Nueva York.-Muchas bendiciones llegan disfrazadas de maldiciones, de ahí la expresión, “no hay mal que por bien no venga”.  El huracán María bien podría ajustarse a esa categoría y, si observamos con detenimiento el cuadro, por esos derroteros parece que van las cosas en Puerto Rico.

Una muerte es una tragedia irreparable, y 13 muertos son más lamentables, pero para el desastre del huracán María, sólo 13 vidas perdidas resulta relativamente baja.

Puerto Rico inició el 2017 pidiendo ayuda financiera con su deuda pública impagable, superior a los $70,000 millones.  El Gobierno Federal le dio la espalda, si gastaron la plata en parrandas políticas y de otra índole, se dijo, deben pagar lo bebido y lo comido.

En mayo Puerto Rico se acogió a la ley de bancarrota, el desempleo se elevó, la economía se deprimió y los boricuas empezaron a emigrar en masa. Tanto así, que hubo un momento en el que no habían maletas en la isla, las compraron todas.

Gracias al huracán María, el Gobierno Federal ahora debe facilitar todos los recursos necesarios para la recuperación, esa inversión pública recuperará la deprimida economía de Puerto Rico.

Hace exactamente 18 años, cuando el huracán George devastó la isla, la inversión pública en la recuperación terminó arrojando un crecimiento económico superior al cuatro por ciento. María fue mucho peor que George, demandará más inversión pública y es de esperar un crecimiento económico superior.

María, más que desastre desató una crisis, y en el alfabeto chino la palabra crisis se representa con dos caracteres, uno significa dificultad el otro oportunidad. En política dicen que “desperdiciar una crisis” es idiótico.

Aquí el presidente Donald Trump mejorará su posicionamiento con votantes latinos.

Esta crisis abre una inmensa ventana de oportunidades para Trump y, sobre todo, para el hermano pueblo puertorriqueño.