Desde hace una semana brincamos de júbilo por haber “ganado” una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020. Pero no “ganamos nosotros”, fue Marileidy quien ganó esa medalla de plata. Le pertenece a ella, a SU dedicación, a SU esfuerzo, a SU amor al deporte y a SU FE en que puede lograr SUS metas con la ayuda de Dios.

Enseguida saltó a la palestra pública toda clase de comentarios sobre ella. Una joven normal, que vive una vida normal, en su comunidad y que se las arregla como puede para salir adelante, como manda este tiesto de “democracia” que aceptamos como bueno y válido, siempre que no toque o cuestione nuestros privilegios.

Esto viene a cuenta por los comentarios en redes sociales sobre los cuestionamientos a que Marileidy “no vive como la gente” y que ahora que le den dinero podrá hacerlo, que podrá “vivir con dignidad” una vez se le pague lo que el gobierno ha ofrecido a los medallistas. Me parece que se han destapado, se han puesto al desnudo estereotipos y prejuicios sobre las personas que en nuestro país viven con estrecheces económicas, que son excluidas de los privilegios de la “democracia”. Estos estereotipos y prejuicios son peligrosos porque engendran desprecio y maltrato entre personas de diferentes condiciones socioeconómicas, una situación que genera violencia física, social, emocional, psicológica y simbólica porque consideramos que las personas de condición socioeconómica estrecha es culpable de su situación, es propensa al delito o la criminalidad, y no hay nada más alejado de la verdad. De hecho, es muy posible que los encumbrados económicamente puedan ser objeto de cuestionamiento moral y ético por si situación económica, lo cual se omite para evitar o rehuir represalias o exclusiones indeseadas.

Solo hace falta buscar información sobre el tema y enseguida podemos verificarlo: se denomina APOROFOBIA. La palabra “aporofobia” es un neologismo acuñado por la filósofa Adela Cortina en 1995 para referirse al “rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio”[i]. https://ajuntament.barcelona.cat/bcnvsodi/es/aporofobia-juicio-y-desprecio-al-pobre/.

La profesora de filosofía de la Universidad de Valencia nos explica sobre la condición de reciprocidad y de intercambio de nuestras relaciones, mediante las cuales esperamos ser retribuidos cuando damos algo. Si alguna persona no cuenta con la capacidad de devolvernos, entonces se etiqueta como pobre, indeseable, y lo peor, se le culpabiliza de la situación de imposibilidad económica, cuando en realidad, sus capacidades están determinadas por la exclusión social que hace de ellos la sociedad en su conjunto. La profesora Cortina aboga por que se conozca y se reconozca este término, y más importante aún, el fenómeno de la aporofobia, presente en nuestra sociedad. Ella señala que es mucho peor que el clasismo, porque se rechaza a las personas en situación de vulnerabilidad.

Marileidy ha traído júbilo a quienes no merecen ni siquiera adjudicarse un miligramo de mérito por el triunfo que ha alcanzado. Lo hizo, sí, muy a pesar de que la religión, óigase bien, la religión, no la fe, utilice a las personas vulnerables para sus fines. Pero su fe ha dado a Marileidy la fuerza a su espíritu para conseguir sus objetivos en la vida, y eso la adorna mucho mejor que a los que la señalan como no digna, como no gente, por el hecho de vivir excluida en una sociedad como la nuestra, donde la aporofobia no permite y es excluyente de la verdadera democracia. De igual forma ha corrido en redes sociales largas listas de aportes que hacen otras mujeres participantes y ganadoras de estos juegos olímpicos, pero que al vivir en sociedades realmente democráticas y no excluyentes, han tenido la posibilidad de desarrollar su educación, y sus condiciones de vida de una forma en que la dignidad no tiene que ver con la cantidad de dinero que ostentas, sino con el respeto que toda la sociedad otorga a sus ciudadanos, independientemente de si pueden o cómo ejercer la reciprocidad. De manera que felicitamos a Marileidy por SU LOGRO y esperamos que su fe en Dios la ayude a conseguir todos los que se proponga en la vida, porque de esta sociedad aporofóbica no podemos esperarlo, lamentablemente.