La pandemia del Covid 19, según reportes de prensa ya afecta por infección, a más de 5 millones de personas en el mundo. De ellos, alrededor de 330 mil han fallecido, y sólo cerca de 2 millones se han recuperado. En nuestro país, las cifras de fallecidos rondan las 500 muertes, mientras los infectados se acercan a las 14 mil personas. Según datos oficiales, las cifras de infectados siguen subiendo a cerca de 200 personas en las últimas 24 horas, y a pesar de que existen tratamientos exitosos para el control del virus, y que la población ya conoce los riesgos de la infección, el problema de la difusión de las infecciones continúa sin control.
A pesar de que todavía las infecciones avanzan en todo el mundo, incluyendo en nuestro país, los niveles de control del tratamiento a la enfermedad han permitido que se flexibilicen las medidas de confinamiento y aislamiento social tomadas para la disminución de la pandemia. Aunque todavía no se toman medidas concretas y rigurosas para la contención, al menos, de los fallecimientos, lo cual extraña mucho y da qué pensar, sobre el uso de la epidemia con ciertos fines, ya sean políticos o demográficos, como se ha estado filtrando en los medios de comunicación.
Sea cierta o no, la teoría conspirativa es una opción explicativa para el problema de la excesiva cantidad de personas selectivamente fallecidas por esta pandemia que afecta a nivel global. No podemos decir a ciencia cierta cuál ha sido el origen de esta pandemia, pero yo recuerdo muy claramente cómo, en el año 1978, acabando de iniciar Antonio Guzmán su gobierno, empezó en nuestro país la fiebre porcina africana que acabó con la producción porcina nacional. Como consecuencia de ello, hubo que importar cerdos desde los Estados Unidos, y también alimento para esos animales, cuando los nuestros lo que comían era cáscaras de plátanos sancochadas. Cuando ocurre un suceso y no conoces la causa, lo que debes hacer es buscar a quién o cómo beneficia ese hecho, y así encontrarás la razón del mismo. De la misma forma se ha diseminado la gripe aviar que mata los pollos locales y provoca la importación, y por ende, la dependencia económica. Y qué decir de la epidemia de VIH-SIDA y la cantidad de fallecimientos en África subsahariana, que luego lamentaba el desmonte de su aparato productivo por la cantidad de personas fallecidas, cifradas en millones.
Pero mi punto no es culpar a Fulano o a Mengano de nada de lo que ocurre, ahora o antes. Mi punto es que reflexionemos sobre de qué manera, y con cuáles herramientas somos manipulados desde lejos para que nos comportemos, para que nos ocurran o para que padezcamos ciertas situaciones que no son ventajosas para nosotros, pero sí para otros. Y lo que trato de decir no es que ahora empecemos a “luchar” contra el neoliberalismo, sino que nos demos cuenta de a qué nivel alguien, o algo, desde fuera, gobierna u ordena lo que pasa en nuestro país, lo que sufre nuestra sociedad y nuestra población, para que la economía marche mientras nosotros seguimos siendo pobres, mientras nuestros esfuerzos por una mejoría en nuestra vida no ven mejores resultados.
Ahora, una vez en descenso o con mayor control el número de contagios y de enfermos, nos encontramos en la fase llamada de desescalada. Lo más imperioso de este proceso, reiniciar los esquemas laborales o productivos, que mantienen en vilo las economías del mundo y de los diferentes países, así como han detenido los trabajos que sustentan la alimentación de las poblaciones. Y se juntan los datos que se difunden haciendo hincapié en el aumento del hambre o la desnutrición en el mundo, cuando la falta de alimentos de gran parte de la población suma más fallecidos mensuales y anuales que la propia pandemia. Pero el hambre no es considerada como tal, sino que la hemos normalizado y no nos preocupa la cantidad de gente, de niños, que muere de hambre, cada día. Incluso, en nuestro país, entre nuestros hijos.
Volver a la normalidad, ¿qué significa? Se han hecho observaciones de cómo, por la disminución de la producción, las emisiones de gases de efecto invernadero han disminuido considerablemente. Las guerras comerciales entre países, el precio del dólar o del petróleo, la destrucción de los recursos naturales para mantener los procesos productivos hasta ahora vigentes y que nos han llevado hacia la debacle ambiental. ¿Será eso lo que significa volver a la normalidad? El periódico El Día en su edición del jueves 21 de mayo coloca una foto muy llamativa de una pareja que sale de compras y lleva con mucha alegría una buena cantidad de bolsas de compras, mientras en el fondo se ve una tienda. Es que acaso volver a la normalidad significa recomenzar en nuestra vida el consumismo desaforado que nos tiene esclavizados y produciendo toda la cantidad de basura cuya humareda nos ha afectado en los últimos días por el incendio del vertedero de Duquesa? Para el que le interese puedo recomendar ver el video, ya viejo, de Annie Leonard, La historia de las cosas, que nos explica muy bien lo que significa la “normalidad” del consumismo, y lo pueden encontrar en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=ykfp1WvVqAY
Otros, por el contrario, abogan por otro tipo de vuelta a la normalidad. He visto que se promueve el humanismo y la hermandad, la solidaridad y la disminución de las conductas de competencia, promoviendo más la colaboración. A vuelo de pájaro, veo como que todavía seguimos con la vista nublada, así como cuando despertamos que nos estrujamos los ojos para ver la luz de un nuevo día. Y al parecer, creemos que el afán por la subsistencia tiene sólo una vía, la de la competencia y la deslealtad. Es cierto que no nos libraremos fácilmente de las fuerzas poderosas que nos retienen en el viejo orden. Pero está en nuestras manos DESPERTAR. Así como dicen que despertamos cuando vamos a la Plaza de la Bandera a exigir transparencia a la Junta Central Electoral. Despertemos igual para darnos cuenta que es nuestra basura la que arde en Duquesa, y que si disminuimos su cantidad, sufriremos menos el manejo inadecuado que hagan los Ayuntamientos de ella. Despertemos para definir nosotros qué tipo de normalidad deseamos para una nueva sociedad que pide a gritos un cambio, no sólo de personas al frente del gobierno, sino un cambio de ciudadanía que sea responsable, solidaria, humana y que tome el timón de su vida en sociedad en sus propias manos. Hagámoslo.