indica que existe el menor costo político, lo que tiende a retrasar y puede impedir importantes decisiones.
Lo más interesante de este año ha sido que la agenda estuvo cargada de temas de alta relevancia, como la reforma de nuestro pésimo sistema educativo, la atención al descuidado tema migratorio, la necesaria reforma laboral, la urgente transformación de nuestro sistema de salud, la impostergable solución al sempiterno problema eléctrico, la necesidad de conciliar desarrollo sostenible y cuidado del medio ambiente, el reclamo de poner un freno a la impunidad mediante procesos judiciales contra actos de corrupción, entre muchos otros.
Unos tuvieron avances, otros simplemente quedaron igual y algunos simplemente se complicaron. Otros, como el calamitoso estado de nuestro sistema de salud, el nivel de endeudamiento, la seguridad ciudadana, la sostenibilidad fiscal del modelo económico, el pésimo sistema de transporte, la corrupción administrativa, mostraron alertas rojas que deberían hacernos buscar soluciones urgentes.
Lamentablemente otras cosas han seguido sucediendo como si el tiempo no pasara. Se ha repetido el mismo modelo de que ciertos grupos quieran erigir en instrumento del destino al presidente de turno y propugnen por modificar nuevamente la Constitución para permitir su re-postulación consecutiva. Sea cual sea la decisión sobre este conflictivo tema, no cabe dudas de que la misma marcaría el destino del 2015.
Lo más destacable del presente año es que al menos una parte de la sociedad está entendiendo cuáles deben ser los temas a solucionar y está reclamando que se escuche su voz en la toma de decisiones al respecto. Sin embargo, parecería que mientras una parte de la sociedad ha evolucionado, otra, incluyendo la mayoría de su liderazgo político, no lo ha hecho.
Por eso es tan importante que se perciban estos cambios a tiempo y se produzcan las necesarias transformaciones en el liderazgo nacional, para evitar que altos niveles de hartazgo provoquen situaciones indeseadas.
En resumen este año que casi llega a su final al igual que muchos otros tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, pero lo importante de cara al que viene es que seamos capaces de ver más allá de lo acontecido y hagamos caso a las señales de alerta que nos presentó, lo que contribuirá a que el 2015 traiga un ramillete más cargado de esperanzas, que de desilusiones.