Toda metáfora bien elaborada se parece a una “oración” de las que se usaban para violar las leyes naturales y producir milagros apócrifos.

La contundencia de las metáforas de Karl Marx constituye otra de sus inclinaciones a la ruptura con lo habitual y lo aceptado por el común denominador.

Observando la sobre explotación en Inglaterra de niños y mujeres, con trabajo duro de hasta 16 horas diarias, Marx, que era sensible, terminó por decir, muy afectado, que ese sistema opresivo chorreaba sangre y lodo.

También pensó, de manera equivocada, pero no del todo, que era en el capitalismo desarrollado donde advendría primero el socialismo. Era humano, con derecho al error, aunque el socialismo como humanismo parece que se impondrá finalmente como alternativa a lo que hay ahora y que hace crisis peligrosa. Era odiado no por ocultar sino por decir cosas peligrosas para el orden prevaleciente.

Sin embargo, es en su examen sintetizado de la Historia donde aparecen algunos contrastes. Decía Marx que la historia se repita en unas ocasiones como tragedia y en otras como comedia. No es exactamente así y no deja de serlo por más que parezca ambivalente decirlo. Ambos, tragedia y comedia, pueden interactuar, como sucede ahora, de modo que la división marxiana no se acopla cómodamente a ese perfil del pensador que vio la necesidad de usar la historia para el cambio.

Otro judío, Einstein, diría que ello depende de donde este el observador y asimismo como este observando la situación y desde que mentalidad.

(Einstein, en realidad, se refería a observaciones físicas y astronómicas, no a problemas sociales). Como queda claro, la Historia no sigue un orden matemático que parece haber sido la inspiración de Marx para elaborar esa frase metafórica.

La historia es más diversa y no se halla influenciada solo por acontecimientos tan cercanos como la noche y el día.

Sigue un curso irregular y en zigzag, sigue emociones, intereses, imprecisiones, errores. No siempre se alternaran las tragedias y las comedias. Además, cubre el mundo entero, no una parcela de él o de su realidad. La primera y segunda guerra mundial tuvieron

como escenario a Europa, por ejemplo, no al mundo en su totalidad.

En muchos casos, una tragedia sucede a la otra y esa a otra más, sin que llegue la comedia, que suele tardar y que, enlazada por la primera, se torna tragicómica.